El fin de la censura a los filmes de Zhang Yimou inicia la apertura cultural en China
El Gobierno chino autoriza la publicación de novelas prohibidas hasta ahora
Una atmósfera de tolerancia y aperturismo en el mundo de la cultura y las artes ha coincidido con la celebración del 14º congreso del partido comunista chino, clausurado el domingo en Pekín. Uno de los primeros signos de la voluntad oficial de apertura ha sido la decisión de dar luz verde a la proyección en cines públicos de las películas más recientes del director Zhang Yimou, director de Judou y La linterna roja. Hasta ahora, estos filmes estaban cuidadosamente reservados para el mercado internacional, en el que Yimou y su actriz habitual, Gong Li, han alcanzado categoría de estrellas, confirmada con el León de Oro en el último festival de Venecia por la última película de ambos, La historia de Quiuju.
Por fin, después de años de veto, los chinos hacen cola a la puerta de los cines en Shanghai, Pekín y otras ciudades del país para ver Judou (Semilla de crisantemo), prohibida en su momento por la excesiva sensualidad de Gong Li, símbolo erótico nacional. Ha sido ya anunciada la próxima proyección de sus dos películas más recientes, La linterna roja e incluso La historia de Quiuju, ganadora del último León de Oro de Venecia, sutil crítica del anquilosado sistema, legal. Por su parte, una cadena de televisión pasó hace pocos días otra producción suya, El ejército de terracota, una comedia de acción al estilo Indiana Jones, realizada con gran derroche de medios para los parámetros chinos.La televisión también está haciendo gala últimamente de w excepcional aperturismo, En el programa especial realizado para el aniversario de la República Popular el 1 de octubre mostró una inesperada. sensualidad en las coreografías y en el atuendo de bailarinas y presentadoras.
Asimismo ha sido autorizada la creación de la primera productora local independiente de cine y televisión, que gozará, según las previsiones de su promotor, el director de cine Xie Jin, de plena libertad para escoger sus propios guiones sin interferencia oficial. Hasta ahora, algunos directores de prestigio, como el propio Zhang Yimou, recurrían a productoras extranjeras para evitar la presión de la censura.
Pero la ola aperturista no queda limitada al mundo audiovisual, sino que se extiende a otros ámbitos de la cultura y el arte. Signos paralelos de esta incipiente apertura han sido la aparición en el mercado de una antología de novelas del joven escritor Wang Shue, cuyas obras fueron retiradas prácticamente de la circulación durante la oleada conservadora que siguió a Tiananmen. Wang Shue introduce con frecuencia personajes marginales, delincuentes, prostitutas, que ponen en evidencia los nuevos problemas que afronta la sociedad china tras la apertura al exterior.
Los rockeros más populares
El rock parece que también está mejorando sus relaciones con la oficialidad, que lo tachaba hasta hace muy poco de ser el género más venenoso, transmisor directo de la decadencia occidental. El grupo rockero más popular del país, que toma el nombre de su líder, Cui Jian, vetado en los escenarios de la capital desde hace varios años por sus letras controvertidas, ha conseguido el beneplácito del Ministerio de Cultura para una gira a Estados Unidos y Canadá a principios del año próximo. En la prensa también se advierte últimamente una cierta ebullición, concretamente en periódicos locales, como el Diario de la Liberación, en Shanghai, o el pequinés Diario de la Juventud, portavoces de una forma de pensar más liberal e independiente.
Estas reacciones en cadena se han producido tras las declaraciones del patriarca Deng en su viaje a las zonas económicas especiales el pasado mes de enero, donde quedó claro su empeño por avanzar en la línea de reforma e incrementar la apertura en materia de política económica. Pocos meses después, el jefe de propaganda, Li Ruihuan, apuntaría la necesidad de una mayor tolerancia para con las producciones artísticas y literarias. Por primera vez desde el verano del 89, Li, en sus declaraciones, señaló que, al margen de las producciones artísticas y literarias que sirven a fines políticos y propagandísticos específicos, deben coexistir y ser respetadas otro tipo de tendencias, siempre y cuando no ataquen la política oficial. El propio Deng Xiaoping respaldó posteriormente esa postura, indicando que los intelectuales pueden expresar opiniones diferentes de las del partido. Una demostración más de que su firmeza por acelerar la reforma económica empieza a traer como consecuencia actitudes más liberales en política y, cultura.
Babelia
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