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Enzensberger dice que un político ya no baja de posición social por ser un iletrado

El grupo BerteIsmann reúne en Madrid a editores y pensadores para debatir sobre el libro

Andrés Fernández Rubio

La alta cultura está de capa caída. Hans Magnus Enzensberger dijo ayer en Madrid que, en cuanto a la posición social, ya da igual que te guste Schónberg o Michael Jackson. "Hay taxistas en paro versados en Dante y Proust, y políticos y banqueros de alto rango prácticamente iletrados", añadió. "Dependiendo del punto de vista, esto se puede ver como símbolo de depravación o como un grado de libertad sin precedentes". Enzensberger concluyó que la supervivencia de la literatura seria en un mundo indiferente es un pequeño milagro que favorece la independencia de los escritores apasionados. El autor participó en el congreso internacional organizado por el prestigioso grupo editorial BerteIsmann, que hoy concluye en Madrid.

La tesis de Enzensberger, poeta, ensayista, editor y traductor alemán, que tituló su ponencia con un significativo ¡Adelante, Gutenberg! ¡Que viva la minoría!, es que vivimos en una sociedad acéfala, término antropológico utilizado para describir civilizaciones prehistóricas sin un corte claro de estructura vertical. Esta idea de organización social no verticalizada es incompatible con las tradiciones de Occidente. "En Europa, al menos, la sociedad ha sido vista siempre como una especie de organismo modelado como el cuerpo humano", según Enzensberger, "con Gobierno y una cabeza del Estado a modo de centro simbólico en el que descansa el poder de controlar, decidir y predecir. Pienso que, e nuestras actuales circunstancias un cerebro central de decisiones ya no existe. En vez de ello hemos desarrollado una especie de sistema nervioso que se ha desarrollado por todo el cuerpo social, una cadena de autorregulación que ya no puede ser controlada por un centro omnisciente y todopoderoso. Ésta es la razón por la que los políticos han deja do de concitar el respeto y la deferencia a la que estaban acostumbrados en el pasado, y la causa por la que su status ha perdido irrevocablemente su mística. Los vemos simplemente como otra institución, necesaria pero ligeramente aburrida. Su semimetafisico status se ha des vanecido para siempre".

Secularización

Enzensberger se permitió esta digresión porque a través de ella se puede establecer una analogía con otro concepto que, en su opinión, "está más cerca" de nuestros corazones. "Me parece que la alta cultura ha sufrido una pérdida similar de posición", según el escritor. "Como el Estado, ha sufrido una secularización radical, y en el proceso ha perdido su hegemonía, su centralidad. El cuerpo social ya no sigue sus directrices. Esto no significa, por supuesto, que la alta cultura ya no cuente, que esté desprovista de influencia, pero comparada con su posición anterior ha perdido buena parte de autoridad, y debe aprender a vivir en el declive de su pasada ascendencia. Para la intelligentsia en general, y para los escritores en particular, no es fácil encajar la situación, y muchos de ellos todavía no la han comprendido totalmente. El cambio cualitativo puede ser más difícil de aceptar que las presiones cuantitativas del mercado".La centralidad de la alta cultura tenía un precio igualmente alto: las implicaciones ideológicas, el escritor serio utilizado como profeta para todas las ocasiones. Ahora, el poeta no será ya reverenciado como si fuera un sabio consejero, pero, en la otra cara de la moneda, "se aclarará, de una vez por todas, que su trabajo no tiene nada que ver con la propaganda", según Enzensberger, "que no está aquí para salvar al género humano, al proletariado, al Tercer Mundo o a la bandera nacional. Su trabajo es escribir lo mejor que pueda, escribir literatura que pueda resultar seria o incluso dificil. En una sociedad acéfala, la gente puede expresarse por sí misma, no necesita al poeta como guardián o como líder vitoreado. Como mucho, al escritor y su obra".

Para Enzensberger, los lectores de literatura difícil pueden ser una pequeña minoría, "pero esto no quiere decir que no cuenten. En la actualidad debería estar claro que la supervivencia de las minorías es una cuestión de vida o muerte social". En una democracia, concluyó Enzensberger, cualquiera tiene derecho a ser un bruto ignorante, pero, por lo mismo, cualquiera puede reclamar el acceso a todas las fuentes literarias, incluidas las más difíciles. "Pienso que esto es todo lo que debemos pedir a los políticos. En lo que se refiere a mi propio interés, lo único que les pido es que me dejen en paz".

"Espíritu creador"

Bertelsmann, empresa, alemana que gestiona en España el Círculo de Lectores (que cumple este año su 300 aniversario) y Plaza Janés, entre otras firmas, reunió ayer, entre otros, a Ricardo Díez Hochleitner, presidente del Club de Roma, quien hizo una defensa del libro como "expresión tangible de lo mejor del espíritu creador de los hombres y de la lectura como "reflexión serena y profunda de los mayores saberes"; a Christian Brégou, presidente del grupo francés Presses de la Cité, y al investigador del cerebro Ernst Pöppel.También participó en el programa el director del Círculo de Lectores, Hans Meinke, y Frank Wössner, miembro de la presidencia de BerteIsmann. Hoy participará en el congreso el presidente del grupo, Mark Wössner.

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