Los ministros de Exteriores de la CE siguen sin ponerse de acuerdo sobre la unión política
ENVIADO ESPECIAL El cónclave de ministros de Exteriores de la Comunidad Europea (CE) celebrado ayer en Luxemburgo acabó con fumata negra. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Doce tendrán que decidir ellos solos en la cumbre del fin de semana las grandes líneas de la futura unión política. La división de intereses y los problemas de transferencia de soberanía no hacen presagiar humo blanco para el próximo sábado. El único avance conseguido es el compromiso de los Doce a tener finalizado en diciembre, para la cumbre de Maastrich (Holanda), el texto de tratado de la unión.
La reunión extraordinaria de ministros de Exteriores de la CE, convocada para preparar la cumbre del viernes y sábado próximos, constituyó una vez más un acto de realismo. En este caso, la ausencia de utopía se basó en la constatación de que "nada está acordado", como reconoció el ministro español Francisco Fernández Ordóñez. Sorprendió además que el alemán Hans-Dietrich Genscher hiciera continuos llamamientos a la necesidad de ser prudentes y a ensayar, para diciembre, "el acto de voluntad" política de terminar el tratado.En definitiva, los Doce se volvieron a comprometer en lo ya acordado el pasado mes de diciembre en Roma, es decir, que el plazo para diseñar la futura unión política es de un año. La mitad de ese tiempo la han consumido en ejercitar el arte de tejer y destejer de Penélope: acumular propuestas y proyectos para acto seguido presentar reservas. La delegación británica, en tributo al apoyo de Genscher, se comprometió a no impedir que se aceleren los trabajos. El plazo, sin embargo, sigue siendo una apuesta en el vacío si los líderes de la CE no acuerdan algún contenido.
El núcleo de la disensión
Los ministros de Exteriores simplemente esbozaron los temas que deben abordar preferentemente los jefes de Estado y de Gobierno, y que constituyen el núcleo duro del disenso. A saber, el problema de la cohesión económica y social para asegurar las transferencias de los países ricos a los pobres de la CE, la política exterior y de seguridad, la dimesión social de la CE y los nuevos poderes del Parlamento Europeo.
Estos cuatro temas esconden e1grueso del problema de tranferencia de soberanía, pero las reservas se extienden a todos los puntos. El borrador de tratado elaborado por la presidencia luxemburguesa es un texto abierto, contestado por todos y que sólo ha sido aceptado como base de trabajo para evitar empezar de nuevo.
El presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, se refirió a la "inutilidad de hacer un debate teológico", en un intento desesperado de descartar la oposición británica a un proyecto definido como "una nueva etapa en el proceso gradual hacia una unión con vocación federal". En el Reino Unido, el adjetivo federal ha desatado una tormenta política, utilizado por los thatcherianos como la muestra de que la CE pretende difuminar la soberanía nacional.
El problema de la división radica en que nadie quiere ceder en nada hasta saber el precio final global. Para España y los demás países del sur, ceder ahora podría simplificar problemas, pero significaría perder la moneda de cambio para conseguir más recursos comunitarios para financiar el fondo de compensación interestatal (la llamada cohesión) y la realización de las grandes redes de comunicación.
Las grandes líneas que se dibujan como acuerdo de la cumbre son una coincidencia de pareceres sobre el esquema de la futura CE. El borrador de tratado de la unión prevé una Comunidad con tres patas. En el centro estará la actual CE, reforzada de poderes y con competencias mayores y políticas nuevas. La futura unión económica y monetaria será una competencia CE o federal, a pesar de que esta palabra será un precio a pagar para el acuerdo. El acuerdo en esta reforma básica es del 95%, según comentó un ministro, lo cual es un buen tributo para los titulares de Economía y una pésima nota para los de Exteriores.
A un lado de la actual CE reforzada, los Doce constituirán la política exterior y de seguridad común, que concita todos los recelos a pesar del consenso unánime de "reforzar el papel de la CE en la escena internacional". A la defensa europea se oponen cinco países (Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Portugal y la neutral Irlanda). Los cuatro primeros defienden la exclusividad en la materia de la OTAN.
Como tercera pata queda la cooperación intergubernamental en materia judicial y de seguridad interna. La entrada de extranjeros, la libre circulación, la lucha contra la droga y el terrorismo son los puntos claves del acuerdo.
En el medio de ese esquema están los problemas de transferir soberanía y los mecanismos para adoptar posiciones comunitarias o imponer reformas por mayoría. España teme especialmente una política comunitaria en medio ambiente, cuyo coste hace temblar al Gobierno. Sobre todo, cuando los nuevos recursos financieros de la CE se discutirán el próximo año, con el tratado -se espera- ya aprobado.
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