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La rebelión de Chula Romero

Juan Jesús Aznárez

Chula Romero, meretriz de primera en Olongapo, ejerce la carrera con más contento que pesadumbre en ese norte filipino ceniciento y lluvioso que estraga sin clemencia el diario vómito del volcán Pinatubo. Chula Romero se manifestó este lunes pidiendo la permanencia de los soldados norte americanos en las islas. Con Chula estaban los 350.000 habitantes de Olongapo, que temen por su futuro tras el rechazo del tratado militar con Estados Unidos.Diluvia en la carretera de Manila hacia la población donde la activista Romero, 14.000 compañeras de profesión y 45.000 asalariados locales trabajan para la VII Flota en la cama o en los talleres. "A ver si hay suerte y me retira un americano bonito de los 8.000 que hay por aquí". Chula, alegre y morenaza, afirma disponer de una abundante cartera de pedidos.

En los linderos del camino los arrozales inundados y las casas cubiertas por el lodo volcánico recuerdan una tragedia que no acaba. Cientos de miles de personas perdieron techo y trabajo tras las violentas primeras erupciones, pero el castigo continúa.

Durante los días de tormenta, los 100 kilómetros entre la capital filipina y Olongapo pueden cubrirse con suerte en seis o siete horas si se mantiene abierta la ruta. Primero en taxi, después en autobús, luego en camioneta y en carabao para acceder a la base abandonada de Clark, en Ángeles City, donde se amontonan los últimos bultos de la mudanza norteamericana. El viaje termina a pie como una sopa cuando el último autobús se atranca en el fango a las puertas de Olongapo, la víctima más directa del voto del senado.

Esta ciudad, que en 1990 ingresó 178 millones de dólares procedentes de las arcas de la Navy, confía en que el referéndum anunciado por Corazón Aquino remedie el revés sufrido en el Senado. En Olopango, con cientos de casas y varios vecinos sepultados vivos a principios de mes por las avalanchas del Pinatubo, los proyectos de promoción urbanística y los planes económicos se han paralizado.

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