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Tribuna
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'Delicatessen'

Rosa Montero

A mí me gustaría que los españoles fuéramos famosos por nuestra capacidad creativa o científica; o, mejor aún, por nuestra solidaridad y nuestra tolerancia. "Fíjate en esos españoles", dirían con arrobo en el mundo entero: "Hay que ver lo civilizados y lo respetuosos que son". Sería estupendo. Pero no es así.

Porque en lo único en lo que nos estamos haciendo un nombrecito es en el campo de las adulteraciones alimentarias. Ya dejamos el pabellón bien alto cuando el astinto de la colza: las víctimas siguen muriendo aún hoy. Y ahora hemos conseguido dar de nuevo el do de pecho con la carne empapuzada de cleributerol. Dicen los expertos que ésta es la adulteración con clenbuterol más grande y grave que jamás se ha dado en el mundo. Hay que reconocer sin falsas modestias que como intoxicadores somos los primeros.,

Estamos aprendiendo muchísimo sobre el clenbuterol. Ésa es otra de las cosas interesantes de las adulteraciones masivas: educan mucho al pueblo. Recuerden todo lo que aprendimos, por ejemplo, sobre los aceites desnaturalizados. Y ahora ya nos hemos informado de que las lindas vaquitas que vemos pastando por los campos no son en realidad lindas vaquitas, sino bombas hormonales de relojería. Encima de envenenarnos nos están destrozando los placeres bucólicos.

Me pregunto en qué tienda de toda confianza comprarán su propia comida estos Borgia del comercio ilegal; estos tipejos que por rebañar unas míseras perras de ganancia no dudan en enfermar e incluso matar a cientos de personas. ¿De verdad no se puede legislar y vigilar para que esto no suceda? ¿Quizá el nuevo fiscal de Consumo logre algo? Mientras tanto habría que enterarse de en qué delicatessen adquieren sus comidillas estos gánsteres y espolvorearles la tienda con arsénico.

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