El momento de negociar
Tres latigazos han convulsionado Cantabria en lo que va de año. Primero fue el derrumbamiento del hotel Bahía de Santander. Después, un atentado de la banda terrorista ETA segó la vida de tres personas civiles en La Albericia, barrio de las afueras de la capital. Y, por último, la empresa Sniace, uno de los focos industriales más carismáticos de la región, presentaba suspensión de pagos.Esta tercera sacudida no ha hecho más que reflejar la crisis industrial que sufre Cantabria y que esta autonomía no sólo vive del turismo y de la cabaña vacuna, sector que, por otra parte, también se enfrenta a un momento extremadamente duro por los recortes de leche impuestos por la Comunidad Europea. Se calcula que un 30% de las 200.000 explotaciones lácteas tendrán que cerrar.
La crisis industrial, en cualquier caso, desvela la falta de iniciativa desde el gobierno autónomo, desde el central y desde la empresa privada, así como la ausencia de coordinación entre esos organismos y los sindicatos.
El precedente de Asturias, ha animado a los cántabros a pedir. Se quejan de que, a pesar de que en Reinosa hubo un muerto en las protestas de 1987 contra la reconversión de Foarsa y no se consiguió nada, los asturianos han logrado bastante más.
Los habitantes de Cantabria se preguntan qué va a pasar a partir de hoy después de que toda la región se haya paralizado; si se va a pedir la constitución de una mesa para negociar un plan de dinamización al estilo del que se firmó en Asturias; si el gobierno regional del polémico Hormaechea (PP), que arrastra una deuda de más de 80.000 millones, será capaz de alcanzar un clima de entendimiento con el central y con los sindicatos... El problema surge en quién pone el dinero y para qué. Hormaechea alega constantemente que no tiene competencias y achaca toda la responsabilidad a Madrid y, al tiempo, únicamente se preocupa por potenciar el sector de servicios para servir a un turismo que dura la cuarta parte del año. Madrid, mientras tanto, sólo promete la autovía de la comisa, de momento.
La crisis de Cantabria se caracteriza por falta de fábricas de bienes de equipo, reducidos servicios a la empresa, suelo caro, concentración excesiva de empresas metalúrgicas, escasez de energía eléctrica, infraestructuras insuficientes, reducido mercado regional, nula coordinación exportadora, pocos Incentivos regionales y falta de capital riesgo local.
Esta situación provoca que el PIB (un 1,3% del español), lleve varios años creciendo bastante por debajo de la media nacional. Las consecuencias de la crisis tienen su más claro exponente en la evolución del empleo en las grandes empresas industriales cántabras: Entre los años 1981 y 1990, se perdieron 10.797 trabajadores, un 41,7% del total de la región.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.