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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Minero

LA FATALIDAD es con frecuencia fruto de la imprevisión. Es lo que seguramente ocurrió ayer en la localidad asturiana de Teverga, donde un minero que participaba en una asamblea murió al ser alcanzado por un disparo efectuado por un vigilante jurado. La investigación deberá dilucidar si, como asegura el vigilante, el disparo se produjo accidentalmente. Pero aunque así fuera, queda por saber si, como manifestaron los compañeros del minero fallecido, el vigilante mantuvo la pistola desenfundada durante el transcurso de la asamblea laboral en la que se produjo el incidente. Se sabe que los trabajadores intentaron retener por la fuerza a un directivo de la empresa. Actitud condenable que ya ha estado en el origen de otros graves incidentes, como los de Reinosa de hace algunos años. Pero esa condena no puede en modo alguno equipararse a la que merecería, caso de confirmarse, la temeridad que supone esgrimir una pistola preparada para disparar en una situación de tensión colectiva como la que se estaba produciendo.Ayer mismo se debatió en la comisión correspondiente del Senado el proyecto de ley de seguridad privada, siendo rechazada una enmienda que proponía atribuir a los vigilantes jurados la condición de agentes de la autoridad. Dicha condición es difícilmente compatible con la vinculación a intereses particulares propia de los agentes privados de seguridad. La indefinición existente al respecto, y que la nueva ley intenta remediar, está en el origen de usos tan discutibles como el que ha determinado esta tragedia. Incluso si el disparo fue accidental.

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