La urticaria intelectual
El escritor uruguayo Mario Benedetti prosigue la meditación sobre Álvaro Mutis, para quien la pose de intelectual supone "una urticaria" y que dice no haber leído jamás un texto político, aunque se considera "un monárquico convencido".
Poeta, narrador y articulista, Álvaro Mutis nació en Bogotá, Colombia, en agosto de 1923. Cursó estudios en Bruselas y en Bogotá, y desde 1956 reside en México. Ha publicado numerosos libros de poesía, así como relatos y novelas. En poesía cabe señalar títulos como La balanza (1948), en compañía de Carlos Patiño; Los elementos del desastre (1953); Los trabajos perdidos (1964); Summa de Magroll el Gaviero (1973); Caravansary (1982); Los emisarios (1984); Crónica regia y Alabanza del reino (1985), y Un homenaje y siete nocturnos (1986). En su obra narrativa (que aquí no vamos a considerar) figuran los siguientes títulos: Diario de Lecumberri (1960), La mansión de Araucaima (1978), la trilogía Empresas y tribulaciones de Magroll el Gaviero; en tres volúmenes: La nieve del almirante (1986), Ilona llega con la lluvia (1988), Un bel morir (1989). También de 1989 es su relato La última escala del 'Tramp Steamer', y de 1990, su novela Amirbar.Mutis ha obtenido varias importantes distinciones, entre ellas el Premio Nacional de Poesía (Colombia, 1983), el Premio de la Crítica Los Abriles (México, 1985), el Prix Médicis Etranger (Francia, 1989) y el Premio Internacional Nonino (Udine, Italia, 1990). Ha sido galardonado con la Orden del guila Azteca, en el grado de comendador (México, 1988), y con la Orden de las Artes y las Letras., en el grado de caballero (Francia, 1989).
Provocador
Sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, ruso, rumano, italiano, portugués, alemán y otros idiomas; sus novelas y relatos, al francés, inglés e italiano.
Álvaro Mutis, a quien más de un crítico considera el mayor poeta vivo en lengua castellana, no es un escritor fácil de abordar, sobre todo si se conocen no sólo sus obras literarias sino también sus declaraciones públicas. A veces puede llegarse a pensar que en el poeta colombiano coexisten un Doctor Jekyll y un Mr. Hyde. Mientras que su obra poética muestra un duro trazo existencial, amargo pero coherente, en sus pronunciamientos públicos Mutis asume frecuentemente un papel de provocador, diciendo horrores sobre sus colegas, como si su intención fuera no sólo la de derribar posibles e imposibles mitos, sino también la de establecer profilácticas distancias con el ámbito intelectual. "La sola palabra intelectual me produce urticaria en el alma, a veces en el cuerpo", le confesó a Elena Poniatovska en 1975. Y pocos meses después, a Gabriela Rábago Palafox: "¡La condición del poeta me parece detestable!". ¡Y no digamos cuando algún periodista le busca la boca sobre temas tan polémicos como la poesía social o la literatura comprometida! "Ningún producto más despreciable, por jesuítico y nauseabundo, que las páginas escritas con pretensiones literarias y propósitos doctrinarios", le expresa sin ambages a Diego Oquendo en 1979, agregando que la literatura de compromiso o literatura comprometida "son un subproducto muy de nuestra época miserable". Anteriormente, en un reportaje publicado en 1952 por El Espectador, había anticipado que "la tan llevada y traída función social del escritor es una patraña en la cual se escudan los segundones de la literatura".
Según lo ha manifestado en repetidas ocasiones, Mutis siente un profundo rechazo con respecto a la política. Admite no haber leído jamás un texto de política (v. reportaje de Guillermo Sheridan, noviembre de 1976) y confiesa: "No tengo ninguna posibilidad o capacidad de pensar políticamente, y encuentro de una infinita inutilidad toda idea política (...)". No obstante, se considera "un monárquico convencido y serio"; le habría gustado vivir en la época de Felipe II, y haberse dedicado, bajo su gobierno, a "la organización y desarrollo de la Santa Inquisición en tierras de Indias". En definitiva, admite su "ausencia total de interés por todo fenómeno político posterior a la caída de Bizancio en manos de los infieles".
Su mayor admiración literaria la reserva Mutis para su compatriota García Márquez, pero también ensalza a José María Arguedas y parte de la obra de Neruda (en especial la segunda Residencia en la Tierra). En cuanto a Carpentier, Vargas Llosa, Cortázar, etcétera, considera que "son trabajadores de las letras en un país colonizado hasta hace 150 años por un imperio español en plena decadencia" (v. reportaje de Elena Poniatovska, 1975). Lo curioso es que, pese a sus opiniones desafiantes, Álvaro Mutis no despierta mayores odios ni rencores. Probablemente ello se deba a la simpatía que todos le reconocen, a su talante de buen conversador, al buen humor que trae consigo su presencia. Pero también a que en el fondo de esa cáustica agresividad verbal hay una inflexión de burla y hasta de autoburla. Antes de que le coloquen la etiqueta de reaccionario, se la coloca, él mismo, con lo cual la posible descalificación pierde su fuerza. (Recordemos que la reunión de sus artículos lleva el título de Bitácora del reaccionario). Es posible que, como declara Mutis, su literatura (y especialmente el personaje del Gaviero) tenga mucho de Melville y de Conrad, pero sus controvertidas posturas orales guardan más afinidad con la subyacente ironía de Borges.
Poetas
En lo que me es personal, el Mutis que más me atrae es el de sus poemas. En contradicción con, aquel exabrupto: "¡La condición de poeta me parece detestable!", y aquel otro pronóstico agorero: "Le veo un futuro negro a la poesía", Mutis también reconoce que la poesía es "el conocimiento per sé. Es el más completo de los conocimientos, sin duda el que va más lejos". Tal afirmación de la identidad poética elimina cualquier temor de que las técnicas narrativas lleguen a desvirtuarla Mutis inventa a Magroll el Gaviero como García Márquez a Macondo, Onetti a Santa María, Rulfo a Comala.
Magroll es también una región de lo imaginario, aunque creada mediante un habilísimo montaje de pequeñas y grandes realidades. Yo no le he puesto a Magroll nada prestado (...), todo lo que hay en él lo he vivido yo, lo que sale de mí, de mi esencia, de mi ser, de mi manera de ver el mundo, de mi mundo, de las substancias que circulan entre el mundo y yo", eso dice Mutis. Pero lo cierto es que Magroll el Gaviero es, como ha señalado Ernesto Volkening, una "figura baladesca", y también "lo son sus avatares, hasta en la manera de fracasar, heroica o ignominiosamente".
Por un error de paginación se publicó ayer la segunda parte de este artículo, en lugar de la primera, que se publica hoy.
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