El insulto y la injuria
Felipe González emula a Margaret Thatcher y exige el 'cheque español'
Margaret Thatcher consiguió en 1984, el la cumbre de Fontainebleau, su famoso cheque. Ya en una de sus primera cumbres comunitarias había pronunciado su célebre frase: "Quiero que me devuelvan mi dinero". Los todavía Nueve le devolvieron el dinero. Felipe González emulé en los dos días de la cumbre de Edimburgo las hazañas de la dama de hierro, aunque, naturalmente, con tonalidad socialista. La disputa por el cheque fue tan dura que en un momento del debate, un González crecientemente enfrentado a John Major dicen que llegó a decir de una propuesta del primer ministro británico: "Añade el insulto a la injuria". Y amenazó con irse.
El cheque británico es un sistema regresivo de equilibrio de las aportaciones financieras, por cuanto no está calculado más que en función de una contribución considerada como excesiva. González y sus fontaneros idearon el fondo de cohesión como sistema no regresivo de cheque español,, destinado a evitar que dentro de pocos años España se convierta en contribuyente neto a la CE o que apenas reciba ningún tipo de ayuda, cuando se trata de uno de los países más necesitados de inversiones en infraestructuras y de compensaciones a los esfuerzos, a veces socialmente muy dolorosos, de convergencia económica.El 60% del fondo se dirigirá a España, según los cálculos de los funcionarios españoles, por lo que no es de extrañar que se le llame cheque español y que la presidencia británica y buena parte de la prensa de distintos países europeos lo hayan presentado como un proyecto meramente egoísta de Felipe González, ajeno a sus exhibiciones de europeísmo. Las últimas propuestas de Major de mejorar las perspectivas financieras para dotar el fondo de cohesión se dirigían precisamente a alimentar este argumento, convirtiendo su dotación en una especie de sistema de soborno para obtener el permiso para la ampliación de la Comunidad.
Ahí se plantó anoche Felipe González, una vez tenía prácticamente garantizados sus dos objetivos: el de duplicar los fondos estructurales para el llamado Objetivo 1 (regiones conrenta inferior al 75% del promedio comunitario) y el de llegar a los 15.000 millones de ecus (2,1 billones de pesetas) para el fondo de cohesión en los próximos siete años. Todo ello se hacía a costa de los otros objetivos de los fondos estructurales, a costa de la investigación y del desarrollo, de los márgenes de actuación en política agraria, de la ayuda al Tercer Mundo y a los países del Este y un largo etcétera que no podía satisfacer a quien se ha presentado siempre con argumentos solidarios y europeístas. De aceptar esta oferta, González será acusado por los mismos que le sobornan como un cínico y egoísta político nacionalista, que cuida de sus propios intereses con tanta avidez como la señora Thatcher.Amago de 'espantá'
De ahí las duras palabras que se le atribuyen, pronunciadas ayer, en pleno Consejo, al leer una de las últimas propuestas británicas: "Añade el insulto a la injuria". De ahí su amago de espantá: se levantó airado de la mesa, esbozando el gesto de abandono. De ahí también las palabras de sus portavoces, anunciando una noche muy larga y recordando que "la delegación española no tiene ninguna prisa".El Consejo Europeo, que tenía previsto terminar al mediodía, y que a media tarde estaba ya recogiendo los trastos, entró en la noche del sábado con presagios de una larga vigilia. González estaba atrincherado en su idea de la Europea federal y solidaria, ayudado por su vecino Aníbal Cavaco Silva, por el presidente de la Comisión, Jacques Delors, y por los otros dos amigos de la cohesión.Todos se preguntaban por la resistencia de François Mitterrand, aquejado de su mal prostático, aunque siempre dispuesto a realizar cuantos sacrificos le pidan Francia y la Historia. También por el nerviosismo del gigante Helmut Kohl, impaciente ante las dilaciones y los rodeos británicos. Mientras tanto, González seguía resistiendo azuzado por su creciente antipatía e incomprensión hacia John Major de quien, según afirman algunos allegados suyos, no soporta sus quejas y lamentaciones sobre el comportamiento de les conservadores euroescépticos, a los que utiliza como coartada para no ratificar Maastricht.González dice que cumple y quiere que los otros cumplan. Y mira por encima del hombro a quienes no asumen los retos que plantea la historia (cambiar la opinión sobre la OTAN, dar un giro ideológico al socialismo, romper con los sindicatos) y los convierten en cambio en coartadas para la propia indecisión y falta de arrojo.
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