Raymond Carr dibuja a Franco como implacable represor y pésimo gobernante
Los discípulos del historiador británico le dedican en Madrid un homenaje
ANDRES F. RUBIO, Raymond Carr, de 75 años y maestro de historiadores e hispanistas españoles y británicos, habló ayer sobre Franco en un congreso iniciado en Madrid, en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Para el autor de España, 1808-1939 Franco fue un "pésimo presidente de Gobierno", en un régimen en el que la represión, física o administrativa, duró hasta su muerte y en el que el autoritarismo de] dictador contrastaba con Gabinetes débiles. Discípulos de Carr como Paul Preston, Juan Pablo Fusi y Charles Powell rindieron homenaje por la tarde al prestigioso profesor de Oxford.
En el breve y fulminante retrato que de Franco hizo Ray mond Carr aparece un dictador "interesado, sólo en la política internacional y de orden público, gastando semanas enteras en la caza y la pesca, y sin cono cimientos sobre los ministros en potencia,". A su falta del talento esencial de primer ministro para forzar decisiones se unía el hecho de que la doctrina de la responsabilidad colectiva de los ministros era impensable en aquel régimen. Raymond Carr explicó en su conferencia que el problema del franquismo no es identificar sus fallos, sino explicar su larga duración. En su opinión, el éxito del franquismo "reside en su capacidad para absorber a la clase media tradicional y a la nueva c ase media, producto en parte d la corrupción de los primeros años (el estraperlo es un ejemplo curioso de movilidad social)".
El historiador citó unas palabras de Franco en las que ex presaba que su legado no sería el Valle de los Caídos, sino una clase media. importante. Y Carr leyó el fragmento de una obra de Jorge Semprún, cuando el escritor llega a una playa que recordaba desierta en el año 1936 y que, un día de agosto de 1975, está cubierta por cientos de toldos, familias con la tortilla de patatas, señoras fondo nas y despechugadas, el resulta do del irresistible y meritorio ascenso "de las sufridas e insufribles clases medias". Una clase media que sufrió en buena parte un proceso de alienación "que se puede ver en el campo de la cultura". "Los novelistas no podían criticar di rectairnente al régimen, pero la mayoría hizo una crítica feroz de la sociedad franquista", dijo Carr, que no se refiere a los autores del exilio como Juan Goytisolo, sino a la novela rea lista a partir de los años cincuenta. Por ejemplo, Delibes. "Tomemos el libro Cinco horas con Mario, publicado en 1966 sin problemas de censura: una crítica devastadora del materialismo y catolicismo superficiales; e hipócritas, donde bastaban unas relaciones y un poquito, de mano izquierda para prosperar".
Una consideración final para explicar la larga vida delfrancere a la repre-,juismo se refisión, "aparte de la fisica, siempre presente hasta los últimos años,, la administrativa", según Carr.. "Obtener el pasaporte o el permiso de conducir es un test político en los primeros años, o conseguir un puesto como cartero o profcsor".Raymond Carr terminó con la referencia a un disidente checo: el verdadero peligro es aceptar la necesidad de conformarse. El historiador se ha preguntado muchas veces cómo se hubiera comportado él, padre de familia numerosa, miembro de la clase media y con ambiciones profesionales, en un régimen como el franquista. Y Carr cree que no hubiese sido lo suficientemente valiente para oponerse públicamente al régimen. Pero incluso cobardes naturales de la clase media como él, ironizó, podían salir del mutismo prudencial en los años finales del franquismo. "Eso representa el éxito de la oposición democrática, a pesar de la clandestinidad". "La oposición no sólo negaba toda la legitimidad al régimen, sino que, lo que es más importante, había presentado una alternativa democrática moderna". El retorno a la sociedad civil, según Carr, significó en los últimos años el deseo de volver a alternativas democráticas para salir de aquel régimen dictatorial.
Un hispanista decisivo
A. F. R., "Yo soy una figura del pasado remoto", dijo ayer Raymond Carr quitándose importancia. "Este homenaje es cosa de los discípulos míos de Oxford", anadió. "Yo sólo tuve la oportunidad excepcional, en los años sesenta, de escribir con cierta libertad desde fuera de España sobre el siglo XIX y el franquismo, cuando en España no existía esa posibilidad".Pero la humildad de Carr contrasta con el entusiasmo de discípulos y organizadores. Lo resumió Javier Tusell, que preside el encuentro internacional sobre el régimen de Franco que se celebrará hasta el próximo viernes en Madrid. "Carr significa mucho para los historiadores de mi generación, entre los 40 y 50 años de edad", dijo Tusell. "Es el principal hispanista británico sobre la España contemporánea, con obras decisivas como España, 1808-1939". 'En la jornada de ayer intervinieron, además de Raymond Carr, Juan Pablo Fusi y Santos Juliá. El primero relacionó a Hitler, Mussolini y Franco, y pintó a este último como la contraimagen del héroe carismático. Santos Juliá planteó una sugerente vía de discusión historiográfica y sociológica. "El franquismo puede ser entendido como una quiebra de continuidad tanto de procesos económicos, sociales y políticos, que viene a paralizarlos y a congelarlos", dijo. "Se detiene durante años el éxodo rural y la transformación del paisaje social agrario; las ciudades disminuyen el ritmo de su crecimiento; el proceso de democratización fue no sólo interrumpido sino liquidado, exterminado; la explosión cultural de los años anteriores es seguida de la onda de presión cultural en la que muchos de nosotros nacimos y de la que todavía no acabamos de recuperarnos..." El franquismo puede ser considerado, según Juliá, no como la culminación del fracaso histórico español sino como la quiebra del proceso histórico de una manera dramática, brusca y trágica.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.