"Gorbachov me abandonó, y optó por callar"
Edvard Shevardnadze afirma que sufrió muchos golpes durante su anterior mandato como ministro de Exteriores. La política exterior soviética sufría fuego graneado, y ni el presidente de la URSS, ni el primer ministro, ni el presidente del Sóviet Supremo decían una palabra para defenderle.Pregunta. ¿Hasta su dimisión como ministro de Exteriores había luchado verdaderamente por defender su política?
Respuesta. No.
P. ¿Por qué?
R. Defendía la política extranjera y los acuerdos que habíamos firmado. Defendía nuestra posición en la crisis del Golfo. Si era una lucha, se trataba de una lucha por posiciones políticas, y no contra las personas que fueran responsables, de intrigas o insinuaciones. Fue un error, sin duda. Si en cuestiones de fondo teníamos razón, todas las intrigas que se desarrollaban entre bastidores no podían pasar de anécdotas sin importancia. Quizá me equivoque. Pero cuántos golpes he sufrido...
P. Hasta la sesión del Parlamento soviético,- en la primavera de 1900, diputados muy influyentes creían que usted sería nombrado vicepresidente. Y, sin embargo, dimitió sin esperar a su nombramiento....
R. Se me había hablado de esta posibilidad. Incluso antes de que Gorbachov dijera que barajaba la idea, yo ya estaba al corriente. E inmediatamente me negué. Aunque se tratara de un puesto respetable e influyente, yo tenía serias razones para no aceptarlo.
P. Cuando anunció su dimisión al Parlamento declaró que- Gorbachov seguía siendo su amigo.
R. Sí., Me parecía que con mi dimisión ayudaba a Gorbachov. ¿Compartía él mi opinión? Eso es harina de otro costal. En aquel momento creo que le supo mal.
P. ¿Gorbachov lo interpretó como una traición?
R. Nunca dijo eso. Necesitaba superar un verdadero conflicto interior... Sabía de sobra que la amenaza de una dictadura era auténtica, y sin embargo dijo que no creía en ningún golpe de Estado, en ninguna dictadura. Es cierto que poco después, en Minsk, declaró que el país marchaba hacia el caos y que la dictadura se derivaba precisamente de- la anarquía.
P. ¿Creyó en aquel momento que no le comprendía?
R. Sin duda. Pero pensaba que, con todo, asestaría un golpe mortal a los reaccionarios, a los ultraconservadores. En aquel momento aún habría sido posible hacer un frente común y mostrar al -país lo queP. ¿No tuvo más remedio que dimitir?
R. La política extranjera sufría un fuego graneado constante. Ni el presidente, ni el Sóviet Supremo, ni el antiguo primer ministro, Rizh.kov, decían una palabra'para defenderme.
P. ¿Por qué?
R. El mundo entero me apoyaba. Pero los órganos más influyentes del país no cesaban de repetir que habíamos perdido la batalla del socialismo, sobre todo en política exterior. Si realmente se nos culpa a YákovIev y a mí de todo lo que ha pasado desde entonces, no podriía estar yo más orgulloso.
"¡Qué ingenuos éramos!"
P. No deja de ser curioso que usted se sienta orgulloso de la destrucción del socialismo.
R. Era sincero cuando creía en Stalin y Jruschov, e incluso durante un tiempo en Bréznev. Y todos creíamos lo mismo. ¡Qué ingenuos éramos! A, medida que ascendía en la jerarquía, trataba de mejorar ciertas cosas. Pero comprobé que incluso como miembro del Politburó había obstáculos insuperables para mí. Había que cambiarlo todo de arriba abajo, y era una tarea inaudita.
P. ¿Es posible que haya creído en Bréznev?
R. Durante sus primerospaís era la patria de Stalin, que una pequeña república con tres territorios autónomos y relaciones interiores complejas merecia su apoyo.
P. Usted dirigió Georgia de 1972 a 1985. Gozaba de una gran autoridad y tenía contactos frecuentes con la comunidad intelectual. Y sin embargo, no se eleva hoy una voz en Georgia en su defensa. ¿Es que acaso temen al presidente de la república, Gamsajurdia?
R. Eso me ha dado mucho que pensar. No diré que me odien en Georgia, pero lo que usted dice es cierto, todos los días se me ataca en la prensa. ¿Qué puedo hacer? Lo dije y lo repito sinceramente: Georgia desaparecerá si no cuenta con el apoyo de Rusia. La autodeterminación es otra cosa. Todas las, naciones tienen derecho a ella. Pero soy realista. ¿Cómo vamos a seguir existiendo, cuáles van a ser las relaciones entre nuestras repúblicas? Hay que negociar y hallar una solución, bien sea en el marco de una federación o como fuere. Si no, mañana nos. moriremos de hambre.
P. Cuando concibió con Gorbachov la idea de la perestroika, ya en 1985, antes de la muerte de Chernenko, ¿adivinó todo lo que iba a pasar?
R. No teníamos ni idea. Sólo sabíamos que era intolerable. 0ue h2bin nil(1 rphn- 1,>P. ¿No se siente celoso Gorbachov de la autoridad que se le reconoce a usted?
R. ¿Usted cree que hay motivos para estar celoso? Yo me alegraba de todos sus éxitos, y le he ayudado como mejor he sabido. No podría decir que me sintiera transportado a los cielos cuando le dieron el Premio Nobel, pero me alegré tanto
-como cualquier otro, ya que era el mayor reconocimiento que se pudiera hacer a nuestra política exterior. Jamás he considerado los éxitos de la diplomacia soviética como propios. Esperaba de Gorbachov un apoyo sincero y activo... Porque sin ese apoyo el ministro de Exteriores está siempre perdido. Es verdad que inicialmente me apoyó, pero cuando las cosas se pusieron difíciles optó por dar la callada por respuesta. ¡Qué grave equivocación!'Tenin, un hombre cruel"P. ¿Cree todavía en Lenin?
R. Como pensador, como intelectual, Lenin sigue siendo una figura excepcional. En cuanto al socialismo, y a los errores que hemos cometido, .efectivamente dista mucho deREUTER ser un santo. Sería injusto pensar que fueron los demás los únicos que se equivocaron. Norecuerdo quién apostrofó a Lenin como Vladimir Robespierrovich, tal vez fue Bujarin. Lenin era un hombre cruel. Y nadie puede justificar la crueldad,
porque si no acabaríamos justificando a Stalin.
P. Parece que el país está preparado para el mercado.
R. No. El mercado no es posible. Lo más probable es que asistamos a acontecinúentos imprevisibles. Y no veo perspectivas, puesto que no creo que en el futuro más inmediato vayan a ocurrir acontecimientos positivos. Al contrario. Si hace tres o cuatro años hubiéramos favorecido las inversiones extranjeras tendríamos ahora una experiencia de lo -que son las relaciones en el mercado y nos beneficiaríamos ya de todo ello. Pero siempre se ha frenado ese proceso... Y ésta es una de las razones para n-ús sombríos pronósticos. Todo ello obligará antes o después a los demócratas a reagruparse en una plataforma única.
P. ¿Cree usted que tiene algún porvenir el Movimiento para las Refórmas. Democráticas que usted dirige?
R. C ' reo que es un movi
miento para un plazo determi
nado. Su objetivo es el de per
mitirnos pasar de la manera
más cómoda posible a un nue
vo tipo de sociedad, sin guerra
civil, sin conflictos... Si no nos
agrupamos, todo eso es lo que
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