Las cifras del paro
Lo MÁS llamativo de las cifras del paro registrado en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (Inem) durante el mes de julio es su manifiesta disparidad con las de la Encuesta sobre Población Activa (EPA) correspondientes al segundo trimestre de este año. De ahí el recelo y la incredulidad con que han sido acogi das por parte de los sindicatos y la reserva expresada por la patronal. De acuerdo con el Inem, el paro registrado ha descendido en julio por quinto mes consecutivo, situándose en 2.142.930 personas, es decir, el 14, 1% en relación con la población activa (personas en edad de trabajar y dispuestas a incorporarse al mercado de trabajo), estimada en algo más de 15 millones de personas. Tales cifras contrastan, sin embargo, con las de la EPA correspondiente al segundo trimestre del año, publicadas recientemente, según las cuales la tasa de desempleo es del 17,7%, es decir, un total de 2.686.000 personas. Las cifras del Inem y de la EPA sobre el paro no tienen por qué coincidir, pues responden a métodos distintos de contabilización. Incluso no es exactamente el mismo el campo sociológico al que hacen referencia. Pero que la diferencia sea de casi cuatro puntos, es decir, de más de medio millón de desempleados, revela algo más que el uso de fórmulas contables distintas. Porque, además, tal diferencia no es sólo cuantitativa, sino cualitativa. Mientras el Inem registra, entre enero y julio de este año, un descenso del paro de casi 200.000 personas, la última EPA conocida demuestra que no sólo no hay tal reducción, sino que ha habido un aumento: 280.000 empleos destruidos entre junio de 1991 y junio de 1992.Los expertos coinciden generalmente en atribuir más crediblidad a la Encuesta sobre Población Activa (EPA) que al paro registrado en las oficinas del Inem cuando se trata de analizar la evolución del desempleo. Existe una teoría entre los economistas -la teoría del desánimo-, que consiste en que en épocas de gran bonanza económica o de crisis, las diferencias entre EPA y paro registrado se agrandan porque las personas o bien no necesitan de un organismo que les coloque o bien no creen en su eficacia. Es justamente esta teoría la que, según los sindicatos, explicaría cabalmente la actual situación del mercado de trabajo: los que buscan empleo se retraen a la hora de apuntarse en las oficinas del Inem ante las escasas expectativas laborales que ofrece la difícil situación económica por la que atraviesa el país. Los sindicatos estiman además que este desajuste -que, según ellos, aleja de la realidad las estadísticas del paro registrado- se acentúa con la entrada en vigor de la ley que recorta el subsidio de desempleo.
Pero además, el descenso del paro registrado no parece acompasarse con el actual estancamiento de la economía, uno de cuyos efectos es la paulatina destrucción de empleo. Los propios datos del Inem muestran que el paro registrado desciende en actividades de temporada (hostelería y agricultura principalmente), mientras que aumenta de manera acusada en sectores de mayor gancho productivo, como el de la construcción.
Sin duda, el empleo y el paro devienen otra vez, tras unos años de relativa mejoría, en problemas capitales de los españoles. Un discurso económico que se basara exclusivamente en la reducción de la inflación y del déficit público, sin referencias explícitas al empleo y al paro, sería incompleto. Y políticamente insostenible.
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