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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Visados a granel en la frontera pólaco-lituana

Los funcionarios del Ministerio de Exteriores de Vilna estampan desde el pasado lunes, 26 de agosto, los visados lituanos en la frontera lituano-polaca en la pequeña localidad de Ogrodniki, mientras sobre el pabellón de aduanas ondea orgullosamente la bandera nacionalista lituana. Pero los auténticos dueños de la frontera siguen siendo los soldados soviéticos, que son los que deciden quién y cuándo se puede entrar en la URSS o abandonarla."Estarnos aquí y seguiremos aquí", afirmó ayer el jefe de los guardias fronterizos soviéticos en Ogrodniki, a 350 kilómetros al noreste de Varsovia y a 150 kilómetros de la capital lituana, Vi1na. Refiriéndose a los aduaneros lituanos que desde el pasado domingo ejercen sus funciones en la frontera, el oficial soviético apuntó: "Ellos están en la frontera interna, la económica. Nosotros guardamos la frontera exterior".

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Los funcionarios lituanos que con gran solemnidad estampan en los pasaportes el sello del visado lituano son dos muchachos de unos 20 años. Ante la perplejidad de los turistas, que no entienden el porqué de la nueva formalidad a la que se ven sometidos tras haber pasado ya los siete penosos controles polacos y soviéticos, los lituanos explican que los visados se suprimirán en cuanto ésta sea una frontera lituanopolaca y no soviético-polaca.

El carácter transitorio del nuevo trámite parece confirmarlo la precariedad de la pequeña caseta de madera con una desvencijada escalerilla en la que residen los funcionarios lituanos. En un solo día expidieron en ella 1.540 visados, todos ellos a ciudadanos polacos, dándose la circunstancia de que por Ogrodnikl sólo pueden pasar los soviéticos y los polacos.

Éste es uno de los tres sitios donde los lituanos pueden hacer gala de su júbilo por la pronta independencia. Los otros dos son el puerto de Klalpeda y el aeropuerto de Vilna.

Los visados no son la única novedad en la frontera lituanopolaca. Desde el pasado domingo hicieron su aparición los aduaneros lituanos que antes habían estado pocos kilómetros antes del puesto fronterizo. Ahora, los centinelas lituanos sustituyeron a sus colegas soviéticos y trabajan en su vecíndad de los guardias soviéticos, que los miran de reojo.

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Podría sospecharse que la animadversión no sólo se debe a cuestiones étnicas sino al hecho de que el control en la frontera es una ocupacion lucrativa ya que gran parte de los supuestos turistas se ocupan del contrabando.

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