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Un conflicto latente

Milagros Pérez Oliva

La escasez relativa de órganos amenaza con provocar una conflictividad hasta ahora insospechada. Algo de ello se vislumbró el año pasado en Francia, cuando enfermos renales pendientes de trasplante se manifestaron por las calles de Marsella gritando: "¡Queremos ser italianos, queremos ser italianos!". Y lo decían no porque en Italia hubieran tenido más probabilidades de trasplante, sino por todo lo contrario.El sistema sanitario italiano no sólo no ha dado respuesta al desafío de los trasplantes, sino que ha incentivado la peregrinación de sus enfermos por todos los hospitales europeos. Hasta el punto de que los centros sanitarios del sur de Francia llegaron a tener entre sus trasplantados de riñón a un 50% de italianos. Y en toda Francia el promedio de extranjeros entre todos los trasplantados llegó a ser del 25%.

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La cuestión se planteó ya con toda su crudeza hace dos anos en la conferencia conjunta organizada en Múnich por la Asociación Europea de Trasplantes de Organos y la Asociación Europea de Diálisis y Trasplantes. La pregunta era: ¿de quién son los órganos que se obtienen? Se debatió mucho y se precisó poco: "De la comunidad", fue la respuesta.

Criterio médico

Pero ¿qué se entiende por comunidad? Finalmente, cada país ha tenido que coger el toro por los cuernos y decidir por su cuenta. Los que han reglamentado esta peliaguda cuestión -Francia, Reino Unido, España- lo han hecho en el sentido de identificar comunidad con nación. Francia dio el cerrojazo en agosto pasado.

"El problema es establecer unos criterios justos y objetivos de selección que tengan en cuenta la preferencia de la comunidad, pero que no sean excluyentes. La respuesta ética a este problema es lograr un sistema de distribución que haga posible la prioridad del criterio médico", afirma Octavi Quintana, presidente del Comité de Bioética del Consejo de Europa.

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