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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alarmismo ético

CIERTAS APLICACIONES de la ingeniería genética están llamando la atención pública por sus posibles implicaciones éticas y sociales. En realidad, se trata de un debate más general y que con toda probabilidad seguirá abierto: los descubrimientos científicos y sus aplicaciones pueden tener hoy enormes repercusiones económicas tecnológicas e incluso morales, al tiempo que contribuyen a modificar visiones del mundo y creencias milenarias.Sería conveniente que cuestiones en las que se mezcla la dificultad de lo científico con la inmediatez de su aplicación sean tratadas con sentido común y sin alarmismos. Al conocimiento científico no es posible ponerle limitaciones, pero sus aplicaciones son susceptibles de ser reguladas, y deben serlo, porque algunos de sus efectos pueden ser indeseables.

Uno de los peligros que acechan a ese necesario sentido común es la tendencia a ver nuevos problemas éticos en cada innovación. Ello da lugar a que en el río revuelto de su dificultad técnica, de las novedades que con frecuencia incorporan y de los espantos reales o imaginarios que evocan hagan su agosto moralistas de ocasión, fundamentalistas. vocacionales o charlatanes. Porque en muchas ocasiones la innovación es real, pero el problema ético que plantea o es inexistente o estaba ya planteado en otro contexto.

Los últimos casos que han saltado a los medios de comunicación se refieren a las patentes -lo que ya es de por sí un hecho significativo- de un oncorratón y de un numeroso grupo de genes humanos. El primer caso tiene una relación directa con fenómenos conocidos de antiguo y, al parecer, no problemáticos, como la propiedad privada sobre seres vivientes o la manipulación genética de especies domésticas a través de la selección artificial para obtener especímenes con características útiles o bellas. La única diferencia radica en el método de llegar a ese resultado, más rápido y perfeccionado con la ingeniería genética que con los métodos tradicionales, y en que la pureza de la nueva raza de ratón y su uso se protegen con una patente en lugar de con un simple certificado de pedigrí.

El caso de los genes tiene todavía menos relación con una novedad biogenética esencial. En efecto, genes humanos relacionados con ciertas enfermedades y cuyo conocimiento es útil en el campo de la sanidad han sido patentados y lo siguen siendo. El problema ha surgido cuando un laboratorio norteamericano ha. pretendido patentar centenares de genes humanos, cuya estructura han llegado a descifrar, pero de los que ignoran para qué sirven o con qué proceso biológico puedan estar relacionados. Los patentan por si alguna vez su conocimiento pudiera resultar de utilidad. Es un caso ya planteado anteriormente en el contexto de eventuales patentes de productos naturales (un gen humano lo es) en lugar de procedimientos que puedan hacerlos útiles. Asunto más propio, pues, del derecho positivo que de la emergencia de supuestos nuevos problemas morales, sin que ello quiera decir que no puedan aparecer, al hilo de nuevos descubrimientos, novedades en el campo de la ética que lo sean verdaderamente.

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