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ARQUITECTURA

Un palacio de arena y agua

Ricardo Bofill construye en Madrid un centro de congresos de 15.000 millones de pesetas que evoca con sus mármoles el sur mediterráneo

Para el día de San Isidro no tendrá Madrid su nuevo Palacio de Congresos. En el departamento de relaciones públicas del Ayuntamiento no se atreven a adelantar una fecha precisa todavía, aunque suponen que será antes de pleno verano. La obra, realizada a toda prisa, con más de ochocientos obreros en los múltiples trabajos, va sufriendo demoras y recibiendo estimulantes inyecciones que terminarán elevando los 6.200 millones del presupuesto inicial hasta los 15.000 millones.La nueva construcción de Ricardo Bofill se distingue con nitidez entre el entorno de las disparatadas oficinas del Parque de las Naciones, donde, sin embargo, se encuentran otras realizaciones con dignidad a cargo de arquitectos como Oiza, Junquera y Pérez Pita o Fernández Alba.

De una parte, el edificio de Bofill se hace notar porque es potente y altivo, aunque no muy alto (27 metros), debido a las prescripciones de altura que manda la proximidad del aeropuerto de Barajas. De otra, su talante posee la simplicidad arman¡ de sus últimas obras, con las espaldas amplias y tostadas, el adorno de bisutería en las mangas.

En el seno de la profesión, el arquitecto catalán es el prototipo de personaje a quien una buena mayoría envidia por su poder de captación de obras magnas y lucidas (desde la última y gran torre de Chicago hasta el Teatro Nacional de Cataluña, por citar dos ejemplos recientes) y al que se tilda de efectistas o mediático. El palacio madrileño suscitará juicios parecidos, y aún le quedará pasar la reválida de su funcionamiento operativo en cuanto artefacto, examen ante el que sus obras, desde las sociales de Walden 7 (escenario de películas como El amante bilingüe) hasta las más gentiles, sufren desiguales resultados. En el aeropuerto de Barcelona, las palmeras se mueren en la cárcel de cristal envolvente y los pasajeros hasta hace poco se mojaban a la espera de un taxi.

Polémico y solicitado

Probablemente el censo español no cuenta, incluido Sáenz de Oíza, y ahora, Miralles, con un arquitecto más polémico y más solicitado al mismo tiempo. Precisamente la excesiva tarea de su estudio, que llamó, a la antigua usanza, Taller de Arquitectura, conduce a que sus obras, por remesas, puedan considerarse derivaciones del modelo que preside una determinada etapa. El Palacio Municipal es, en este modo, deudor directo del estilo que caracteriza la terminal del aeropuerto de Barcelona. El mismo autor, en su Memoria, reconoce las concomitancias. "Una clasificación", dice, "que atendiera exclusivamente al lenguaje arquitectónico empleado incluiría con comodidad el nuevo Palacio de Congresos de Madrid, dentro de la potente onda generada por el aeropuerto de Barcelona". "Potente onda". ¿Cómo no iba a llegar hasta Madrid?Ciertamente, los madrileños participarán de aquella concepción propuesta para tratar con los aviones en un recinto nada apartado, a su vez, de las llegadas y salidas de viajeros en aeroplanos. La diferencia es que aquí se trata de otros destinatarios y destinos. Sea como sea, el nuevo edificio, en el Parque de las Naciones, repite ostensiblemente elementos arquitectónicos del Prat y juega con la idea matriz que guió al mismo autor en el diseño del Teatro Nacional de Cataluña. Para este último caso, Ricardo Bofill explicaba que su ambición no era crear un templo y después un teatro, sino un teatro dentro de un templo. Y exactamente de este modo, si se cambia templo por palacio y teatro por auditorio, se comporta la estructura de esta nueva obra.

Contemplado desde fuera, el edificio es un limpio contenedor de piedra caliza de Verona calada por muros de vidrio, pero en su interior se erige un nuevo edificio bajo una cubierta de 72 metros de luz. Un edificio de mármol de Turquía (a 38.000 pesetas el metro cuadrado) que ordena, superpuestos como cajas de música, los dos auditorios principales.

El auditorio inferior, excavado en el subsuelo hasta una cota de menos 22 metros, combina una sala plana con una grada inclinada, con capacidad para 600 y 900 personas, respectivamente, y sobre él se monta, literalmente, el auditorio principal, con una superficie de 2.750 metros cuadrados y un aforo para 2.200 asistentes. Uno y otro se hallan dotados de los más avanzados sistemas de proyección, circuito interno de televisión, sistema de grabación de sonido, reproducción de vídeo, 12 cabinas de traducción simultánea.

Lo simple y lo complejo

La realidad de este bloque, que conforman apiladas las dos salas, es llamada por sus constructores la roca, y tanto ella como su alrededor juegan alternativamente con lo simple y con lo complejo, con la tecnología y la naturaleza, la modernidad y el clasicismo, la informática y la estética del desierto. Si el edificio de Bofill luce entre los de las par celas antiguas hay que atribuirlo en buena medida a que su inspiración contiene una condensada idea poética y que el arquitecto por encima de todo, es un extraordinario comunicador actual.El desierto, por ejemplo. El desierto forma parte de la presente mitología de los mass media. Bofill, como Barceló, aprendió de él y ha sabido trasladarlo a la plástica contemporánea. Cada vez se organizan más excursiones al Sáhara y se abren comercios para vestirse con la idea de visitar las dunas. Refiriéndose a su propia experiencia en el desierto, Bofill escribió en Espacio y vida (Tusquets, 1990) que en el desierto un arquitecto puede recibir lecciones magistrales. "Sea la arena, la roca desmenuzada o la erosionada por los vientos, recuerdan al profesional que la frialdad de la piedra sólo es tiempo detenido, movimiento eternamente suspendido". Perdurabilidad.

Con su Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña, realizado para los Juegos Olímpicos, el desierto cromático se extendía desde la fachada a las puertas, los muros o los suelos. Anexionado simplemente a este color una lámina de césped, la mancha reaccionaba poderosamente. De igual forma, ahora, en el Palacio de Congresos, las cristaleras flanqueadas por la caliza tostada provocan una simbólica interacción entre la sequía y el agua. Es éste un palacio del sur mediterráneo, cuyo contenido de mármoles espesos, veteados y blancos, redondea la sensación de un sol exterior y un mar a la puerta. No en vano la pieza central se extiende en una planta triangular cuyo vértice rompe la fachada como una proa violenta.

Sin duda, una obra de esta especie provocará polémicas y no cabe descartar las quejas. Por el momento, la forzada marcha de las obras y la urgencia por cortar la cinta es posible que deje cabos o cables sueltos, remates sin concluir y problemas de proyecto mal resueltos, como la elección de bandas longitudinales en cristal sobre las fachadas de piedra, impropias de un palacio rociado de fasto.

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