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GUERRA EN LOS BALCANES

Las resoluciones resultan tibias para Bosnia y peligrosas para Serbia

Las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que permiten el uso de "todos los medios necesarios" para asegurar el reparto de la ayuda humanitaria en, Bosnia-Herzegovina han suscitado recelos entre las repúblicas de la antigua Yugoslavia, aunque por motivos contrapuestos: mientras Serbia considera que una intervención militar espolearía aún más la violencia, la propia Bosnia, Eslovenia y Croacia critican la actitud internacional por su "tibieza" y su falta de claridad. "El paciente no necesita aspirinas, sino cirugía", dijo ayer el presidente croata, Franjo Tudjman.

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Tanto el Gobierno como los partidos de oposición de la república de Serbia criticaron ayer con vehemencia las resoluciones 770 y 771, aprobadas el jueves, que interpretan como una puerta abierta al empleo de la fuerza militar."Una intervención militar es incapaz de resolver una guerra interétnica y puede entrañar consecuencias inconmensurables", declaró Miroslav Markovic, diputado del partido socialista en el poder en Serbia, que aseguró que esta actuación se podía haber evitado sentando en una mesa negociadora a todas las partes en conflicto. "Si hay intervención, nosotros defenderemos nuestra integridad nacional".

El Partido Radical Serbio, en la oposición, considera estas medidas como "un pretexto cínico" para un ajuste de cuentas contra los serbios de Bosnia-Herzegovina. El líder de esta comunidad, Radovan Karadzic, dijo que sus tropas no habían atacado nunca a los camiones de las Naciones Unidas y se ofreció para prestarles una escolta adicional. "Los convoyes han sido atacados al acercarse a posiciones musulmanas", declaró ayer. Para Karadzic, la intervención militar en Bosnia supondría tomar partido y podría empujar a los musulmanes a lanzar ataques contra su gente.

Sólo Milan Panic, presidente de la nueva Yugoslavia, (compuesta por Serbia y Montenegro) dijo que las resoluciones "eran buenas", pero, añadió, "hará falta algo más para poner fin a la guerra".

Las resoluciones se llevaron también un varapalo desde Eslovenia, Croacia y Bosnia, aunque por motivos muy diferentes a los de los serbios. El presidente de Eslovenia, Milan Kucan, reprochó a la ONU haber prestado "un apoyo silencioso" a la política serbia con sus dos resoluciones. "Se ha vuelto a cometer un nuevo error, ya que Serbia no desea una solución pacífica de la crisis, puesto que hasta el momento han tenido efecto sus chantajes y traiciones", concluyó.

Falta de iniciativa

El presidente croata, Franjo Tudjman, dijo que era difícil prever las consecuencias de las resoluciones, dada la confusión en Occidente a la hora de manejar la crisis. "Lo que tenemos es un paciente que no puede ser tratado con aspirina, como asistencia humanitaria, sino con cirugía".

Tampoco en Bosnia las resoluciones han sido acogidas con excesivo optimismo. El vicepresidente del Gobierno, Ejuo Ganic, criticó ayer las reticencias de los países occidentales ante una posible intervención militar. Según Ganuc, sería suficiente el bombardeo aéreo sobre la artillería que rodea Sarajevo para aflojar la presión serbia.

Ayer mismo, el ministro bosnio de Defensa, Jerko Doko, anunció su próxima dimisión para convertirse en cónsul en el Estado alemán de Baden-Württemberg. No dio más explicaciones al respecto, aunque son conocidas algunas desavenencias con el presidente Alia Izetbegovic.

La capital bosnia, Sarajevo, vivió ayer momentos de calma, aprovechados por la población para comprar víveres. Se registraron bombardeos, en cambio, en algunas localidades al norte y al este de Sarajevo (Tuzla, Luvakav, Jajce) y al sureste de la república (Trebinje). Unas 800 mujeres y niños, una tercera parte de ellos musulmanes, serán evacuados el próximo martes desde Sarajevo hacía Belgrado, según anunció ayer la organización humanitaria Embajada de los Niños. El anterior convoy, formado por 300 personas, llegó ayer al puerto croata de Split, desde donde partirán en su mayoría hacia Eslovenia.

Ayer se produjo un intercambio de 1.131 prisioneros entre la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) y Croacia, en la ciudad croata de Mentin, según confirmaron fuentes de la Cruz Roja.

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