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Crítica:CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Contra la amnesia

El 29 de abril de 1962, Els Setze Jutges hizo su primera aparición pública con el nombre que le diera Josep Maria Espinás. Nacía la nova cançó como un esfuerzo típicamente populista de un grupo de burgueses y algunos universitarios -en palabras de Manuel Vázquez Montalbán- que querían replantear el hecho de la lengua catalana -según Miquel Porter-. El 14 de febrero de 1967, Rafael Subirachs y Lluís Llach completaban los 16 jueces. Hace 26 años.Ara (Ahora) es el título del último disco de Lluís Llach. A sus 44 años, el músico de Verges (Gerona) ha querido recuperar algunas canciones claves del último cuarto de siglo; canciones que pertenecen ya a la memoria popular y marcaron las esperanzas de una generación que ahora las traduce por desengaños.

Lluís Llach

Lluis Llach (voz, sintetizador), Laura Almerich (guitarra, marimba, viella de roda, acordeón, sintetizador), Jordi Armengol (guitarras), Manuel Rabinad (flauta, sintetizador), Quico Rodríguez (bajo), Lluís Ribalta (batería). Teatro Alcalá Palace. 1.000 personas.Madrid. Hasta el 27 de marzo.

Para intentar mantener la ilusión, Llach las ofrece en directo con planteamientos renovados que escapan del mero intento de rentabilizar añoranzas por la cara. El primero de sus cuatro recitales madrileños fue magnífico. Algunas canciones (Maremar, Jo sé, El bandoler) pecan en los nuevos arreglos de una ligereza rítmica y/o una afectación expresiva que liman la emoción y la intensidad de las primeras versiones. Fueron las menos.

En el resto, Llach supo conjugar novedad y recuerdo en un puñado de composiciones magistralmente tratadas: Aprendre, La Madame, Vaig i vinc, Lestaca, País petit, Roda, La gallineta, Torna aviat... Todas ellas con arreglos imaginativos, interpretados por músicos tan sutiles como excelentes, con un especial cuidado de los timbres y los planos sonoros, y mimando esa melancólica intimidad en, la que Llach borda sus mejores momentos para librar una batalla contra la amnesia.

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