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Noriega, un fantasma en el banquillo

El ex dictador panameño se enfrenta a testigos del cartel de Medellin

Antonio Caño

Algo más pálido y delgado, con una pose de dignidad patética, su uniforme de general de un Ejército disuelto y una sonrisa forzada para saludar desde la lejanía de una existencia que no le pertenece, Manuel Antonio Noriega es un fantasma en medio de la impresionante escenografía de la sala central del Tribunal de Distrito de Miami.

Muy pronto va a encontrarse allí con testigo que puede ser demoledor: el ex jefe del cartel de Medellín Carlos Lehder, que ha llegado a un acuerdo con las autoridades norteamericanas para intervenir en el proceso a cambio de una suavización de su cadena perpetua.Pero el anuncio de este testigo crucial, obtenido por el mismo sistema de compra que todos los que intervendrán en el proceso, ha hecho más espesa la sombra de ilegalidad que amenaza con empañar el juicio. "Noriega saldrá condenado, eso es seguro; pero el sistema judicial norteamericano quedará seriamente afectado por este caso", afirma un experto en Miami.

Las dificultades para hacer un juicio justo a Manuel Antonio Noriega han quedado en evidencia estos días a la hora de buscar los 12 miembros del jurado. Después de varios años de una campaña periodística en la que Noriega apareció ante el público norteamericano como un seguidor de Hitler, un hechicero, un borracho, un pervertido sexual, un adicto a la cocaína, un traficante de drogas y, un amigo de Fidel Castro, todos los potenciales jurados entrevistados reconocieron que habían oído hablar antes de él. Muchos de ellos admitieron que la información de la que disponían al respecto condicionaría gravemente su veredicto.

El juez encargado del caso, William Hoeveler, ha aconsejado a los futuros jurados que se abstengan estos días de escuchar la radio, ver la televisión, leer los periódicos o hablar con amigos sobre Noriega, pero la defensa tiene serias dudas de que eso sea suficiente como para que los 12 responsables del destino de Noriega lleguen al tribunal con una mente abierta a la posibilidad de que el general sea inocente de los 11 cargos que se le imputan, todos relacionados con el narcotráfico.

Fidel Castro

A la pregunta de si tendría validez para ellos una eventual declaración de Fidel Castro, la mayoría de los jurados interrogados contestaron que no; unos porque eran cubanos, otros porque tenían amigos cubanos. A la pregunta de si consideraban que Noriega era culpable de antemano, todos prefirieron contestar en privado, pero, desde su asiento, Noriega los miraba con cara de conocer la respuesta.Sea cual sea el jurado, la defensa, encabezada por Frank Rubino, parece en desventaja: si el miembro del jurado es una mujer, porque ha escuchado de las prácticas sexuales de Noriega; si es latino, porque quiere dar un escarmiento a los latinos que han convertido a Miami en la capital de las drogas; si es negro, porque Noriega es blanco, y si es blanco anglosajón, porque Noriega es el símbolo estereotipado de la maldad contra la que está destinado a luchar este país.

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Una vez elegidos los jurados, la defensa quedará muy limitada para argumentar que todo lo que hizo Noriega lo hizo con el conocimiento y respaldo de las autoridades norteamericanas, con las que colaboró en la creación de la Contra nicaragüense y en otras actividades en Centroamérica. El juez ha dejado claro que no va a permitir la politización del juicio, que no consentirá ninguna desviación sobre los delitos que se juzgan: la colaboración de Noriega en el envío de cocaína hacia Estados Unidos procedente de Colombia. El juez no quiere saber a quién informó Noriega sobre esos contrabandos ni qué servicios pudo haber hecho el general panameño a Estados Unidos en otro momento y en otras circunstancias. El estatus de preso de Noriega ha sido ya establecido -un prisionero de guerra responsable de delitos de narcotráfico- y el juez tampoco admitirá que la defensa pueda utilizar la forma en que Noriega fue arrestado -la invasión de un país entero- para poner en duda la legalidad El aspecto más polémico es la declaración de los testigos. La parte acusadora, encabezada por Michael Sullivan, parece tener tres testigos principales: Carlos,Lebder, Ricardo Bilonick y Amjad Awan, todos presos en estos momentos, sin nada que perder y con bastante que ganar si aceptan declarar contra Noriega.

Lehder, que fue uno de los jefes del cartel de Medellín, permanece en el ala de máxima seguridad de la prisión de Marion (filinois) con una condena de cadena perpetua de más 135 años. Recienteriente, Estados Unidos rechazó una propuesta de Colorribia para permitirle pasar el resto de sus días en una cárcel de aquel país. Lehder, según el acuerdo logrado, podría confirmar los negocios del cartel de MedellÍn con Noriega, a cambio de que su familia colombiana tenga permiso para visitarle en Estados Unidos y, posiblemente, una recomendación para que la pena contra él sea revisada.

Ricardo Bilonick, actualmemte en una cárcel de Miami, podría encontrarse con una condena mínima a cambio de una declaración en la que diga que él, como contable del cartel de Medellín, entregó personalmente parte (le los 4,5 millones de dólares que Noriega cobró por su colaboración con el narcotráfico.

Amjad Awan, ex jefe de la oficina del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI) en Tampa (Florida), actualmente en una prisión de ese Estado, puede salir mejor parado de los escándalos de su antiguo banco si confiesa que el mismo depositó dinero) del narcotráfico en cuentas de: Noriega.

Todos ellos y otros seis coacusados que se han vuelto contra Noriega actúan bajo la ley que permite a los reos la reducción de penas a cambio de la colaboración con las autoridades Judiciales, pero quedará siempre una duda razonable sobre la veracidad de su interesada declaración.

En realidad, Noriega está recogiendo ahora los frutos de su estrategia de siempre. Él mismo hubiera estado, probablemente, dispuesto a negociar con las autoridades norteamericanas si no fuera porque George Bush ha ido ya, demasiado lejos en este asunto como para quedarse ahora sólo con la mitad de su pieza.

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