Intelectuales del Este reflexionan en Madrid sobre su di áspora
Un grupo de intelectuales como el invitado a hablar en Madrid sobre la diáspora del Este ante la perestroika demuestra la imposibilidad de un pensamiento homogéneo, según comentó ayer el húngaro Stephen Vizinczey, que participó en la sesión inaugura¡. Agnes Heller, en cambio, ex discípula de Lukács, sobre quien habló, subrayó el hecho de que tanto los intelectuales marxistas más significativos de los paises del Este como los de Occidente han evolucionado hacia el posmodernismo o posestructuralismo. Intelectuales de Hungría, Rumania (hoy), Polonia y Unión Soviética-conla participación de Andréi Siniavski- explicarán esta semana el momento cultural de sus países.
No es lo mismo hablar de arte moderno que de literatura o arquitectura modernas, dice Agnes Heller, pues si bien el arte moderno (hasta los cincuenta) alcanzó una cima digna del Renacimiento, la literatura atravesó un momento difícil, al igual que la arquitectura, que con el funcionalismo y el minimalismo alcanzó el desastre.
En la primera sesión de la semana, sobre Hungría, Agnes Heller habló sobre el teórico marxista Geórgy Lukács (18851971), y sobre su última generación de discípulos, llamada la Generación de Budapest, a la que ella misma pertenece; según Heller, tras la muerte de Lukács, en 1971, todos los miembros de esta generación, más o menos críticos con el régimen, perdieron sus trabajos y fueron perseguidos. Para Heller, el periodo más interesante de Lukács es el anterior a su militancia comunista, que comenzó a los 34 años.
Heller permanece exiliada en Nueva York, donde enseña filosofla junto a su marido, Ferenc Feher, también participante en las jornadas.
Para Vizinczey, también alumno aunque no discípulo, y que agradece a Lukács haberle descubierto a Stendhal y Balzac, Lukács es el ejemplo mismo de ese tipo de intelectual del Este, como el poeta siberiano Evtuchenko, que ejerció una disidencia moderada, muy útil al régimen cuanto que solía aceptar los enfriamientos. Lukács fue deportado a Rumania tras la revolución húngara de 1956, en la que había sido ministro diez días, pero luego se convirtió en "el intelectual comunista". Sin embargo, matiza Heller, Lukács nunca apoyó el realismo socialista en literatura. Por el contrario, creyó en el realismo crítico, como el de los autores del XIX, detestó la modernidad por fetichista y por establecer relaciones entre cosas, y no entre hombres. En el polo opuesto habló Vizinczey, húngaro que se exilió tras la revolución de 1956, y autor de En brazos de la mujer madura, Un millonario inocente y Verdad y mentiras en la literatura.
El enemigo
"El mayor enemigo de la literatura y el arte es la pedantería" piensa Vizinczey, "que practican la mayor parte de los profesores, simplemente para sentirse superiores a los demás, y mediante métodos que enseñan a los alumnos". El daño que hacen es muy grande, piensa, pues si bien sabemos que la televisión no es cultura, muchos creen que esa difusión pedante y libresca sí lo es y alimentan el hambre de cultura con el pensamiento de Derrida (pensador paradigmático de esta pedantería, según Vizinczey). Con lo que ese tipo de profesores crea legiones de diletantes ajenos a la literatura y el arte.
Con el mismo radicalismo, Vizinczey se opone a las nuevas estructuras supranacionales que se están conformando en Europa, como por ejemplo la Comunidad Europea. Y no es que esté en contra de la libertad de comercio o la mayor unión cultural, sino contra la creación de enormes burocracias, mediante las cuales legiones de burócratas nos dirán qué podemos y qué no podemos hacer, y precisamente en nombre de la unión y la libertad.
Babelia
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