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El aborto y el nuevo Código Penal

Los anticonceptivos y el aborto estuvieron prohibidos hasta épocas recientes para proteger la natalidad y así asegurar la supervivencia de la especie. Pero a medida que: el crecimiento de la población, gracias al descenso de la, mortalidad, se fue haciendo más y más rápido (en el siglo XX, la población mundial ha pasado de 2.000 millones de habitantes a 6.000 millones, y si las tendencias no cambian, será de 25.000 millones de personas antes de acabar el próximo siglo), las preocupaciones fueron cambiando, y con ellas las leyes. Sin embargo, debido sin duda a la relación tan arraigada que hay en el ser humano entre el instinto de conservación y la protección de la natalidad, y también al afán de los varones de limitar la libertad de las mujeres, los cambios se- han producido con muchas dificultades y controversias. Si hoy en día la utilización de los anticonceptivos está permitida en casi todos los países, aunque en algunos de ellos con limitaciones e insuficiente información y atención médica, en relación con el aborto la situación es mucho más controvertida.El 25% de la población mundial vive en lugares donde el aborto está prohibido en todos los casos, salvo si es necesario para -salvar la vida de la madre; así ocurre en la mayoría de los países musulmanes, en la mitad de los países de África y en Irlanda. El otro 75% de la población disfruta de ordenamientos jurídicos en los que se permite el aborto en determinadas circunstancias. En algunos de ellos, esa situación es consecuencia de la preocupación del Estado por reducir la natalidad para poder crecer económicamente (en la India, por ejemplo), y la decisión de aprobar una legislación permisiva se ha tomado sin contar con las mujeres y de forma autoritaria, como es el caso de China. En otros, en los que vive el 39% de la población del mundo, el aborto se permite a petición de la mujer en los primeros meses del embarazo; entre ellos están la -mayoría de los países industrializados con tradición democrática, en los que han sido las mujeres, y más concretamente las feministas, las que han reivindicado y conseguido el derecho al aborto, como medio de acceder a mayores niveles de libertad y de protección de la salud, tanto de la suya como de la de sus hijos.

Ha sido el desarrollo de la democracia, que ha traído consigo el reconocimiento de que las mujeres son ciudadanas de pleno derecho, lo que ha conducido, en estos países, al convencimiento de-que la sociedad actual no corre

ningún peligro porque se permita a las mujeres decidir libremente sobre su capacidad reproductorarecurriendo a una intervención quirúrgica muy sencilla y segura, cuando los anticonceptivos fallan o no se ha tenido acceso a ellos. Y ello por varias razones.

En primer lugar porque, aunque el aborto esté penalizado, muchas mujeres recurren a él; una mujer convencida de que no quiere o no debe tener un hijo hace lo que sea para interrumpir su embarazo: viaja al extranjero, busca un profesional de la medicina o de la enfermería que léhaga elfavor, toma productos más o menos dañinos que una amiga le ha dicho que son abortivos, se introduce objetos punzantes o dilatadores en el cuello del útero, salta desde una ventana,. etcétera. Así, la penalización del aborto ha demostrado ser no sólo completamente ineficaz para el fin que persigue, sino contraindicada para la salud de la población femenina e injusta, porque son las mujeres de menor nivel cultural y económico las que corren los riesgos mayores y las que más frecuentemente son denunciadas y llevadas ante los tribunales. Así ocurría en España con la legislación totalmente restrictiva de la dictadura franquista y así ha seguido ocurriendo, aunque en menor medida, con la legislación aprobada en 1985, que permite el aborto sólo en determinados supuestos. A partir de la última reforma del Código Penal en materia de aborto se han iniciado cerca de cien causas penales contra mujeres que tienen todas ellas niveles culturales y económicos muy bajos.

