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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Argelia, de nuevo

LA JUNTA cívico-militar de Argelia ha decretado el estado de excepción en todo el país por un plazo prorrogable de un año, justificándolo en unas alteraciones del orden público de las que tiene gran parte de responsabilidad. La medida ha sido unánimemente interpretada como el escenario previo para proceder a la ilegalización del Frente Islámico de Salvación (FIS), cuyas aspiraciones a gobernar tras su rotundo triunfo en la primera vuelta de las elecciones legislativas del pasado 26 de diciembre fueron truncadas por un golpe de Estado del Ejército. La acción de los golpistas, como se ha visto, ha desembocado en la adopción de medidas represivas contra el islamismo, y no en un programa de restablecimiento de la democracia, como aún entonces cabía esperar.La verdadera justificación del estado de excepción es la voluntad de erradicar el FIS del mapa político. Y con ello, a lo que en realidad se arriesga Argelia es al estallido de una guerra civil, de la que podríamos estar viviendo ya los primeros episodios con la muerte de más de 50 manifestantes en los últimos días y de un cierto número de policías en las últimas horas, esto último como consecuencia de las acciones de una improvisada guerrilla integrista. Detenidos los principales dirigentes del FIS, clausurada su sede central., no convocada ninguna de las ineludibles citas electorales previstas, el nuevo decreto, en su punto octavo, faculta al Ministerio del Interior y a los gobernadores civiles a suspender a los alcaldes, a disolver los ayuntamientos y a nombrar sustitutos hasta la celebración de las elecciones. Desde junio de 1990 -fecha de los primeros comicios municipales libres-, los integristas controlan la mayor parte de ayuntamientos e instituciones regionales. El citado punto octavo no busca sino legalizar cualquier decisión con la que se arrebate a los integristas lo ganado en las urnas. La junta pretende con ello impedir que el FIS siga conquistando no ya los ayuntamientos, que controla gracias a los electores, sino los centros religiosos y mezquitas no integristas, aún numerosos en toda Argelia, que va absorbiendo por pura presión física.

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Las nuevas circunstancias modificarán sustancialmente la capacidad organizativa del FIS. Pero la verdadera incógnita es el propio futuro de las medidas represivas y el grave riesgo que comportan como mecha que insensatamente se prende en un polvorín. El pasado domingo, coincidiendo con el decreto de estado de excepción, el FIS difundió su comunicado más duro hasta la fecha. En él se incitaba a los soldados a la rebelión si recibían la orden de disparar contra la población. El paso siguiente podría estar franqueándose en estos momentos. Hoy es una parte de la población. la que va al enfrentamiento con las fuerzas del orden, y el Ejército tendrá que elegir entre aplicar la represión más despiadada para mantener el orden o renunciar a contener la marea islámica. En ambos casos nos hallamos ante la crisis más grave sufrida por el país desde su independencia. La incapacidad maniobrera y dictatorial de los golpistas ha llevado a Argelia a este callejón sin salida. Se hace tarde por momentos para casi todo.

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