La enfermedad de Leonora
En el año 1941, hace medio siglo, traté como médico a Leonora Carrington. La recuerdo perfectamente, tanto a ella como paciente, como si hoy, ante el progreso de la psiquiatría, me atreviera a pensar si era una enferma. Por la ansiedad con que defendía su surrealismo podría haber sido calificada de asocial y candidata a una clínica psquiátrica de Santander. Médicos de prestigio, abogados, hombres de negocios y diplomáticos, por su anormal conducta, nos la confiaron para que Leonora recuperase un buen y bien vivir.La historia de la enfermedad de Leonora es clara y objetiva, ya que se coliga de la narración que ella hace en su libro Memorias de abajo. "Volvemos a insistir en que en 1941 Leonora era una paciente de un fácil diagnóstico de psicosis de Kleist o marginal; mas esta enfermedad podía ser sintomática, como protesta de su arte surrealista. La enferma se curó con sólo tres sesiones de meduna (choque convulsivo químico con cardiazol). El electrochoque aún comenzaba.
El surrealismo, que ya pasó, negaba todo lo racional y lógico; era, para algunos psicoanalistas, mágico, primitivo y analógico. Negaba lo religioso, con la excepción para nosotros del catolicismo, del que no había referencias. El surrealismo deseaba, desde la negación de todo, que la humanidad reviviera una civilización y cultura noble y trascendente. En el lenguaje presente, el surrealismo era un barbecho para el principio de finalidad y la sintropía (Fantappie y Arcidiacono del presente cultural), teniendo incluso su metafisica y ontología. El surrealismo era profilaxis.
Leonora Carrington amaba el surrealismo y su arte, como el de otros compañeros; retrospectivamente desde la finalidad, deseaba que el desuso político, bancario y cultural "meriatra", que diría Sarró, no fuese "puñalada agonizante" para el hombre de 1992.
Leonora, en 1941, sanó al adaptarse a la sociedad de entonces. Su misión había terminado.
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