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Cientos de estudiantes ovacionan a Dominique Lapierre por predicar el amor y la generosidad

Unos 1.500 estudiantes, que llenaban hasta los laterales del paraninfo de la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid, ovacionaron ayer al escritor Dominique Lapierre, autor de La ciudad de la alegría y Más grandes que el amor, tras una conferencia en la que éste contó sus experiencias en la India y ensalzó el amor y la generosidad con el prójimo. Casi todos los estudiantes que hicieron preguntas querían saber cómo podían ayudar. Varias docenas de jóvenes hicieron cola para que les firmaran libros.

Hace veinte años hubiese pasado lo mismo, comentó Lapierre después, tras escuchar el comentario de que hace veinte años los que llenaban paraninfos eran Herbert Marcuse y Jean Paul Sartre. "Lo que yo digo no es moda, sino la propuesta de una modesta epopeya sobre cosas sencillas", dijo Lapierre, que sólo eludió, con muchas tablas, pronunciarse sobre aspectos políticos de su epopeya, como por ejemplo la intervención de ciertas multinacionales en la India. Lapierre habló sobre El compromiso social del escritor, invitado por el Club de Debates de la Universidad Complutense.Tampoco admitió la adscripción de nuevo periodista, pese a que así es considerado por los especialistas, y contó que con sus técnicas lo único que pretende es acercarse al lector. En su mesa de trabajo figura un letrero con tres recomendaciones: "Colores, ruidos, olores".

Coautor junto con Larry Collins de sendos grandes reportajes sobre la liberación de París, la España del Cordobés, la creación de Israel, la independencia de la India o la amenaza nuclear, en libros de éxito internacional, Lapierre, que saluda y se despide del público con las manos juntas al modo indio, tuvo su caída del caballo al preparar. Esta noche la libertad y conocer a Gandhi, el alma grande que forzó la independencia de la India sin violencia.

Separado, "que no divorciado" de Collins al interesarse éste más por las novelas, y agradecido a la India, Lapierre viajó con su mujer a Calcuta, la ciudad más miserable de la tierra, para hacer un donativo de 50.000 dólares. "Es Dios quien le ha enviado", le dijo la Madre Teresa, y le presentó a un inglés, James Stevens, que estaba a punto de cerrar varios leprocomios por falta de dinero. Stevens le hizo conocer uno de los 3.000 barrios de chabolas de esa ciudad olvidada, y Lapierre vivió su segunda caída.

Entonces Lapierre, cuyos trabajos se apoyan en una acumulación ingente de información, emprendió un libro sobre quienes él considera "los verdaderos héroes de nuestro tiempo": Una niña de ocho años que madrugaba para ir a recoger los carbones que caían de un tren, uno cualquiera de esos hombres-caballo que cobran y cuestan menos que las bestias de carga, o el padre Lambert, que no pretendía evangelizar sino, simplemente, estar y ayudar. "Ellos nos daban un mensaje de amor y heroísmo, a nosotros, que lo teníamos todo", comentó Lapierre en un castellano esforzado y voluntarista que sin embargo conectó muy bien con su público. De esa experiencia salió La ciudad de la alegría, la mitad de cuyos derechos de autor se dirigen a los habitantes de esas chabolas, al igual que otras iniciativas sociales coordinadas por el escritor y su mujer.

En cualquier lugar

La tercera caída del caballo -siempre la misma, si bien se mira- ocurrió en invierno en -Nueva York, cuando Lapierre leyó en la prensa que la Madre Teresa de Calcuta y algunas hermanas habían llegado a la ciudad para ayudar a las víctimas "de una lepra del Siglo XX": los enfermos del sida. De allí salió el libro Más grandes que el amor, extenso reportaje sobre la primera invasión mundial de la enfermedad, las primeras luchas contra ella y los primeros éxitos."Prefiero hablar sobre los héroes", dijo Lapierre en el diálogo posterior, y negó el peligro de idealizar al hombre en exceso. Hacia el final de su emotiva intervención, Lapierre les decía a los estudiantes madrileños: "No hace falta irse a la India. En cualquier lugar hay gente sola y necesitada".

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