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Despedida triunfal de Caballero

EMILIO MARTÍNEZ Manuel Caballero cerró su etapa novilleril ante sus paisanos con el previsible triunfo y la no menos previsible comodidad, tanto por las brochas y gachas defensas de los novillos, algunos de ellos sospechosos de visita barberil, como por la rezumada facilidad con la que anduvo toda la tarde. Las armas para este aldabonazo Final fueron la variedad -imprescindible en festejos de un solo diestro- con percal y pañosa, con los que desgranó una completa actuación y el acierdo con la tizona, sobre todo en la segunda parte de la novillada.

Los nervios debió dejárselos en casa, pues ya recibió al primero en los mágicos vuelos de su capote por verónicas, para después instrumentar tres chicuelinas de tronío, adelantando mucho el engaño y embebiendo con largura y las manos bajas el celo del animal. La faena fue pulcra y casi de salón, porque la flojera del bicho le impidió conectar fuertemente con los tendidos. Al mansote segundo, una cabrita escurridísima y asticorta, Caballero le aplicó bellos lances de delantal y el puente trágico en el quite. Era imposible conjugar el verbo poder y se vio obligado a conjugar el verbo cuidar, a base de bellísimos pases por alto intercalando algunos del desprecio y de la firma.

Ruiz / Caballero

Novillos de Daniel Ruiz, desiguales de presentación, manejables, flojos y nobles, excepto 5º, peligroso.Manuel Caballero, único espada: pinchazo y estocada (ovación); pinchazo y estocada contraria (ovación); estocada (algunas palmas); estocada tendida (dos orejas); estocada desprendida atravesada y descabello (ovación); estocada (dos orejas). Salió a hombros. Plaza de Albacete, 17 de septiembre. 10ª y última corrida de feria. Lleno.

El tercero era un serio galafate, también brocho, y lo recibió con verónicas ganando terreno, que cerró con seis inspiradas revoleras. Pero la obra no alcanzó, un final feliz por culpa del hulano, que asesinó al animal en dos varas eternas, con la complicidad de Caballero, que presenciaba impávido los marronazos del piconero. Ante esta situación el coletudo echó mano de sus recursos encimistas.

Caballero sometió el trapío del cuarto, al que lanceó con donosura. Con el señuelo escarlata. desflecó una faena de alto calibre estético en el toreo fundamental, en los adornos y en el poderío con que domeñó al burel. Ya embriagado y con la plaza convertida en un manicomio pasional recibió al quinto con dos largas cambiadas de hinojos, después bordó el toreo a la verónica, para sufrir un achuchón porque su creatividad y fantasía le llevaron a dar una monumental chicuelina también de rodillas, en la que fue arrollado sin consecuencias. El novillo se colaba, y Caballero le pudo sin alardes. En el sexto destacaron las trincherillas, los cambios de mano y los ayudados. Enterró la espada hasta las péndolas y fue sacado a hombros escuchando gritos de ¡torero!

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