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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dudas selectivas

LOS CASI 200.000 estudiantes que han superado en la convocatoria de junio la selectividad permanecen hasta bien entrado septiembre con la zozobra de no saber si habrán sido admitidos o no en el centro solicitado. Pero la inquietud de esos miles de jóvenes no es la única cuestión a considerar.Finalizado el plazo para la preinscripción de los alumnos en las respectivas universidades y centros, la penosa estación de la selectividad deja una secuela de dudas a las que la Administración debería responder ¿Qué significan, por ejemplo, Las enormes diferencia que se registran cada año entre los porcentajes de aprobados de los alumnos de los centros públicos y los privados? ¿Es o no verdad que los colegios privados tienden a inflar más que los públicos los expedientes de sus alumnos? ¿Qué impide dar publicidad a lo resultados de todos los centros, tanto respecto del bachillerato y del COU como del examen de selectividad?

El propio ministro de Educación ha manifestado públicamente que hay constancia de que algunos colegios, efectivamente, inflan las calificaciones, y que se ha encomendado un seguimiento de este fenómeno a los servicios de la inspección técnica. Y el ministro ha añadido que si esos centros maritienen esa práctica probablemente el ministerio se decidirá a publicar sus nombres.

No parece que haya nada que impida conocer cómo se comportan curso tras curso, ante el hecho de la selectividad, todos y cada uno de los centros: los públicos y los privados. Ello ayudaría a las familias de los estudiantes a la hora de elegir el instituto o colegio donde quieren que estudien sus hijos. Ésa sí que sería una manera verdaderamente útil de facilitar una auténtica libertad de enseñanza, expresión casi únicamente vinculada, a lo largo de la conflictiva historia de la educación en España, al problema del ideario de los centros.

Y tampoco parece existir obstáculo alguno para que los correspondientes servicios ministeriales efectúen un seguimiento minucioso del comportamiento de grupos significativos de alumnos a lo largo de todos sus estudios universitarlos, y ello poniendo en relación tal comportamierito con sus respectivos expedientes preuniversitarios, la modalidad de bachillerato que cursaron y la calificación de su examen de ingreso en la Universidad, entre otros extremos. Diecisiete años después de implantada la selectividad es dificil entender por qué no se han realizado sistemáticamente estas investigaciones.

Por otra parte, conviene saber también con qué criterios se han establecido las convalidaciones de los estudios supuestamente equivalentes al COU que se imparten en países como Estados Unidos, donde, según confiesan abiertamente los estudiantes que han vivido esa experiencia, los estudios que se cursan tienen escasa relación con los de centros españoles.

La mayoría de alumnos encuestados por este periódico el día del examen especial de selectividad para los procedentes del extranjero acudía a realizar la prueba con una nota media de sobresaliente en el COU. Demasiados sobresalientes parecen. Lógicamente, también habría que preguntarse por qué existe ese examen especial, supuestamente más fácil, según denuncian constanterriente los estudiantes cuyas familias no pueden pagar estudios en el extranjero.

Finalmente, ese estrepitoso descenso de las calificaciones en el examen de la selectividad nos lleva de la mano a la cuestión más importarite: ¿hasta qué punto hay una mínima correlación entre el expediente y la prueba, entre los criterios de evaluación de los tribunales de selectividad y los del profesorado del bachillerato y del COU?

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