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Volver a vivir dos siglos después del exterminio

Los aborígenes australianos exigen sus derechos y propiedades

Juan Jesús Aznárez

La australiana que me pide tres dólares para cerveza en el barrio de Redfern es negra y sucia. Negra de cara, negra de pelo, negra. de ojos. Es una piltrafa negra de mirada estática y vacía que se emborracha al mediodía con otros siete negros a la deriva. Todos son aborígenes, los primeros pobladores de Australia. Malviven en este suburbio de la bella Sidney, no lejos de la hermosa bahía de Bondi donde magníficos ejemplares anglosajones se baten el cobre con tablas de surfing y pelotones playeros. Casi 205 años después del comienzo de su extermino, los últimos aborígenes australianos exigen al Gobierno la devolución de todas las tierras arrebatas por el colonialismo británico.

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Algunos piden la independencia, otros autonomía y abogados de uno de los movimientos más agresivos en la reclamación piden el centro urbano de la ciudad de Brisbane, algo así como pedir la Luna iAlgunos éxitos judiciales en el reconocimiento de títulos de propiedad han animado los esfuerzos de quienes desean devolver la dignidad a una comunidad marginada. Lois O'Donoghue, defensora de la causa, subraya que cualquier legislación que no incorpore los principios más elementales de justicia natural y social será considerada como una continuación de la política de histórica desposesión de los indígenes australianos. "Es hora ya de que alguien demuestra un liderazgo en este problema. Pero me da la impresión de que todos los políticos del país consideran que el asunto es demasiado delicado como para ser tratado durante la campaña electoral". En la campaña que concluyó con los comicios del sábado y el triunfo del laborista Paul Keating, apenas se abordó la situación de los aborígenes.Ben Haneman, profesor honorario de la facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, es un hispanófilo de 70 años que cuenta con la biblioteca privada más importante de Siney: 50.000 volúmenes y mil ediciones de El Quijote. "Tenemos que encontrar fórmulas de reconciliación con los aborígenes", dice. "Algunos de ellos han logrado cierta relevancia social. No es el caso de la gran mayoría".

40.000 años de existencia

En 1788, año del nacimiento de Australia como colonia penitenciaria inglesa, habitaban estas remotas tierras oceánicas 750.000 aborígenes. Lo hacían desde 40.000 años atrás. La llegada del capitán Arthur Phillip con la primera población reclusa, cuyo alojamiento era imposible en las atiborradas cárceles británicas, significó el principio del fin. En los años treinta, el número cayó hasta 60.000. Fueron diezmados por el hombre, los trabajos forzados, las enfermedades y la melancolía. Y todavía siguen cayendo, porque en galeras se muere antes.

Los aborígenes puros son hoy unos 40.000 y los australianos con algo de su sangre se acercan a los 300.000, en una población de 17 millones de personas. Muchos trabajan en fábricas y oficinas urbanas pero su aceptación social o la integración de la mayoría es muy díficil. Los hijos de matrimonios mixtos generalmente se avergüenzan de sus orígenes. Sally MIorgan admitió su pertenencia al gueto. En el libro Mi lugar cuenta cómo despojaron a su familia y reconoce que mintió a su hija para evitarle soledad y complejos. Le dijo que descendía de progeni.tores indios.Un barrio marcadoLos aborígenes representan únicamente el 1,1% del total de los vecinos de Reffiern, pero el barrio está marcado. Eveleigh es la calle maldita. Robos, reyertas, botellas rotas, alcoholismo, cabinas telefónicas rotas o vagablandeo son sus principales señas de identidad. Son los problemas, en Nueva Gales del Sur o en el Territorio del Norte, de esta raza esquilmada por conquistadores que sometieron sin mestizaje. En Tasmania, el genocidio fue brutal y planificado.

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Intentar un diálogo con la mujer que pide tres dólares, y otros tantos cuando recibe los primeros, es imposible. En ella, como en gran parte de sus compatriotas sin patria, la pérdida de la autoestima parece irreversible. Algunas provocan el embarazo para cobrar el subsidio marcado por la ley: 20.000 pesetas a la semana hasta que el hijo cumpla 16 años.

José Antonio Letona, antropólogo que estudió el problema es actualmente jefe de la oficina de turismo de España,en Australia. Letona destaca que las tribus aborígenes perdieron la tradición oral que las distinguía. "Perdieron el profundo significado de los animales y sueños, una cultura propia transmitida de padres a hijos. Así sabían quiénes eran y de dónde venían", dice. "Han perdido su propia identidad".

El presupuesto estatal para la atención déesta comunidad desorientada, con derecho, al voto a partir de 1967, es importante: unos 70.000 millones de pesetas.La seguridad social corre con la mayoria de sus gastos y se les reconocen los derechos ciudadanos. La realidad, sin embargo, es más dramática. En algunos lugares, la ley se aplica arbitrariamente o simplemente se ignora. Tampoco faltan los australianos que protestan al considerar que sus impuestos alimentan una partida de vagos.

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