La rebelión de las pacientes
Enfermas de un psiquiátrico de Barcelona reclaman que se respeten sus derechos
Estaban enfadadas, así que no lo pensaron más. Cogieron el teléfono y llamaron al diario. "Mi nombre es Dolores Rodríguez Pérez y llamo para que sepan que esto no es digno de un hospital. Lo que se hace aquí con los enfermos no tiene justificación. ¿Desde cuándo un enfermo tiene que recoger los platos, limpiar o recoger la ropa sucia de los demás?" Así se expresaba esta enferma del hospital psiquiátrico de mujeres de Sant Boi (Barcelona). Y como ella, varias más. Antes habían reclamado a Sanidad.
Era una rebelión: "Nos hemos juntado unas cuantas para denunciarlo. Lo único que queremos es que se nos trate con dignidad, que se respeten nuestros derechos como enfermas"."¡Qué locuelas están!", respondió, con forzada despreocupación, la hermana de la congregación que gestiona el centro. "Pobrecillas, no les haga demasiado caso. No están bien. Realmente, si están aquí es que no están bien". "Puede usted venir a visitar el hospital cuando quiera. El trato es absolutamente digno. Esas protestas son cosa de unas cabecillas. Lo único que se les pide es que colaboren, y lo hacemos por indicación médica. Hay que acostumbrarlas para cuando vuelvan a casa", repetía.
Esta reacción habla por sí sola. "No es eso, realmente, no es eso", matizó y corrigió más tarde el director médico, Tomás Arranz. "Cualquier enfermo mental, por enfermo que esté, tiene una parte sana. De modo que, en cualquier caso, los enfermos son, ante todo, personas, y como a tales se les ha de tratar". El doctor Arranz indica que no se pide a las enfermas un trabajo concreto, sino que colaboren en algunas tareas, como recoger las mesas. Pero está de acuerdo en que más allá de si unas pacientes deben o no recoger la mesa o limpiar su cuarto, el incidente plantea un tema de fondo, que preocupa tanto a los profesionales de la psiquiatría como a los de la judicatura: la necesidad de elaborar y adoptar una carta de derechos de los enfermos mentales.
Lejos quedan las cadenas, y los electrochoques de los antiguos manicomios. Y el hospital de Sant Boi aplica, desde hace años, la reforma psiquiátrica, pero la rebelión de las pacientes de la unidad A, reservada a los ingresos por crisis agudas, revela que el problema de los derechos del paciente psiquiátrico no está resuelto, ni en este ni en otros hospitales.
La queja era un hecho insólito. Además de llamar a la prensa, las pacientes reclamaron también ante Sanidad. Y la suya no era un queja confusa. Todo lo contrario: "La asistencia médica es correcta. De lo que nos quejamos es del trato que recibimos", decía Dolores Rodríguez. Se expresaban como usuarias y para nada se refirieron a sus angustias, por más que una de ellas hubiera ingresado tras varios intentos de suicidio, con una depresión de caballo, 11 hijos de futuro incierto a sus espaldas y un piso hace tiempo prometido que nunca ataba de llegar.
"Nos hacen sacar la ropa sucia sin guantes ni nada", explicó Carmen Godino, "y el otro día pedí una servilleta limpia y me dijeron que no si había marcado la mía, que me aguantara y cogiera una cualquiera de las usadas". Carmen Godino desgranó un rosario de agravios, pero el que más le dolió fue que la privaran del café: "Después de comer he pedido un poquitín de café y cuando la chica iba a ponérmelo, la monja le ha dicho: 'A ésa no, que no quiere trabajar'. ¿Ésa es manera de tratar a una enferma?". "Yo me voy a ir pronto, pero tengo que luchar por las que quedan", dijo, a modo de justificación.
"A veces, los pacientes vuelcan sus conflictos internos hacia el exterior y caen en ansiedades persecutorias. Todo lo ven mal y creen que todo va contra ellos", explica el doctor Arranz. No parecía ése el caso de las pacientes que se habían rebelado. "No descarto que en algunos casos determinados el trato no haya sido el que debe ser, pero si hay quejas, éstas afloran en las asambleas y tratamos de resolverlas", concluye.
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