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LA LIDIA / FALLAS DE VALENCIA

Un triunfo de Enrique Ponce

Dos orejas, vuelta al ruedo entre aclamaciones, clamorosa salida a hombros por la puerta grande: ese fue el triunfo de Enrique Ponce en su primera comparecencia ante la afición valenciana después de haber proclamado figura indiscutible del toreo la temporada anterior. Y ya no habría nada más que decir, ni que matizar, porque el veredicto del público es inapelable y todo cuanto hizo el torero debió de parecerle maravilloso, para entusiasmarse tanto.Enrique Ponce toreó bien, como no podía ser de otra forma, pues tiene conocimiento del oficio y un excelente gusto interpretativo, que le impiden torear mal. Los pases de remate y adorno, sobre todo, y con ellos el trincherazo clásico, el cambio de mano en todas sus versiones y el pase de pecho hondo, los borda. Y, sin embargo, se le resiste el toreo al natural, que es el fundamento de toda faena de muleta.

Marca / Rincón, Ponce, Rosa

Cinco toros de José Luis Marca (uno devuelto al corral por inválido absoluto), discretos de presencia, manejables, varios aborregados, inválidos. 4º, sobrero de Fermín Bohórquez, bien presentado, manso. César Rincón: dos pinchazos, estocada, dos descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada atravesada, intenta el descabello, pinchazo -aviso- y estocada (silencio). Enrique Ponce: pinchazo hondo, rueda insistente de peones y cuatro descabellos (ovación y salida al tercio); estocada caída (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Ángel de la Rosa, que tomó la alternativa: estocada baja (oreja); aviso antes de entrar a matar, dos pinchazos, media trasera caída y descabello (palmas).Plaza de Valencia, 16 de marzo. Quinta corrida de Fallas. Lleno.

No es que carezca de recursos para ejecutarlo. Sin ir más lejos, los naturales que instrumentó al quinto toro fueron los mejores muletazos de la larguísima faena premiada con las orejas. Ahora bien, instrumentada esa sola tanda, volvió a cambiar de mano, seguramente porque pegando derechazos que es modalidad más fácil, cómoda y de mayor ventaja consigue los mismos clamores y las mismas aclamaciones que si estuviera reinventado todo el arte de torear. El público valenciano estaba entregado a Ponce y cuanto hacía lo rubricaba con encendidas ovaciones. Hubo tardes, antes de ser figura, en que toreó mejor, y le aplaudía menos. Lo cual es perfectamente lógico, porque el público valenciano (y muchos otros), cuanto más importante es el torero, más aplaude. Cómo toree, ya importa menos. La primera faena de Ponce, construida con derechazos de buen ajuste, un circular largo, naturales sin temple, y en conjunto superficial, habría sido premiada igualmente con dos orejas si llega a matar a la primera.

Luego está la realidad del toro, que era una mona. Todos los toros eran unas monas, lo que no preocupó al público de Valencia. En esta plaza, con que los toros aguanten medianamente en pie y tengan cierto tipillo gordezuelo, la gente se da por satisfecha. Distinto es, por supuesto, que salgan tullidos. El cuarto se pegaba unas costaladas impresionantes, dio varias volteretas y provocó gran protesta, que el presidente no quiso atender. Mas, al banderillearlo, se quedó el toro tumbado, y ya no cabía otra solución que devolverlo al corral.

Un espontáneo con 'chupa'

Salieron entonces los cabestros por un lado, y por otro un espontáneo, que se quitó la chupa cuero y citó con ella a la manada. Lógicamente sólo embistió el toro (los cabestros estaban entretenidos en evacuar cagallón), aceptó unos mantazos y del esfuerzo cayó fulminado.El sobrero resultó manso y duro de: pezuña. César Rincón lo muleteó valiente junto a chiqueros dándole la querencia, y esa faena tuvo mérito. Su faena al primer toro ya no la tuvo, pues se trataba de un inválido que apenas embestía. A Ángel de la Rosa le correspondió otro que, además, padecía somnolencia. Era el toro de la alternativa, y el entusiasta toricantano se esforzaba en embarcarlo por naturales cargando la suerte, pero mejor habría sido que le pusiera un despertador en la oreja. Hubo un momento tenso: fue cuando el toro se paró a mitad de un pase y campaneó al torero entre las astas. Al sexto le hizo Ángel de la Rosa una faena larguísima, que careció de relieve.

El público ya se impacientaba con tanto pase y, además, estaba deaseando aclamar a Enrique Ponce y sacarlo a hombros por la puerta grande. Y así fue, finalmente. Lo cual supuso el definitivo refrendo al poncismo militante y la consagración del titular de la causa por los siglos de los siglos, amén. O sea, hasta la próxima.

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