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Merrit en lugar de Berganza

Al fin, tras unos días de deshojar la margarita, Teresa Berganza dijo no al recital, como hacía con Cossi fan tutte. Nunca dudo de las razones de los artistas cuando anulan unas actuaciones que lógicamente son los primeros en desear; tampoco debe dudar la cantante de la expectación, interés y cariño con que se la esperaba en San Sebastián, después del gran éxito que tuvo hace dos años en la Quincena Musical.La dirección del certamen se las debió de ver y desear para encontrar un nombre con gancho suficiente para llenar el vacío y al fin se hizo con el tenor de Oklahoma Chris Merrit, al que acompañó el avezado y un tanto chambón pianista Vicente la Ferla. Merrit es un producto del nuevo rossinismo, impulsado desde Pésaro con las nuevas ediciones, que, todo hay que decirlo, han vuelto a encarecer el alquiler de materiales musicales para las representaciones y conciertos. Así, el gran Joaquín sigue produciendo divisas mientras encanta a amplios sectores de público con sus óperas célebres y las menos célebres. Merrit es lo que se denomina un caso. Rarísima vez los casos son verdaderos grandes artistas. Lo que me parece ejemplificar Merrit con su voz clara, sus registros desiguales, sus ligerezas, limpias unas veces y sucias otras; sus agudos, ora seguros, ora dubitativos y un frecuente amaneramiento expresivo.

Por lo demás, cantar Rossini como lo cantó Merrit en la España de Teresa Berganza; decir Duparc, Massenet o La hija del regimiento en el país de Alfredo Kraus;: abordar tan caprichosamente: el lied alemán en la nación de Victoria de los Ángeles, no puede convencer a nadie e incluso puede provocar, como sucedió, algún ¡fuera! estentóreo. Decididamente es mejor contar con grandes artistas que con casos, siempre rodeados de considerandos y puntos de vista personales y caprichosos.

La orquesta escocesa, en compañía del English Brass Ensamble, se despidieron de San Sebastián con un atractivo programa que tocaron excelentemente. El conjunto sonó con Lionel Friend mucho más equilibrado, ágil e intencionado que con Hager, lo que nos deparó estupendas versiones de Marcello-Bach, Clarke, Kurt Weill (Sinfonía número 2) y Stravinski (Suite de Pulcinella). El grupo de viento lució un virtuosismo asombroso que alcanzó incluso a la tuba, capaz de ligerezas propias de un clarinete.

Lleno absoluto y triunfo clamororso, lo que ha sucedido con el ciclo organístico a cargo de José Manuel Azcue, Vicente Ros, Daniel Roth y Josef Serafín. Hoy y mañana se presentan los ganadores del concurso Nicanor Zabaleta 1990.

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