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Reportaje:

"No tenemos que pedir perdón por la destrucción de Pearl Harbor"

Un piloto japonés recuerda el ataque aéreo

Juan Jesús Aznárez

La nubosa madrugada (hora japonesa) del 8 de diciembre de 1941, el teniente Iyozou Fujita despegó del portaaviones Soryu con seis cervezas en el cuerpo y las dos ametralladoras de su caza Zero amartilladas para el combate. "Bebía una cerveza tras otra para sosegarme, pero era como si bebiese agua". Menos de dos horas después, Fujita estaba bombardeando Pearl Harbor con los nervios bien templados y dispuesto a la inmolación.

"El presidente Bush tiene razón. No debe pedir disculpas por el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y nosotros tampoco tenemos que pedir perdón por la destrucción de su base en Hawai. Son cosas de la guerra", dice Fujita.A mediados de noviembre de aquel año, el general Genda reunió a los jefes de escuadrilla de los portaaviones que participaron en el histórico ataque y comunicó el objetivo. "Vamos a bombardear Pearl Harbor. Guárdame el secreto", le dijo a Iyozou Fujita su amigo y jefe de grupo, Fusaka lida. Un total de 375 aviones y 850 pilotos tomaron parte en la operación que provocó la inmediata entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Cincuenta años después, con la insignia en la solapa de la Asociacion de Pilotos de Combate Zero, que preside, y la convicción de que Japón nunca hubiera podido ganar aquella contienda, Iyozou Fujita, de 74 años, reconstruye una jornada militarmente arriesgada y emocionalmente intensa. "Lloré mucho aquel día. Pensé que moriría en la batalla".

"La primera oleada de aviones partió a la una y media de la madrugada. Yo participaba en la segunda tanda y cuando llegamos a Pearl Harbor las defensas antiaéreas norteamericanas nos hacían frente, una vez perdido el factor sorpresa del primer golpe. Nuestra misión era neutralizar los aviones estacionados en tierra". Los nueve Zero de la escuadrilla de Fujita sobrevolaron en formación triangular y a 6.000 metros los cielos de la principal base estadounidense en el Pacífico, y entre las nubes divisaron la silueta costera. Rodearon la isla y minutos después, en morse, recibieron la orden de ataque: "¡Tora, tora!". El jefe de grupo, Fusaka lida, efectuó un movimiento de balanceo con las alas para avisar a sus hombres y los nueve cazas se lanzaron en picado contra cinco aviones anfibios: tres en hangares y dos aparcados en uno de los complejos de la base marítima de Kanehoe. "Primero disparamos con la ametralladora de siete milímetros y, cuando los tuvimos más cerca, cargamos con la de 22 milímetros, en tres pasadas". Mientras se preparaban para efectuar la cuarta, otra formación de Zero tomó el relevó y entre humo y explosiones remató la operación.

Paracaídas como cojines

La escuadrilla de lida, con los paracaídas como cojines "porque nos molestaban sus correajes en el pecho", voló hacia otro punto de reagrupamiento, pero el fuego antiaéreo había alcanzado el depósito de combustible de lida y de otro Zero. Perdían gasolina. "Yo volaba tranquilo. Me di cuenta de que el entrenamiento estaba dando resultado". El siguiente ataque se efectuó contra una hilera de aviones norteamericanos P-40 y P-30 en las pistas de aterrizaje. "Sus defensores estaban preparados y nos respondían. Después de ametrallar el objetivo, tomamos altura y Fusaka se colocó con su avión muy cerca de mí. Desde la cabina me hizo señas con la mano indicándome que se había quedado sin combustible y que había decidido morir estrellando su caza contra un hangar. Todos lloramos cuando lo vimos descender hacia la muerte. El humo le impidió alcanzar el hangar y se estrelló contra una estructura de cemento cercana".Uno de los episodios más dramáticos de la participación de Fujita en aquella acción, en la que perdieron la vida 3.784 norteamericanos y 55 japoneses, ocurrió después. Nueve aviones norteamericanos surgieron entre la humareda y entraron en combate con la es cuadrilla nipona. El Zero de Fujita, cuya gran ligereza le permitía colocarse rápidamen te a rebufo del avión atacante cuando había distancia para la maniobra, no pudo eludir el enfrentamiento con un P-36. "Me acordé de mi jefe y decidí chocar con el avión norteamericano". Los dos cazas, frente por frente, acortaron distancia a todo gas disparando sus ametralladoras. Cuando el encontronazo parecía inevitable, el piloto norteamericano subió repentinamente, casi en ángulo recto, y evitó la colisión. "Vi la panza de aquel caza ascendiendo y disparé durante cinco o seis segundos. A continuación lo vi caer. Después me enteré de que pudo aterrizar con 500 impactos en el fuselaje. Creo que no todos eran míos".

Alcanzado también por una ráfaga, el Zero de Fujita comenzó a ratear con un cilindro desprendido y a duras penas tuvo que regresar al portaaviones, anclado a unos 300 kilómetros. "Mi mécanico se me abrazó llorando. '¿Cómo has conseguido llegar?', me dijo. Fujita lloró también. Esa noche bebió más cervezas llorando. Esta vez, en recuerdo de Eda, caído en un combate que sentenció el futuro de Japón.

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Iyozou Fujita, que flotó durante ocho horas en el Pacífico tras ser derribado su avión en la batalla de Midway, en 1942, recuerda que cuando su país entró en guerra con Estados Unidos tenía la seguridad de que Japón no podía ganar. "¿Cómo íbamos a ganar a un país diez veces mayor que el nuestro? Era como pelear en calzoncillos con un sable contra un guerrero con armadura". Piloto de la companía aérea japonesa JAL entre 1952 y 1978, Fujita dice que su Gobierno no tenía otra alternativa que atacar.

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