_
_
_
_
_
LA PRIVATIZACIÓN EN EUROPA DEL ESTE

El camarada tecnócrata

Ferenc Derczy es a primera vista el hombre fuerte de la nueva clase empresarial húngara. Es a la vez, a sus 52 años, presidente de la Asociación de Grandes Empresarios de su país y vicepresidente de la Cámara de Comercio (rebautizada Cámara de Economía) de Budapest. Dirige una de las más importantes empresas de Hungría, Vegyepszer, que construye plantas industriales, especialmente petroquímicas.Aunque sus cargos le hagan aparentemente el adalid del sector privado, eso no quita que deba en realidad su carrera al régimen comunista, que fue quien lo nombró en 1984 a la cabeza de Vegyepszer, cuyas acciones siguen todavía en un 90% en manos del Estado. Entre 1980 y 1984, además, fue consejero del Ministerio de Industria.

Más información
Hungría, el primero de la clase

El jefe oficial del empresariado húngaro simboliza esa clase de "camaradas tecnócratas" que llegó a puestos de responsabilidad con los comunistas, pero que supo administrar sus empresas con criterios de hombre de negocios. Aunque la mayoría de sus clientes venían de los países del Comecon, Vegyepszer puede también preciarse de haber realizado en los años ochenta trabajos en Alemania o en Francia, un hecho poco frecuente para las empresas de los países de la zona.

Inversión exterior

Ferenc Derczy tiene una filosofía muy clara de lo que quiere para su empresa. No es de los que temen la "invasión extranjera". "Necesitamos dos cosas: el capital de base y la tecnología, que nos permitan modernizarnos más", afirma. "Y eso sólo nos lo puede aportar el capital exItraiiJero. Lo que nos interesa es asociarnos con una empresa de fuera. No tenemos por qué temer que se haga desde una posición de inferioridad. Por una parte, porque hay trabajos que sabemos hacer bien, y el hecho de que las tres cuartas partes de nuestra actividad estén destinadas a la exportación así lo prueba. Y por otra, porque tenemos un conocimiento de los mercados del Este que pocos tienen en nuestra rama".

"Hay que dejar las manos libres a los que quieran comprar una empresa", añade. "El único peligro que el Estado debe contribuir a evitar es que unos inversores extranjeros instalen aquí una empresa sólo porque es contaminante o porque es intensiva en mano de obra y quieran aprovecharse de nuestros bajos salarios. No debemos aceptar un desarollo industrial de tipo latinoamericano".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_