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Una nueva constelación de políticos rusos busca sitio junto a Yeltsin

Pilar Bonet

Las estrellas ascendentes de la primera constelación poscomunista compiten entre sí por un lugar en el firmamento donde Yeltsin es algo parecido a la estrella polar. La élite política rusa está en proceso de asentamiento y definición. Eso explica la fugacidad de algunas figuras que aparecen generando enormes expectativas y desaparecen poco después en una especie de limbo, para ser relevadas por otros inesperados rostros. Este fue el caso de Evgueni Saburov, el ex ministro de Economía de la Federación Rusa.

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La estrella de Saburov, que se alzó en el firmamento tras el gol pe de agosto, comenzó a declinar a principios de octubre, cuando Guenadi Búrbulis, entonces secretario de Estado, consiguió que Yeltsin se distanciara del acuerdo económico entre 12 repúblicas soviéticas en A!má Atá. Saburov, que había firmado en nombre de Yeltsin, dimitió. En su lugar, llegó Egor Gaidar, el actual vicepresidente del Gobierno encargado de la política económica.

Gaidar. un discípulo del académico Stanislav Shatalin, llevaba ya cierto tiempo al frente de un equipo supervisado por Búrbulis. Trabajaban discretamente y sin airear su presencia ante una clase política que aún creía en el poder de seducción de Gregori Yavlinski, autor del plan conocido como de los 500 días. Al pasar a formar parte del Comité de Dirección Operativa de la Economía de la URSS, Iván Siláiev, el jefe del Gobierno de Rusia, Saburov y Yavlinski, se integraron en la constelación soviética y se quedaron así al otro lado del abismo que se abrió entre la URSS y Rusia.

Nieto de un conocido escritor de cuentos infantiles bolchevique, Gaidar, de 36 años, habla inglés con corrección y llega a la dirección rusa tras haber dirigido la sección económica de Komunist y de Pravda, la revista teórica y el órgano oficial del PCUS, respectivamente. En la primavera de este año fue nombrado director del Instituto de Política Económica, un nuevo centro de la Academia de Ciencias de la URSS.

Gaidar forma equipo con el otro viceprimer ministro de Rusia, Alexandr Shojin, de 40 años, que es también ministro de Trabajo. Juntos habían estado en el Centro Internacional de Investigación de los Procesos de Reforma Económica. Shojin había sido antes uno de los principales consejeros económicos de Edvard Shevardnadze en Exteriores.

Un equipo de tecnócratas

El Gobierno ruso, formado por una veintena de departamentos, es básicamente un equipo de tecnócratas subordinado al triángulo Búrbulis-Gaidar-Shojin. El estado embrionario de los partidos políticos en Rusia no permite aún un Gobierno de coalición en el sentido clásico. Los socialdemócratas rusos, sin embargo, gozan de cierta influencia en el entorno de Yeltsin, ya que apoyaron activamente la candidatura de Shojin para supervisar la política laboral y social.

0leg Rumiantzev uno de los líderes del Partido Social-Demócrata de Rusia, es considerado un prometedor político. Rumiantzev, de 30 años, es secretario de la comisión constitucional del Parlamento. Antes era especialista en Hungría, en el Instituto del Sistema Socialista Mundial, la institución que, con un nuevo nombre, sigue dirigiendo 0leg Bogomolov, miembro del Consejo Superior Asesor de Yeltsin.

Los sectores emergentes de la sociedad rusa, vinculados a la aparición de una economía de mercado, tienen aún poca representación institucional en la dirección rusa. El poder e influencia de los miembros de la élite es hoy en gran parte una cuestión de personalidad y astucia particular y depende de las relaciones con Yeltsin y con el reducido núcleo de personas, mayoritariamente los paisanos de Sverdlovsk, que influyen en él.

Reformistas y veteranos

Los paisanos de la actual Yekaterinburgo que hoy rodean a Yeltsin se dividen en dos ramas. En una están los reformistas, a quienes Yeltsin conoció tras ser defenestrado de la élite comunista en 1987, y en la otra, los ayudantes y camaradas de su época como primer secretario regional en Sverdlovsk. Entre aquéllos está Guenadi Búrbulis. Entre éstos, Yuri Petrov, jefe de la Administración del presidente; Víktor Iliushin, el puntilloso funcionario que controla la agenda de Yeltsin, y Oleg Lobov. Este último fue jefe del Gobierno ruso en funciones tras el golpe y ahora es un experto adscrito al presidente. Su trayectoria hace sospechar que en la dirección rusa son aún válidos los principios acumulativos de la nomenklatura comunista, según los cuales los funcionarios que dejan un trabajo no se jubilan, sino que son colocados en otra parte.

En el ala reformista y muy próximo a Búrbulis se sitúa el jurista Serguéi Shajrai, de 36 años. Este consejero de Yeltsin procede de Rostov y trabajaba antes en la Universidad de Moscú. Hace poco renunció a su cargo de presidente del Comité de Legislación del Sóviet Supremo de Rusia, porque este organismo insistía en la elección —y no el nombramiento, como quería Yeltsin— de los jefes de la Administración local.

Shajrai y Búrbulis se han de dedicado en diversas ocasiones a meter en cintura al Parlamento ruso, que se resiste a ratificar sin más las decisiones del poder ejecutivo. Al frente del Sóviet Supremo de Rusia está Ruslan Jazbulatov, de 48 años, un chechén de nacionalidad que fue deportado con toda su familia en la época de Stalin y se crió en un entorno ruso en el norte de Kazajstán. Jazbulatov es doctor en Economía y recientemente ha ingresado en la recién fundada Academia de Ciencias de Rusia.

El presidente del Sóviet Supremo de Rusia es conocido por su mordacidad y la venenosa iro nía que aplica a muchos de sus colegas, entre ellos Búrbulis y Shajrai. Jazbulatov les llamó "chiquillos inmaduros", pero no llegó al nivel del vicepresidente de la Federación Rusa, Alexandr Rutskoi. Este etiquetó al equipo de Yeltsin como "chiquillos en calzoncillos rosas".

Como Rutskoi y otros altos cargos de la Federación Rusa, Jazbulatov está a favor de la integridad territorial de Rusia. Políticos como Búrbulis y Serguei Stankevich, consejero de Yeltsin, conjuntamente, se dedicaron a formular in vitro un concepto de Estado para Rusia y redactaron un documento para Yeltsin sobre el tema. Stankevich, de 37 años, es vicepresidente del soviet de Moscú, y se le considera uno de los hombres más brillantes del equipo ruso. Las relaciones interétnicas son competencia de Galina Starovoitova, la única mujer que tiene un puesto de responsabilidad en la dirección rusa. Starovoitova, diputada del parlamento soviético y del parlamento armenio, es una etnóloga formada en Leningrado que ha profundizado en el estudio de los tártaros y otras minorías étnicas.

El público occidental comienza ya a conocer rostros como el de Andrei Kozirev, el ministro de Exteriores de Rusia, y Vladimiir Lukin, el jefe del Comité de Relaciones Internacionales del Parlamento ruso. Sin embargo, la influencia de estos funcionarios en el proceso de toma de decisiones es limitada. Kozirev, de 40 años, procede del Ministerio de Exteriores de la URSS, y Lukin es un superviviente político del grupo de reformistas que trabajaron en la redacción de la revista Problemas de la Paz y el Socialismo en Praga en los años 60. La mayoría de los miembros de este equipo, más cultivados y cosmopolitas que las oleadas de provincianos llegados a Moscú en 1989 tras las elecciones legislativas, apostaron por Gorbachov.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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