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Asinos sin identificar

Soledad Gallego-Díaz

Los asesinatos del arzobispo Óscar Arnulfo Romero y de la joven médico española Begofia García Arandigoyen, de 24 años, pertenecen a dos categorías distintas: el primero es consecuencia de un contrato al más puro estilo mafioso, con un profesional del crimen por medio. El segundo, la acción bárbara de un grupo de soldados sin identificar que, una vez capturada, le rompió los brazos, le propinó algún bayonetazo y finalmente le dio dos tiros en la nunca y el cuello.Trece años más tarde, sigue sin saberse quién fue el autor material del asesinato dé monseñor Romero. Según los testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad, fue un hombre con barba, que desde un Volkswagen de color rojo y con un solo disparo de fusil, de calibre 22, alcanzó a muchos metros de distancia el pecho del arzobispo, que estaba en ese momento oficiando misa en la Capilla del hospital de la Divina Providencia.

La Comisión de la Verdad se asombra de que todavía hace cinco meses las Fuerzas Armadas salvadoreñas señalaran oficialmente al Frente Farabundo Martí como responsable del asesinato del obispo. El Ejército siempre ha pretendido ignorar lo que está oficialmente comprobado: que fue el mayor Roberto D'Abuisson, líder de un grupo de extrema derecha, con conexiones en las Fuerzas Armadas y ya fallecido, quien organizó y pagó el crimen. Incluso hay un testigo para demostrarlo: Amado Garay, chófer del capitán Alvaro Saravia, íntimo de D'Abuisson, que el 24 de marzo de 1980 condujo al asesino hasta la capilla.

Muerte terrible

La médico española Begoña García Arandigoyen tuvo una muerte aún más terrible. Había llegado a El Salvador en septiembre de 1989 para colaborar con el Frente. El 10 de septiembre de 1990, en el departamento de Santa Ana, fue capturada por miembros de la cuarta compañía de la Segunda Brigada de Infantería, enzarzados en una refriega con guerrilleros. El teniente general José Antonio Almendáriz pretendió que Begoña había muerto en el transcurso de los combates.

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La Comisión, a la vista de la autopsia practicada por forenses españoles y del informe realizado por un perito norteamericano, está segura de que no fue así: las heridas revelan que recibió dos tiros, uno en cada codo, que le propinaron cortes con "un instrumento cortante tipo bayoneta" y que, finalmente, murió de dos tiros a quemarropa, en la nuca y en el cuello.

Los autores materiales del asesinato de Begoña García Arandigoyen no han podido ser identificados, pero sí aquellas personas que, intentaron encubrirlo: el teniente Roberto Hernández García, mando inmediato de la unidad implicada, y el mencionado teniente coronel Almendáriz, mando ejecutivo de toda la Brigada. Por no hablar de la responsabilidad del poder judicial: el juez Oscar Avilés Magaña y el forense Neftalí Figueroa, que ocultaron datos.

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