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Si no es esclavitud, se le parece

La mano de obra extranjera en el Kuwait liberado pide auxilio y compasión

ENVIADO ESPECIAL Si no es esclavitud, es lo que más se le parece. Engañados, maltratados y hambrientos, empleadas domésticas y exhaustos obreros extranjeros abandonan diariamente a sus patrones en Kuwait libre para refugiarse en sus embajadas. El sueño de hacer un poco de dinero para enviar a familiares en Filipinas, India, Bangladesh, Tailandia o Sri Lanka se ha convertido en una pesadilla. Mientras el Gobierno habla de derechos humanos, la mano de obra extranjera en Kuwait se extiende para pedir auxilio y un poco de compasión.

Mientras los centenares de delegados y periodistas extranjeros invitados a un encuentro de solidaridad con las víctimas de la brutalidad iraquí almorzaban a costa del erario kuwaití, Tamuki Laxmi, una frágil mujer de 30 años, llegó a la Embajada de la India en Kuwait City sin más pertenencias que su estropeado vestido oscuro y un jersey deshilachado a cuestas."Por favor, señor, ayúdeme", le rogó al portero. Éste le indicó el camino, y la mujer se sentó resignadamente frente a un secretario para un examen de rutina. Como Tamulci Laxmi no tiene un solo documento de identidad, tuvo que demostrar que es oriunda de Bombay, explicando con todo lujo de detalles dónde queda tal o cual lugar de su ciudad, quiénes son las autoridades locales y hablar de los modismos idiomáticos de su tierra natal.

Veinticuatro horas después de que el príncipe hederero y primer ministro de Kuwait, el jeque Saad al Abdula al Sabaj, inaugurara la reunión de solidaridad con los kuwaitíes afirmando que su país "respeta la libertad y la dignidad humanas" y que la violación de las libertades humanas "hace sangrar los corazones de los kuwaitíes", Tamuki Laxmi se sumó a las 24 mujeres que desde hace meses acampan en un pabellón de la vetusta Embajada de la india. Todas esperan que el Kuwait libre del emir Al Sabaj se apiade de ellas y las deje salir.

Centenares de empleadas y obreros de países asiáticos han caído en una trampa que no tiene escapatoria. Reclutados por agencias de trabajo kuwaitíes, cerca de 500.000 hombres y mujeres vieron equivocadamente la posibilidad de ganar el dinero que no existe en sus países.

Reglas crueles

Una vez en Kuwait descubrieron que las reglas del juego, diseñadas por gente acostumbrada a depender de extranjeros para que les barran las calles, cocinen o les laven la ropa, son más que crueles. Para comenzar, el sueldo promedio de una empleada doméstica es de 30 dinares kuwaitíes (9.000 pesetas aproximadamente), la mitad de lo que cuesta una noche de hotel para cada uno de los invitados del Gobierno al festival de solidaridad con los presos kuwaitíes en Irak.La mayoría de las embajadas de países asiáticos están llenas de denuncias de trabajadores a quienes sus patrones kuwaitíes han engañado y agredido. Algunas empleadas hablan de abusos sexuales; todas, de jornadas laborales de 18 horas y una comida diaria en casas de hasta 12 personas, y de las cuales toda salida está prohibida.

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Salima Banu, una viuda india de 35 años que vino hace cuatro meses para trabajar como empleada doméstica y enviar el dinero a sus cuatro hijas en la provincia de Antra Pradesh, se escapó hace poco. Sus patrones, dijo, le pegaban cuando después de cocinar y limpiar la amplia casa [una familia de 10 personas] no había lavado los tres coches.

Cuando la familia se iba de vacaciones, Salima era prestada a unos amigos de la familia. "Nunca me dieron un día libre. Jamás me dieron una cama, y dormía en un pasillo. Comía una vez al día. Un día, los hijos jóvenes me quisieron quitar la ropa, y cuando comencé a gritar me golpearon. Dijeron que para que se me borraran los hematomas me meterían dentro de un refrigerador. Fue horrible. Yo sólo quiero volver a la India. Me deben mi sueldo desde hace dos meses. Pero prefiero mendigar por las calles".

Como la ley dice que los patrones pueden retener los pasaportes de la servidumbre extranjera, el empleado o empleada que escape y obtenga documentos de emergencia de su embajada tampoco puede viajar. La ley exige que sea el original con el sello de entrada. En suma, de Kuwait libre se sale sólo con el consentimiento de los mismos patrones que han engañado y espantado al personal.

Ni salir ni trabajar

Un joven tailandés de 23 años que vino a hacer algo de dinero como ayudante de un taller de mecánica para pagar la operación de su padre, hoy subsiste recogiendo la basura del barrio de Dasma. "Mi patrón quiere que le reembolse el coste del pasaje, pero ¿cómo voy a ganar 500 dinares [unas 150.000 pesetas]? Estoy atrapado. No puedo trabajar ni puedo salir", dijo."La situación es patética", se lamentó ayer un diplomático de una de las embajadas que cobija a más de 30 refugiados. "Jamás he visto semejante desprecio por los más elementales derechos del trabajador".

En muchos casos, las mismas embajadas encuentran empleo para sus refugiados. "A menudo vuelven, y con historias más espeluznantes que las anteriores", dice otro diplomático. "El patrón que ha importado a una empleada doméstica puede vender el pasaporte de ésta a otro kuwaití. Esto es pura y llanamente esclavitud", añade.

Zohrabi Mohassan, una diminuta cincuentona con bocio incipiente y madre de cuatro hijos, también está desesperada por regresar a la India. "Trabajaba desde las cuatro de la mañana hasta las once de la noche. Cuando alguien en la casa se levantaba para ir al retrete, me despertaban para que fuera a lavarlo inmediatamente. Una vez un pariente me llamó por teléfono. ¡Hubiera visto el lío que me armaron!".

"Lo único que quisiera es irme", dice Kulangararaveetic Abdulkhader, que ha encontrado refugio. en la Embajada de la India. "Pero no puedo. Mi patrón no me devuelve el pasaporte. Estoy a su merced. Soy prisionero en Kuwait".

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