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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entre el documental y la ficción

Urga

Director: Nikita Mihalkóv.

Guionistas: NikIta. Mihalkóv, Roustam Ibraguimbekov. Fotografía: Vilenn Kaluta. Intérpretes: Bayaertu, Baderna, VIadirnir Gostuhin. Unión Soviética-Francia, 1991. Estreno en Madrid: Pompeya, Renoir (Versión original).

Si a algo recuerda Urga es a los pocos y grandes documentales rodados por el gran especialista norteamericano Robert Flaherty durante los años treinta. En la medida en que, como muchos de ellos, gira en torno a la vida de un grupo humano en su ambiente natural, pero aquí hay más al incluir también no una intriga dramática propiamente dicha, sino partes de ficción hasta alcanzar una mezcla perfecta de unos ingredientes muy distintos.Tal como se dice en la película, urga es el largo palo con un lazo en la punta que utilizan los mongoles para apresar a los animales que se les escapan, pero también lo plantan en el suelo para que no se acerque nadie cuando hacen el amo r con su pareja al aire libre. Y, en el curso de la acción, se le descubre una tercera utilidad como antena de televisión. Por lo que pocas veces un título tan corto ha definido tan bien el tema de una película.

Urga describe la vida de una familia de pastores mongoles, integrada por el padre, la madre, tres hijos y la abuela, que vive de las ovejas en medio de la estepa china. Esto constituye la parte documental, pero directamente ligada a ella está la parte de ficción. La historia que narra es la oposición entre un padre muy responsable de la tradición que quiere tener un cuarto hijo y una madre mucho más moderna que no quiere tenerlo, se niega a volver a copular con su marido y le recomienda el uso de preservativos.

Tras una primera parte puramente documental, donde se describe con eficacia y fuerza la vida cotidiana de estos pastores mongoles, la ficción irrumpe en la historia con el personaje de un chófer ruso y su camión. Lo que en un principio da lugar, en una sucesión de bellas e impresionantes escenas a la matanza ritual de una oveja, su condimentación y una larga cena en homenaje al huésped, que curiosamente termina con la hija mayor tocando al acordeón una buena versión del típico pasodoble España cañí.

Y, poco después, al viaje del mongol a la ciudad en el camión del ruso para comprar preservativos. Esto hace que los términos narrativos del relato se inviertan y lo que era un documental con una leve ficción pase a ser una ficción con algo de documental.

Hasta alcanzarse un apoteósico final, lo único ligeramente gratuito de un conjunto que funciona con perfección, donde el mongol imagina que el mismísimo Gengis Khan resucita para destruir el aparato de. televisión que lleva a su familia.

Más allá de la pura belleza de la estepa china en que se desarrolla esta leve historia bilingüe, Urga destaca por la habilidad con que Mihalkóv pasa del documental a la ficción, de la vida en el campo a la ciudadana, en una película de tonalidades familiares con algo de comedia y también de drama, pero que en los últimos momentos pasa de la más rabiosa actualidad, con la presencia en la pantalla de Gorbachov y Bush, a situarse en un futuro próximo.

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