Cantaores en la universidad
La Complutense ha celebrado de lunes a viernes, en El Escorial, su curso de verano Los intelectuales ante el flamenco. Y al hilo del mismo, ofreció tres espectáculos del género, pues ciertamente hablar de flamenco y no ver y oír flamenco queda un poco, como sí dijéramos, sin sentido.El primero de esos espectáculos estuvo dedicado al cante, con un José Mercé inspirado, aunque no tuviera su mejor noche. Pero Mercé, es un cantaor en triunfo permanente, que rara vez defrauda cuando canta por derecho, y lo acreditó de nuevo en esta ocasión. Le perjudicó, sin embargo, un acompañamiento no precisamente idóneo. El toque de Heredia fue rrionótono, sin brillantez y sin ideas; yo diría que hasta aburrido. Pese a ello, Mercé aún pudo lograr interpretaciones espléndidas, como su malagueña del Mellizo. Pero consciente sin duda de que estaba quedando por debajo de sus posibilidades, cuando al final volvió al estrado obligado por los aplausos del público, prescindió de la guitarra para ofrecenos a palo seco unos cantes que nos dejaron sin aliento. Esto se llama dar la cara.
Recital de cante de José Mercé
Con la guitarra de Andrés Heredia. Eurofórum, 5 de agosto.Concierto de guitarra de José Luis Rodríguez Eurofórum, 7 de agosto. El baile de Javier Barón Con Ramón Jiménez y Paco Cruz al toque, Toni Maya y Juan Reina al cante, la flauta, de Juan Parrilla, el violín de Bernardo Parrilla, la percusión de Ramón Porrina y el baile de Belén Fernández. Coliseo Carlos III, día 9. San Lorenzo del Escorial (Madrid).
José Luis Rodríguez, ceutí de nacimiento y huelveño de adopción, a sus 24 años se está situando entre los grandes guitarristas del momento. Hay que decir, de entrada, que compareció sólo con su guitarra únicamente al final. tendría un sobrio acompañamiento de palmas y una ligera ilustración de cante-, sin la parafernalia hoy habitual de otros instrumentos. José Luis Rodríguez está haciendo un toque al viejo estilo, de una cierta elementalidad si se quiere. Pero la profesión del toque flamenco complejo y jondo va por dentro, aunque no se vea demasiado. Que es lo que ocurría con los viejos maestros.
Si en el flamenco lo que agradecemos -siempre es el auxilio de los ángeles y los duendes que convierten este arte en algo mágico e irrepetible, me parece a mí que Javier Barón es un verdadero ángel del baile. Esa transición del taranto a los tangos -un maridaje no muy ortodoxo para algunos, quizá-, tan bella, tan armónica. O ese derroche de capacidad y fantasía que es su baile por alegrías. El público -intelectuales, profesores y alumnos- para gran parte del cual Barón era inédito, asistió atónito a una revelación que le emociono.
El grupo de Barón cumplió ejemplarmente, con una joven bailaora, Belén Fernández interesante, aunque todavía inmadura.
Babelia
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