En segundo lugar, porque es bueno para el desarrollo de un país que las mujeres tengan más libertad y oportunidades; no sólo porque ello produce niveles" más altos de bienestar en la mitad de la población, sino porque permite una mejor utilización de los recursos humanos existentes. La división del trabajo por razón de sexo y la creencia en la superioridad intelectual y moral de los varones, en que se han fundamentado todas las sociedades hasta hace muy poco, conducen hoy en día a una organización social poco satisfactoria y a un despilfarro importante de los medios personales y materiales con que se cuenta. No permitir a las mujeres tomar libremente, es decir, con toda la información disponible al respecto, la decisión de interrumpir sus embarazos no deseados es sobre todo una forma de intentar mantener algún control social sobre su capacidad de ser madres, aunque ello se revista de consideraciones morales más o menos sinceras. Para las mujeres es indispensable tener ellas mismas dicho control si quieren liberarse de su secular dependencia de los varones y acceder a la igualdad de oportunidades con ellos. Las maternidades numerosas y no planificadas han sido, y siguen siendo en los países en desarrollo, una de las causas fundamentales de la tradicional sujeción de las mujeres a los hombres, y aún actualmente, en los países más avanzados, elcuidado de los hijos, que apenas se comparte con la pareja, hace mucho más difícil a las madres que a los padres desarrollar su vida profesional.

De ahí que para las feministas el derecho a utilizar libremente los antico*nceptivos y el aborto por decisión propia, con toda la información médica posible, haya sido y siga siendo una reivindicación prioritaria, como también lo es que se destinen recursos suficientes a la investigación de medios que permitan controlar cada vez de forma más sana, segura y sencilla la capacidad de procrear de hombres y mujeres. Es posible y deseable que medicamentos como el llamado RU-486, que permite interrumpir con una píldora el embarazo en sus primeros momentos, se puedan utilizar pronto en España y en otros países, sobre todo en los que están en vías de desarrollo, pues con ellos se podrán evitar de forma muy sencilla muchos abortos clandestinos y muchas maternidades no deseadas, mejorándose así los niveles de salud y bienestar de las mujeres y de los niños con un gasto muy pequeño. Con su utilización ocurrirá algo similar a lo que sucedió con los anticonceptivos. Una vez comprobado por el médico que la mujer está embarazada y que no hay contraindicación para que utilice el fármaco abortivo, será aquélla la que asuma la responsabilidad sobre su utilización, lo que la obligará a un mejor conocimiento de cómo funciona su cuerpo y a hacer lo necesario para saber si está embarazada en los primeros días de la gestación.

Ciencia y feminismo

Parece así que la ciencia se pone a favor de la ideología feminista e invita, en los umbrales del siglo XXI, a los poderes públicos a no Iegislar en contra de la razón y del progreso, dejando, definitivamente, en manos de las mujeres, a las que el siglo XX les ha reconocido capacidad intelectual y moral similar a la de los hombres, la decisión de interrumpir los embarazos no deseados, de forma-privada y de acuerdo con sus convicciones morales. Y si ello es así, en los países'donde la tasa de natalidad ya es baja los abortos no aumentarán; simplemente se llevarán a cabo de forma más conveniente para la salud y el bienestar de muchas personas, mientras que en aquellos en los que el crecimiento de la población es demasiado alto, una legislación permisiva del aborto, si va acompañada de los servicios médicos necesarios y de suficiente información y formación de las mujeres, mejorará la salud de sus habitantes y facilitará su desarrollo económico.

Aunque sólo fuera por la influencia que nuestra legislación y nuestra asistencia sanitaria pueden tener, como modelos a seguir, en otros países en vías de desarrollo, los miembros del Gobierno y los legisladores deberían, en relación al aborto, redactar el nuevo Código Penal español de la forma más responsable posible, procurando no olvidarse al hacerlo del número importante de adultos y de niños cuya salud y calidad de vida van a verse afectadas por su decisión, en España y fuera de ella.

Carlota Bustelo es miembro del Comité para la Eliminación de la Discriminación de la Mujer de la ONU.

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