Primavera alemana en un Madrid otoñal
Decididamente, este será un otoño artístico alemán, lo que, por otra parte, está en consonancia con lo que ocurre en Europa y no precisamente sólo en el terreno de la cultura. En todo caso, y por el momento, además de las muestras resenadas en los títulos de crédito de la presente crítica, he aquí que se anuncia como inminente la exposición de Kaspar David Friedrich (1774-1840), el gran paisajista romántico, y, dentro del territorio del arte actual, ya ha sido abierta al público la de A. Oehlen en la Galería Juana de Aizpuru y lo estará pronto en la de Juana Mordó la de K H. Hödicke.No sé si se trata, de un azar más o menos industriosamente entretejido el de esta apoteosis artística germana, pero, sea como sea, me parece - que esa Einsamkeit -soledad- aludida como "sentimiento alemán" en el título de una de las convocatorias en cuestión debe aquí y ahora interpretarse, al modo del poeta castellano, como "soledad sonora" o, cuanto menos, sonada, que es adjetivo que conviene mejor a los tiempos promocionales que nos corresponden. Bromas aparte, quizá el peligro que corra toda esta acumulación de citas miteleuropeas sea el pretender, a través de ellas, Construir una personalidad nacional, como cuando los grandes almacenes anuncian una identidad y, a veces, hasta un continente con motivo de dedicar una planta a vender algunos de sus productos comerciales "característicos".'No hay en esta ocasión ciertamente suficientes mimbres para construir algo tan complejo como la identidad artística alemana, ni siquiera desde el ámbito de lo sentimental, por muy ruidosamente germánico que resuene el otoño madrileño, ni tampoco estas convocatorias son equivalentes en fondo, forma y, sobre todo, calidad. Entre las que en este momento nos ocupan hay una, por ejemplo, que merece ser destacada: la titulada más discreta y, por tanto, más rigurosa de El mundo imaginado, una colectiva de obras sobre papel de nueve artistas contemporáneos de la importancia de Beuys, Palermo Richter, Polke, Schütte, Brend e Hilla Becher, Partenheimer, Darvoben y Ruthenbeck, los dos primeros, como se sabe, ya fallecidos respectivamente en 1986 y 1977.
El mundo imaginado
Obras sobre papel del arte contemporáneo alemán Casa del Monte de la Caja de Madrid. Plaza de San Martín,1 Madrid. Del 21 de septiembre al 8 de noviembre de 1992. Einsamkeit. Un sentimiento alemán Sala de Exposiciones de la Fundación La Caixa. Serrano, 60. Madrid. Del 18 de septiembre al 18 de octubre de 1992. Jürgen Partenheimer: acuarelas Glería Elba Benítez. San Lorenzo, 11. Madrid. Desde el 21 de septiembre de 1992.
Selección bien hecha
El primer acierto de esta muestra es haber comenzado por Joseph Beuys (Krefeld, 1921), no sólo por haberse constituido en la figura crucial del vanguardismo ajemán durante las últimas décadas, sino específicamente por la importancia que concedió siempre al dibujo, del que en la exposición hay. por cierto una selección bastante bien hecha. A partir de ahí, se escalona un registro polifónico, que, atraviesa generaciones y estilos, hasta llegar a la actualidad. Esta travesía posee sustancia cuando los dibujos, acuarelas o fotografías proceden del que podríamos llamar círculo de Düsseldorf, en cuya Academia de Bellas Artes ejerció la docencia Beuys desde 1961, pero por donde también pasaron Palermo, Richter, Polke, Ruthenbeck y Berrid e Hilla Becher pero la travesía se convierte en travesura con los restantes, bien por la cerrada y autosuficiente personalidad de alguno, corrio la conceptual bávara Hanne Darboven, bien por pertenecer a los otros a otra generación más reciente y desenfadadamente posmoderna, como Partenheimer y, sobre todo" Schütte, pues este último literalmente juega.
En Einsamkeit (soledad), un sentimiento alemán, donde la pareja de los Becher repite presencia, junto a Thomas Ruff, J. Gerz, R. Fischer y F. Thiel, hay una confusión de base, al menos si debemos hacer caso al texto de presentación. En él, se insiste en presentar a cinco fotógrafos, como si el utilizar semejante soporte hoy determinara como tal el signo artístico.
Que no es así en el caso de los Becher podría avalarlo el que obtuvieran el premio de escultura en la última Bienal de Venecia, pero en este caso como prácticamente en los restantes parece evidente que el medio es un instrumento más o menos circunstancial y que, por tanto, no documentan, ni reportan información gráfica acerca de una realidad representable, sino que crean lenguaje autónomo a partir de analogías y secuencias. seriales. Así pues, como lo que les une artísticamente no es el medio -la fotografia-, se pierde el, hilo de las significaciones que podría haber dotado con cierta unidad argumental esta colectiva, la cual agrupa compartimentos estancos o, si se quiere, monadas, si queremos recordar la concepción atómica de Leibniz.
Esta confusión conceptual no resta efectismo a la muestra, que posee episodios brillantes y, a veces, espectaculares, como tampoco le resta todo interés esa sonada soledad de su convocatoria, a pesar de su literalidad ramplona, porque, si bien en otra parte y cada uno por su lado, los temas están y son otros, quizás menos obvios.
Babelia
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