Kate Atkinson, la inclasificable superventas de las letras inglesas: de la novela negra al mundo mágico de Yorkshire
La autora, que ha vendido millones de ejemplares de sus historias, defiende la necesidad de tomar distancia de la actualidad. Se publica en español su colección de relatos ‘Normas aparte’
Kate Atkinson (York, Inglaterra, 73 años) da un respingo de protesta cada vez que alguien define su literatura como realismo mágico. Pero el delirante mundo del condado inglés de Yorkshire en el que se alojan sus novelas y relatos, donde una niña es capaz de morir y resucitar una y otra vez hasta que construye el sentido de su vida, o donde perros y caballos conversan con humanos, tiene mucho de Macondo.
― No es muy normal lo de un perro parlante.
― Lo es en los cuentos de hadas, y en la literatura infantil inglesa, que siempre han sido mi principal inspiración―, ríe Atkinson mientras da un sorbo a su café americano y conversa con EL PAÍS en un elegante y céntrico hotel de Edimburgo, la ciudad escocesa donde vive desde hace más de dos décadas.
Su nueva colección de relatos, Normas aparte, acaba de publicarse en español (AdN). Aparece más de veinte años después de Not The End Of The World (No es el fin del mundo), su primera antología de historias cortas, un formato que gusta especialmente a la autora, porque le obliga a ser concisa y refrenar una imaginación desbordante.
“Soy una escritora bastante orgánica, me interesa averiguar el lugar al que la novela me está llevando. Si supiera de antemano todo lo que voy a escribir perdería las ganas de hacerlo. Aunque el final siempre lo tengo claro”, explica. “Hay un terreno intermedio, imagino, que todavía no he logrado dominar, en el que diseñas una estructura sobre el papel y te ajustas a ella”, admite.
Atkinson ha vendido más de cuatro millones de ejemplares de sus libros y es una autora venerada en medio mundo. En Estados Unidos tiene una legión de seguidores. Su literatura ha sido elogiada tanto por críticos como por autores contemporáneos de la talla de Stephen King o de la fallecida Hilary Mantel, otra gran dama de las letras inglesas. Es legendario el artículo que esta última escribió en defensa de Atkinson en la revista London Review of Books (LRB), frente a una prensa clasista, ignorante y condescendiente que no supo digerir el éxito tardío de una autora inclasificable.
En 1995, Atkinson ganó el premio literario Whitbread, hoy conocido como Costa Book Award, en la categoría de primera novela, con Entre bastidores (Behind The Scenes at the Museum). Aunque el galardón a la mejor obra del año se lo llevó un autor ya consagrado como Salman Rushdie, con El último suspiro del moro, toda la atención se centró en una desconocida de 43 años. Al rastrear su pasado, y todos los trabajos de juventud que la escritora desempeñó hasta embarcarse en el mundo editorial ―como ha pasado con decenas de escritores varones―, los periódicos cayeron en la trampa fácil de resaltar su breve tiempo como camarera de hotel.
El tufo de clase en las críticas y artículos, denunciado por Mantel ―que formó parte del jurado aquel año― en la pieza que escribió para la LRB, resultó insoportable. Hasta el presidente del comité de expertos que seleccionó la obra, Richard Hoggart, señaló con condescendencia que Atkinson “había escrito una novela posmodernista, pero quizá no era consciente de ello”. La escritora había dedicado su tesis doctoral de literatura al posmodernismo de la literatura estadounidense.
“Mi editorial, tan sorprendida como yo por aquel premio, quiso publicar una reseña biográfica de urgencia, y me preguntó qué trabajos había desempeñado”, recuerda Atkinson con la calma y el olvido de quien sabe que el éxito y el tiempo ha puesto las cosas en su sitio. “Mi currículo era el de cualquier escritor: fui asistente de hogar, limpiadora, tutora de estudiantes… todo ese tipo de trabajos que uno hace en su época universitaria. Y sí, durante unas vacaciones de verano fui camarera de hotel. Eso fue lo único que interesó a muchos periodistas”.
Historia, detectives y espías
Después de aquello llegaron más premios, y una producción desbordante de novelas que se extendían por todos los géneros posibles. Muchas de ellas llevadas de inmediato a la pantalla por la BBC, como Una y otra vez o Un dios en ruinas, donde Atkinson recrea, alrededor de la idílica casa de campo Fox Corner, la Inglaterra previa a la Primera Guerra Mundial, tan añorada hoy por nostálgicos confundidos.
“Es esa era dorada, anterior al desastre, que todo el mundo ama. Es el territorio de E. M. Forster [el autor de Una habitación con vistas o Pasaje a la India], ese sentimiento de seguridad de la clase media inglesa que, de repente, desapareció. Cuando tú escribes sobre esa época eres consciente de que la comodidad y estabilidad de la sociedad inglesa están a punto de desaparecer, y eso lo hace más atractivo”, explica Atkinson.
La saga más popular de Atkinson la componen las seis novelas protagonizadas por el detective Jackson Brodie, que la BBC también ha convertido en una serie de éxito. Exmilitar, expolicía, divorciado, atormentado por su pasado y con una enorme empatía por la desgracia humana que le convierte en imán de los desventurados. La escritora, que siempre ha rehuido el debate político del Reino Unido, ha utilizado las reflexiones de su atractivo antihéroe para expresar su opinión sobre asuntos contemporáneos, como el Brexit (“el final de la civilización tal y como la habíamos conocido”) o el movimiento Me Too (“Es curioso el número de hombres que acaban definidos por su caída… Rara vez ocurre con las mujeres. Ellas no caen. Ellas se levantan”).
“Me encanta la ficción, y ser capaz de mantener la distancia necesaria para centrarme en mi obra artística. Claro que comento la actualidad, incesantemente, pero en mi casa. Porque lo que quieres es que tus novelas aguanten el paso del tiempo y que la gente las siga leyendo. Debes introducir asuntos actuales, sí, pero con la distancia necesaria para hacerlos interesantes, para que el lector no los vea como algo efímero”, explica Atkinson.
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