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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Situación límite

EN ITALIA, nunca como ahora se ha tenido la convicción unánime de que el país está pasando por la mayor crisis de su historia republicana. Al mismo tiempo, y como reacción ante el fenómeno, la sociedad reclama a los políticos que pongan remedio a la situación. Son momento s en los que los peligros surgen por doquier y, si por una parte los acontecimientos pueden alejar a Italia de Europa, también se empieza a temer que alguien pretenda imponer soluciones antidemocráticas o que reaparezca el terrorismo.El ministro del Interior acaba de alertar a la opinión pública sobre la posibilidad de una nueva "oleada de bombas". Por su parte, Giovanni Spadolini, presidente del Senado, ha llamado la atención sobre "la impaciencia del país", y el anciano líder democristiano Flaminio Piccoli no duda en comparar la actual situación con la que vivió Italia en 1922, al comienzo del fascismo. Giovanni Agnelli, presidente de FIAT, subraya la situación límite por la que pasa la nación. Opiniones expresadas desde la experiencia política o el poder financiero que coinciden esencialmente en denunciar el estado en el que se encuentra Italia.

No faltan analistas que destacan la situación casi privilegiada que tiene el socialista Giuliano Amato, jefe de Gobierno, por paradójico que pueda parecer. Es precisamente en una situación de crisis económica y política, en momentos en los que financieros y dirigentes de partidos políticos optan por el suicidio ante los escándalos de corrupción en los que están involucrados, cuando Amato puede gozar de mayor libertad de acción, y con mayor justificación histórica, para adoptar medidas radicales que solventen los numerosos problemas, sobre todo en el ámbito económico. No se debe olvidar, como señaló Giuseppe Carbone, presidente del Tribunal de Cuentas, que el riesgo cierto que existe de un fracaso económico general implicaría el colapso institucional y, por tanto, un desastre para el sistema democrático.

Amato ha tanteado ya la posibilidad de dar un primer paso en esa línea de medidas drásticas que exige la crisis, y ha pedido al Parlamento libertad de acción por un periodo de tres años para adoptar por decreto las soluciones que se consideren oportunas para la regeneración de la economía. Las primeras reacciones ante la propuesta del jefe de Gobierno por parte de las fuerzas políticas parecen ser negativas, pero le apoyan incondicionalmente las organizaciones de empresarios, que tienen una visión mucho más angustiosa de la realidad cotidiana. En este sentido, no puede olvidarse que la economía italiana, pocos meses antes de la instauración del mercado único europeo, se encuentra en situación muy desfavorable respecto a las de sus socios comunitarios.

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Una vez más surge el riesgo de que los partidos políticos traten de anteponer sus propios intereses a los que objetivamente convienen al país. Podría ocurrir que las reticencias al plan de Amato estuvieran basadas más en una negativa a darle un balón de oxígeno a un Gobierno que podría caer en el próximo otoño -con la consiguiente recomposición del Ejecutivo con otras fuerzas políticas- que a un análisis riguroso del mismo. Surge ahora una posible alternativa laico-socialista -a la hegemonía democristiana: la formación de un partido que liderado por el ministro de Justicia, Martelli, ex delfín de Bettino Craxi, englobaría en sus filas a republicanos, verdes y militantes del PDS de Ochetto. Días dificiles en un país en el que el caos económico, el cáncer de la corrupción y las actuaciones de la Mafia le alejan progresivamente de Europa ante la desolación de su ciudadanía.

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