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Un loro escultura levanta las iras de la Sociedad Protectora de Animales

70 obras sorprendentes resumen en Londres los cambios escultóricos entre 1965 y 1975

Andrés Fernández Rubio

La escultura con el loro vivo está fechada en 1967. El animal mira a los espectadores con indiferencia, y un guarda de seguridad custodia la instalación no sea que un piquete de la Sociedad Protectora de Animales, que ha protestado duramente por este uso del loro, aproveche un descuido y lo libere. El montaje de Jannis Kounellis da una idea de la diversión y libertad de un periodo artístico, entre 1965 y 1975, en que la escultura hizo de su condición un universo cambiante. La muestra Gravedad y gracia, en la Hayward Gallery de Londres, resume esos años a través de 70 obras de 20 destacados artistas.

El loro Gem no fue traído de Suiza con las demás piezas que componen la instalación -ocho contenedores, de acero con tierra y cactus y una estructura de acero rellena de algodón-. El loro original se quedó en casa, respetando las ordenanzas sobre animales, y Gem fue alquilado en el Reino Unido a una empresa de adiestradores. Por la noche, es retirado por su cuidador para que pueda dormir tranquilo. Debajo del soporte del que cuelga, hay un cuadrado donde sus deyecciones completan triunfalmente la obra de arte.Los técnicos de esta singular muestra, en la que hay "más gags que gracia", según ironiza Frank Whifford en The Times, no sólo tienen que limpiar la zona del animal, sino también cuidar de que la lechuga de otra obra se mantenga siempre fresca o que no se apaguen las teteras cuyo vapor de agua es indispensable para comprender el mensaje de una tercera instalación.

Las quejas que ha recibido la muestra expresan la vitalidad de unos contenidos que han dividido a los críticos, bastante escépticos ante la resonancia emocional de los materiales cotidianos y banales. No sólo se cuestiona el uso del loro vivo, sino también el concepto artístico, que a Tim Hilton, en The Independent, le parece que plantea muchas preguntas pero da pocas respuestas.

Beuys, tocado

Las obras del intocable Joseph Beuys, entre ellas una vitrina con siete objetos dobles (incluidas dos radiografías de pulmones), y un teléfono acompañado por un trozo de tierra, le sugieren a Hilton el siguiente comentario: "Beuys tiene un aire más siniestro que Broodthaers, pero como artista es igualmente malo". Sin embargo, en The Observer, William Feaver afirma que sólo la creatividad de un Beuys hubiese podido llenar arrolladoramente la Hayward Gallery. La reunión de escultores muy diversos admite piezas irreconciliables -del arte povera italiano a otras informalidades en la utilización de materiales pasando por la calidad abrumadora de Richard Serra o Bruce Nauman-, pero, pese a la dispersión, la muestra tiene como cualidad que divierte, y el público joven es numeroso.

Gravedad y gracia, que permanecerá abierta hasta el 14 de marzo, incluye sorpresas como los sacos con una tira de luz (Barry Flanagan), los 12 espejos con grava (Robert Smithson), los tres montones de ropa vieja cubierta de cristales que se empañan con los silbidos de las teteras en plena ebullición (Michelangelo Pistoletto), las 244 piezas de fieltro gris amontonadas (Robert Morris), la cabeza sobre un pedestal de cuya oreja surge una llama de gas (Jannis Kounellis) y la tienda de campaña titulada Concepción espacial después de Watteau (Luciano Fabro). Cuando llega al Montón de cenizas VI sobre tubos cuadrados (Reiner Ruthenbeck) el crítico de The Independent ya está de los nervios: "El arte de Beuys parece como que oliera. Un montón de cenizas de su continuador Reiner Ruthenbeck realmente huele. ( ... ) Ahora llegamos al triunfo de esta exposición, que es hacer que el espectador compare pilas de detritus".

La crítica Sacha Craddock no es tan visceral en su presentación de la muestra: "La mayoría de las piezas fueron expuestas inicialmente en espacios de exhibición de tipo alternativo. La atmósfera fue informal; la aproximación casi casual, apresurada y un poco sucia. Las muestras se hacían en garajes y los artistas abrían sus estudios. Las nociones de obra maestra o clásico no eran importantes. Sin embargo, como siempre en las exposiciones históricas, la retrospectiva ha conferido a ciertas piezas exactamente esa aura".

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