El infierno cotidiano de Sarajevo
Uno de los rasgos distintivos y mejores de este festival es su esfuerzo para desvelar los hallazgos de] cine dentro del lado criminal de la política. Anoche, la Berlinale ofreció una sesión especial con dos documentos de gran fuerza y altura: el holandés Requiem, de Reni Martens y Walter Marti, y el francés Un día en la muerte de Sarajevo, donde el escritor Bernard-Henri Levy nos introduce en la ciudad bosnia sitiada, y con él asistimos al rutinario infierno de su vida cotidiana. Así, la Berlinale cumple con uno de sus propósitos fundamentales.
Este excepcional documento fue emitido hace pocas semanas por TVE en su programa Documentos TV, uno de los mejores de toda la televisión española y, por consiguiente, de los de menor audiencia. Nada hay en él que no sepamos por los periódicos y los noticiarios. Son las mismas imágenes, pero mucho más cercanas, pistas, enfocadas y ordenadas de otra manera muy diferente de la que obliga la fragmentación informativa de urgencia. En Un día en la muerte de Sarajevo entramos, sin apenas damos cuenta de ello, en el interior de los huecos de esa fragmentación, en busca de algo que hay más allá de la noticia y que los autores de este documento nos muestran con hondura y sagacidad: "¿Qué es de la vida humana dentro de la muerte de Sarajevo".
Símbolo de Europa
"La película quiere contar", dice Bernard-Henri Levy "qué les ocurre a los pobladores de Sarajevo en medio de la muerte lenta e inexorable de su ciudad. Les dejé, cuando me fui de allí el pasado verano, en estado de absoluto desastre, desesperación y abandono. Y he querido contar lo que les pasa".El escritor francés se encuentra todavía conmocionado por su experiencia, y exclama: "Vamos a dejar que triunfen el racismo, el fascismo, la limpieza étnica? ¿Podemos aceptar después de Maastricht el espíritu, o la infamia, de un nuevo pacto de Múnich como el que nos impuso HitIer? ¿Ahora, cuando la boca se nos llena con la palabra Europa, vamos a poder construirla sobre las cenizas de esta vieja ciudad, que desde hace mucho tiempo es el símbolo de Europa?".
Este tono emocional y solidario entra en la lógica del primoroso documento, filmado y montado por Thierry Ravalet y Alain Ferrari, que ha devuelto a la Berlinale su proverbial combatividad política, aumentada en esta ocasión por la presencia de Requiem, bellísimo y estremecedor documento de los holandeses Reni Martens y Walter Marti, sobre, textualmente según Marti Ios millones de tumbas de muertos de guerra durante este siglo que hay censadas en Europa".
El director de la Berlinale, Moritz de Hadeln, considera que "es tarea primordial de un festival de cine presentar estas obras, en principio destinadas al consumo de la televisión. Debemos acogerlas en la gran pantalla para así preservar a sus imágenes del igualitarismo impuesto por el rasero de una tele-realidad mediocre y que adopta cada día formas más macabras".
En la competición oficial se proyectaron dos interesantes películas: la israelí, de Assi Dayan, La vida según Agfa, y la china de Xiang Hunnü titulada La mujer del lago de las almas perfumadas. Convencieron y elevaron algo el tono medio, tirando a bajo, de la competición. Interesó sobre todo la primera: un retrato metafórico, bastante crítico y con final catastrófico, de la sociedad israelí actual, representada por los clientes de un bar a lo largo de un día. Transita desde la comedia hasta la más absoluta tragedia, aderezando este tránsito con preciosas canciones de Leonard Cohen.
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