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Reportaje:

Una bofetada de hace 200.000 años

Una muela astillada, primer fósil humano hallado en un yacimiento prehistórico madrileño

Juan Carlos Sanz

En el pleistoceno medio, hace unos 200.000 años, todavía no gobernaba el socialista Joaquín Leguina, aunque lo sospeche su oponente Alberto Ruiz Gallardón. Entonces, un par de individuos preneandertales cazaban en el valle del río Lozoya osos y toros de considerable tamaño y luego los cocinaban a la brasa, pues ya conocían las flechas y el fuego. De una muela astillada se deduce que uno de ellos recibió una histórica bofetada o sufrió una caída. Todo ello se sabe tras las excavaciones del yacimiento cuaternario de Pinilla del Valle, en la sierra madrileña.

Ahora que la Comunidad de Madrid va a cumplir su primer decenio, merece la pena volver la vista atrás. Por ejemplo, al primer madrileño conocido -tal vez venía de Burgos, vista su similitud con los restos hallados en el yacimiento de la sierra de Atapuerca- también se le pudo haber caído un canto de sílex en el asado. Pero sabía mondar el cráneo de los ciervos para poder poner vasos en la mesa sin tener ni idea de cerámica. Un día de julio de 1979, el profesor de Paleontología Francisco Alférez paseaba con sus alumnos de la Complutense a la vera del pantano de Pinilla del Valle -150 habitantes, a 90 kilómetros al norte de Madrid- cuando se encontró un hueso de caballo. Alférez, que recuerda mejor los periodos interglaciares que el nombre de los funcionarios de la Consejería de Cultura que le regatean las subvenciones, tuvo una intuición.

Confirmación

El laboratorio confirmó su instinto fósil: los équidos de metro y medio de alzada desaparecieron de la Península hace siglos. "Un anticuario tampoco se suele equivocar al tocar la pátina de un mueble", se jacta el paleontólogo. Así que volvieron a excavar cerca de la cola del pantano. Parece que cuando se construyó el embalse, en 1967, el talud de un camino dejó al descubierto un conjunto de galerías de estalagmitas. De entre los escombros surgieron mandíbulas de hienas de las cavernas, un astrágalo de rinoceronte, mamíferos que desaparecieron de esta parte del planeta con los últimos grandes fríos.También hace mucho tiempo, en 1980, el delegado de Cultura en la Diputación Provincial de Madrid, el comunista Luis Larroque -luego se marchó al PSOE y fue primer teniente de alcalde de Juan Barranco-, se entusiasmó con el yacimiento cuaternario de la sierra madrileña -el valle del Manzanares, rico en fósiles, ya estaba muy estudiado- y les concedió un millón de pesetas al año para proseguir las prospecciones.

Luego, en 1983, nació la Comunidad de Madrid, y las subvenciones fueron a la baja. "La Comunidad tiene otros objetivos, como la confección del mapa arqueológico regional", explicaron. Y mientras tanto seguían los hallazgos de quijadas de caballos, cabezas de osos, caparazones de tortugas y fémures de vertebrados. Mejor dicho, de sus antepasados. Incluso huesos de león.

"En un par de campañas de excavaciones -unos tres millones de pesetas- podríamos salir de dudas; en paleontología no se juega sobre seguro, es como el póquer, y cuando se tiene un ful de ases hay que apostar", explica el profesor de la Complutense. En 1985, un equipo de la universidad alemana de Colonia dató la antigüedad del yacimiento: 200.000 años, un poco más de lo que reflejaba la fauna fósil.

El director regional de Patrimonio Cultural, Miguel Ángel Castillo, no cuestiona la antigüedad de los hallazgos de Pinilla, pero asegura que su departamento tiene otras prioridades más justificadas. "Que vengan aquí y nos traigan el proyecto", recomienda el director de Patrimonio Cultural, "y ya hablaremos; desde hace años no han vuelto a solicitarnos una subvención".

Hace apenas dos años, la Comunidad costeó el estudio geotécnico que desveló que bajo tierra se encontraba un habitáculo de 150 metros cuadrados: un abrigo en visera o cueva somera. "Debió de ser un sitio cómodo para el hombre; probablemente, los torrentes arrastraron al exterior los restos fósiles desde el fondo de la cueva. Ahora falta descubrir si en su interior queda algo más de lo que se llevó- el agua. Es como jugar a todo o nada", argumenta Alférez.

El hallazgo de dos molares y un canino humanos parece aumentar el valor del yacimiento. Si bien la industria lítica (manejo de la piedra) se verifica en muchas otras excavaciones, es la primera vez que se localizan restos de un hombre del pleistoceno -preneardental europeo- en Madrid. Cazadores, con poco más de metro y medio de estatura, aún no tenían maña para dedicarse a la pintura rupestre. Tampoco conocían los metales ni la cerámica. Pero se desenvolvían bien en la sierra madrileña, a 1.100 metros de altitud, en medio de un clima templado y un bosque mediterráneo muy parecido al actual monte de El Pardo. Por ejemplo, transportaban brasas dentro de un hueso sin médula para poder encender fuego durante una cacería.

Bernabé Roldán, profesor de Toxicología y Legislación Sanitaria en la Complutense, certifica que el hombre de Pinilla sufrió un traumatismo dental en vida. Las radiografías reflejan que la lesión pudo ser producida por "una caída, o más bien por un golpe recibido", según su informe odontológico. Sin aventurar otros juicios, Roldan concluye con reservas "pensando que en los tiempos primitivos el origen más probable de la traumatología sería la violencia". La muela del hombre de Pinilla está desde el día 25 de marzo en el paseo de la Castellana. Participa en la exposición Los primeros europeos, en el Museo de Ciencias Naturales.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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