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Presencia artística española en Nueva York

Con una fuerte presencia española, que ya no está además sólo referida al arte del pasado, la temporada de exposiciones neoyorquina dobla en estos momentos el cabo del comienzo de la primavera, el último tramo del curso artístico de 1992-1993.Empezando por lo que concierne a nuestro país, evidentemente, el acontecimiento principal es la muestra titulada Picasso y la Edad de Hierro, cuya comisaría es la española Carmen Giménez, y que reúne no sólo las esculturas en hierro del genial artista español, sino una selección de obras de Julio González, David Smith, Alberto Giacometti y Alexander Calder, elegidas entre las que éstos realizaron entre aproximadamente 1925 y 1950, momento crucial de la crisis de la vanguardia histórica y asimismo reflejo de la agonía espiritual de la época de entreguerras.

Inaugurada oficialmente el 19 de marzo en el Museo Ciruggenheim de Nueva York, cuya rampa central ocupa por completo, esta exposición permanecerá abierta al público, en principio, hasta el próximo 16 de mayo.

Sendas laterales

Antes de continuar con la relación informativa de esa insólita presencia española en Nueva York, hay que señalar que en el propio Guggenheim, en sendas salas laterales, se pueden visitar también una monográfica del escultor norteamericano Richard Serra y la muestra titulada Ósmosis, un pequeño Juguete intelectual pensado por el crítico italiano Germano Celant para, comisario del Guggenheim, combinar las obras del italiano Ettore Spaletti y el norteamericano Haim Steinbach. Pero, en fin, los españoles actuales presentes en la programación de las galerías son Antoni Tàpies, que exhibe una, importante selección de obra en la Pace Gallery, y los jóvenes escultores Juan Muñoz (gallería de M. Goodman) y Pello Irazu (galería John Helman).Más polémica, y con el sambenito de promoción institucional, poco útil en estos duros pagos neoyorquinos, también hay que mencionar la exposición de artistas canarios en el Spanish Institute. La muestra, titulada Desde el volcán: artistas canarios del siglo XX, se ha visto envuelta en una discusión ya que el escultor Martín Chirino fue incluido en la lista de los participantes sin haber sido consultado, y tras haber manifestado su desacuerdo con los criterios de selección de la muestra. Aparte de ésta hay en Nueva York otra exposición de artistas canarios titulada Una historia natural del Atlántico Sur.

Por lo demás, y aunque el buen aficionado sabe que la situación de la oferta artística neoyorquina lleva tiempo en un peligroso plano inclinado, no se puede ni mucho menos despreciar lo que actualmente cabe visitar en los principales museos de la ciudad.

El suntuoso Museo Metropolitano, por ejemplo, ofrece hasta el 23 de mayo una pequeña, pero muy impresionante, muestra de escultura griega titulada, con el característico énfasis publicitario, El milagro griego. La escultura griega desde la caída de la democracia. El siglo quinto antes de Cristo, que reúne 34 piezas de envergadura, algunas anteriores o posteriores a lo que se anuncia como marco cronológico de la exposición.

En este mismo museo está abierta al público, hasta el próximo 26 de mayo, la muestra titulada Dibujos de Daumier, una selección de 130 obras del genial artista francés del siglo XIX, pero que en este caso no se limita sólo a dibujos, sino que contiene pinturas, esculturas y grabados, formando un soberbio conjunto.

El plato fuerte en el Museo de Arte Moderno (MOMA) son, respectivamente, la retrospectiva monográfica dedicada a Max Ernst, que sabiamente ha recogido lo mejor del artista dadaísta-surrealista alemán durante toda su primera época, y una de las mejores antológicas que se han hecho de Joseph Beuys dibujante.

En cuanto al Museo Whitney, dedicado, como es sabido, a la promoción del arte norteamericano, hay que señalar que exhibe actualmente su célebre bienal, cuya principal utilidad es la de constatar la situación patética del arte joven norteamericano, tan cargado de moralina y efectos especiales como despojado de ideas y, lo que es peor, de potencia artística y de auténtica convicción moral.

El coche de bomberos de plástico a tamaño natural, aparcado a la puerta del museo como un gigantesco juguete, avisa a la entrada qué clase de incendio se va a encontrar al traspasarse el umbral.

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