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LA CONFERENCIA DE MADRID

La delegación palestina ha roto barreras que Arafat habría reforzado

JUAN CARLOS GUMUCIO Con una amplia sonrisa, un diplomático árabe lo resumió ayer en pocas palabras: "Isaac Shamir debe estarse arrepintiendo de haber logrado que Yasir Arafat no llegara a Madrid". En las palabras de ese delegado que hasta hace unas semanas ahogaba ardientemente por la presencia del líder de la OLP en las negociaciones no faltaba lógica: la actuación de la delegación palestina en la inauguración del proceso de paz para Oriente Próximo ha roto barreras que la fogosidad de Arafat sólo habría contribuido a fortalecer.

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Ésta es la historia de cómo un septuagenario pediatra de Gaza y una profesora de Cisjordania poseedora de una serena energía cambiaron la imagen de la revolución palestina en cinco días de discursos, apariciones y gestos en Madrid. También es la historia de cómo los palestinos que vinieron a negociar por primera vez con Israel regresaron a sus pueblos como potentes portavoces de la causa de quienes viven bajo la ocupación del ejército israelí esperando un milagro diplomático. La posibilidad de un milagro fue aparente en el último día de la conferencia inaugural. Haidar Abdul Shafi, el jefe de la delegación palestina integrada a la jordana para la fase inicial del proceso fue fotografiado estrechando la mano de su contraparte israelí. Hanan Ashraui, la portavoz de la delegación, apareció horas más tarde radiante. A pesar de los esfuerzos por disimular su satisfacción, ambos estaban evidentemente convencidos de que la conferencia de Madrid les dió una oportunidad y la capturaron al vuelo.Aparte de Washington, que consiguió reunir a árabes e israelíes para tratar de hilvanar un diálogo de paz en Madrid, los grandes ganadores de la cita fueron los palestinos.

Después de abogar en vano durante años por conseguir la materialización de las resoluciones de las Naciones Unidas, los palestinos que vinieron a Madrid hallaron por primera vez terreno fértil para sus argumentos legales.

Washington, presentado como el mal imperialista cuando los palestinos se llevaban bien con los soviéticos, hallaron en James Baker un mediador de confianza. Baker explicó que el principio, del nuevo orden internacional -producto de la desintegración del comunismo y la guerra del Golfo- fue el que movió a los palestinos a revisar sus posturas.

'Entreguismo'

Arafat estaba fuera de toda posibilidad de recuperación y sus últimas declaraciones en Túnez -descontento por el entreguismo de los árabes a los designios de Washington e incluso su supuesta amenaza de proclamar una Yihad (Guerra Santa) contra Israel- confirmaron que sería ingenuo esperar cambios sustanciales en la cúpula del movimiento guerillero.

Abdul Shafi y Ashraui son el nuevo rostro del movimiento palestino y de momento no se han detectado celos de parte de la dirección de Túnez.

Al Contrario, existe un seguimiento coordinado que Nabil Shatt, el presidente del comité político del Consejo Nacional Palestino (parlamento en el exilio) y uno de los principales asesores de Arafat, se encargó de mantener en marcha durante su discreta estancia en Madrid, a cuatro kilómetros del Hotel Victoria, el cuartel general de una delegación palestina que ya no está armada de retórica sino de resoluciones de la ONU que Washington se ha comprometido a hacer cumplir.

Y cuando el argumento central fue planteado en el Salón de Columnas del Palacio Real, ante los copatrocinadores de la Conferencia, Israel y los vecinos árabes del Estado israelí, Isaac Shamir debió haber preferido escuchar a Arafat.

La incendiaria retórica del indiscutible líder de los palestinos habría sido mas cómoda para los planes israelíes. En cambio, al líder del conservador Gobierno israelí no le quedó más remedio que oir la voz de un razonamiento apoyado por la ONU.

Quizás entonces Shamir descubrió que los palestinos de los territorios ocupados habían perfeccionado un arma secreta: El discurso sereno por boca de un médico y una profesora. No pedían nuevas medidas. Pedían el cese de los asentamientos judíos en territorios capturados por la fuerza y el respeto a disposiciones olvidadas.

Gesto histórico

Cuando Abdul Shafi estrechó la mano de su homólogo israelí ante las cámaras de televisión, en los territorios ocupados debió haber una esperanza de paz. En los campos de refugiados el impacto de semejante gesto histórico fue ciertamente apagado.

Era a este sector al que la profesora Ashraui parecía dirigirse cuando habló poco después de arrancar de Israel el acuerdo de que la paz debe pasar por las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas. "Es un día muy importante para todos los palestinos", dijo. Y nada podría haber ilustrado mejor su confianza en que Estados Unidos esta vez está de parte de los tres millones de refugiados y similar número de palestinos que viven bajo la férrea ocupación israelí, cuando dijo que a lo largo de sus contactos con Baker ha conocido a un Secretario de Estado singular. "Tiene varias cartas en la manga", dijo en su última aparición en Madrid. Era como decir a todos los palestinos que la superpotencia ha decidido finalmente acordarse de ellos.

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