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El ecocidio soviético

La radiactividad es el mayor problema ecológico de Rusia, según el consejero de Yeltsin

"La contaminación radiactiva es el problema ecológico más grave que padece Rusia". Alexéi Yáblokov, consejero de Yeltsin para la Ecología, hace esta afirmación sin titubear. La catástofe de Chernóbil o, en menor medida, los masivos vertidos nucleares al océano Ártico son los desastres que han tenido un impacto en la opinión pública. Pero hay más problemas, muchos más. "La magnitud del problema la desconocernos con exactitud. Todos los meses nos enteramos de cosas nuevas y terribles", se lamenta Yáblokov.

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El consejero ruso admite que el secretismo aún no ha sido superado, a pesar de que "no hay ya ninguna ley que obligue al silencio", sino todo lo contrario. "Algunos departamentos de la Administración se resisten a revelar los datos porque no quieren que les caiga encima la presión de la opinión pública", agrega. ¿Cuáles son? "El Ministerio de Energía Atómica y las Fuerzas Armadas", responde sin pensarlo dos veces. El secreto llega al extremo de que "hace poco nos enteramos de que hay un reactor nuclear en Norilsk", cerca de la desembocadura del Yenisél, por encima del círculo polar. "No figuraba en ningún rnapa", subraya. El Yeniséi, un río de más de 4.000 kilómetros de longitud que atraviesa Siberia, tiene problemas de contaminación desde Krasnoyarsk, 1.000 kilómetros después de su nacimiento. En la desembocadura, "aunque no está confirmado, parece que hay zonas con un nivel radiactivo de 20 curios", mientras que río arriba, en sus orillas se alcanzan "hasta 160 curios". Son niveles realmente altos: las zonas contaminadas con más de 40 curios por la catástrofe de Chernóbil han sido declaradas de evacuación forzosa.

Gracias a un estudio independiente, "que demostró la gran magnitud" de la contaminación radiactiva del Yeniséi, el Gobierno ruso decidió hace unas semanas cerrar dos centrales nucleares militares destinadas a la producción de plutonio -un elemento básico para las bombas atómicas-, situadas en las proximidades de Krasnoyarsk, una ciudad con más de un millón de habitantes. Pero esas no son las únicas fuentes de contaminación: en el entorno de la poblacíón hay una planta reprocesadora de residuos nucleares y yacimientos de minerales radiactivos.

Las aguas del Yeniséi van a parar al mar de Kara, en el océano Artico. Allí han sido arrojados a lo largo de tres décadas nada menos que 17.000 bidones llenos de desechos radiactivos, generados por submarinos de la Flota del Norte y rompehielos atómicos, según documentos recogidos por Andréi Zólotov. En el mismo mar de Kara desemboca el Obi, uno de cuyos afluentes, el Techa, está considerado uno de los ríos más contaminados del mundo.

Pero este lago radiactivo no es el único que sufren los habitantes de los Urales. Más al norte, a 20 kilómetros de la población de Krasnovichersk, la explosión en 1976 de tres bombas nucleares, creó un lago de 600 por 800 metros y 12 de profundidad, de aguas azules y limpias incapaces de acoger la vida.

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