El lirismo más elegante
Richard Diebenkorn
Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 8 de marzo.
Por su evolución atípica, Richard Diebenkorn (Portland, EE UU, 1922) compone, de algún modo, un caso aparte dentro del devenir de la pintura norteamericana contemporánea, y su singularidad determina tanto su difícil ubicación habitual en las descripciones de ese panorama como el hecho de que, con frecuencia, la obra de Diebenkorn haya sido también objeto de cultos particulares, igualmente excéntricos con relación a las pautas principales del debate artístico general.Coincidiendo, por edad, con el segundo frente generacional de la abstracción norteamericana, la formación de Diebenkorn quedará determinada tanto por el impacto que le causara, en los años de la guerra mundial, el encuentro con la obra de maestros fundamentales de la vanguardia histórica europea como por el modelo que sumará la irrupción de la generación del expresionismo abstracto al determinar una nueva ruptura esencial de la vanguardia al otro lado del Atlántico.
Desde ese horizonte de gestación, la evolución personal de Diebenkorn se orienta de forma muy temprana , ya a finales de los años cuarenta, en la senda de una abstracción de corte más expresionista que lírico. Sin embargo, en el inicio de la segunda mitad de los cincuenta, su obra establece un giro explícito hacia el campo de la figuración.
Esa etapa figurativa de Diebenkorn, que se prolonga durante algo más de una década y que, a través de la labor académica desarrollada por el artista en la Costa Oeste, será tomada como referente por una generación más joven de realistas-, obliga, sin embargo, a establecer una nueva matización. De algún modo, que la muestra de la Fundación March hace claramente explícito, el talante de Diebenkorn tiende a situarle en posiciones fronterizas, de tal modo que, al igual que hay un fondo latente de paisajismo urbano en sus obras no objetivas de la primera época, también su obra figurativa prolonga planteamientos compositivos y cromáticos compartidos, tanto antes como después, por su producción abstracta.
En otro orden de cosas, la década que Diebenkorn centra en la figuración enlaza también en su caso con un cierto desplazamiento esencial entre dos tipos de paradigma, entre aquel que había determinado hasta entonces en su pintura un expresionismo más dinámico y esa elegante y refinada filiación matissiana que ha de impregnar todo el aroma posterior en la evolución de su obra.
Desde esa fascinación por Matisse -que viene a orientar tanto la sensibilidad cromática como la espacialidad de Diebenkorn-, la trayectoria del artista establece en 1968 un nuevo quiebro paradójico hacia un planteamiento estrictamente no objetivo, para dar curso, en su célebre y dilatado ciclo de Ocean Park, al último gran periodo de su evolución creativa.
Organizada conjuntamente con la Whitechapel de Londres y el Kuristverein de Francfort, la amplia retrospectiva presentada ahora en Madrid por la Fundación Juan March describe puntualmente, a través de una cuidada selección que reúne medio centenar de telas, los ejes fundamentales de la evolución de Richard Diebenkorn. Bien construida, tanto en el itinerario de esa transformación como en el deseo de hacer evidentes los vínculos interiores que traban los sucesivos giros aparentes, la muestra nos conduce sin interrupción desde las interesantes abstracciones del Diebenkorn de los sesenta hasta su producción de mediados de los ochenta, poniendo un acento proporcional mente mayor en el elegante y efectivo lirismo de sus composiciones de Ocean Park.
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