"Daremos al ciudadano el sentimiento de pertenecer a una misma comunidad"
I. C. El principal mérito de Schengen es, para Carlos Westendorp, ex embajador de España ante la Comunidad Europea y desde marzo secretario de Estado para las relaciones con esa organización, que "dará al ciudadano de a pie el sentimiento de pertenecer a un mismo espacio geográfico de libertad y reforzará así la identidad europea". España entiende que "la construcción europea no debe beneficiar sólo a los hombres de negocios".
Pregunta. ¿Por qué ha solicitado España ingresar en Schengen cuando otros países comunitarios no lo han hecho?
Respuesta. La construcción europea no debe beneficiar sólo a los hombres de negocios. El ciudadano de a pie tiene que percatarse de sus ventajas. La libre circulación de personas que supone Schengen es una ilustración simbólica y concreta a la vez de la dimensión humana de la integración europea. Poder moverse con absoluta libertad por nueve países, más tarde por 12, contribuirá a crear en el hombre de la calle el sentimiento de pertenecer a un mismo espacio geográfico, a una misma comunidad.
P. España se ha opuesto siempre a la creación de una Europa de dos velocidades, temerosa de quedarse rezagada en la segunda categoría. ¿Lo que no han aceptado en materia de unión monetaria lo van a fomentar en lo concerniente a la libre circulación de personas de la que quedan excluidos cuatro países?
R. No es comparable por dos motivos. Primero, la creación de una unión monetaria de dos velocidades tendría un efecto disgregador sobre el conjunto del proceso de la unidad europea. Propiciando la libre circulación de personas, Schengen pretende, en cambio, alentar al conjunto de la CE a seguir su ejemplo. Dentro del espacio Schengen se da además el mismo trato preferente a los comunitarios, sin establecer diferencias entre los ciudadanos de Estados miembros del grupo y aquellos que no lo son. La segunda razón es que en una unión monetaria de dos velocidades se hubiese atribuido un puesto a los países en vanguardia o en retaguardia en función de una serie de indicadores económicos. En el proceso de Schengen, aquellos que permanecen al margen es porque se han autoexcluido.
Pendiente de las Cortes
P. ¿Cuándo entrará en vigor para España?
R. Cuando ratifiquen el tratado las Cortes; es decir, a finales de 1992 o principios de 1993. Los cinco fundadores del grupo lo aplicarán, probablemente, un poco antes. Antes de la ratificación parlamentaria nos quedan trámites que cumplir, empezando por la aprobación de una ley de protección de datos y la puesta en pie de un órgano de control independiente que compruebe el correcto cumplimiento de la ley.
P. Schengen va a obligar a España a imponer el visado a un primer país latinoamericano, además de Cuba, la República Dominicana. ¿No es un primer paso antes de que todo aquel continente quede sometido a ese trámite con el coste político que tendría para España?
R. No lo hemos podido evitar porque era, con Cuba, uno de los dos países latinoamericanos que figuraba en la lista comun. Cuando se adhiere hay que aceptar el acerbo en bloque. Hemos conseguido, en cambio, una excepción. A Dominicana le aplicaremos el visado desde la ratificación y no desde la firma. Además, el ano pasado logramos que Dominicana ingresase en Lome y es ahora el único país de habla hispana que se beneficia de la ayuda del Fondo Europeo de Desarrollo. Dominicana es, en definitiva, el país mas favorecido económicamente por la CE. La lista de países a los que Schengen requiere visado solo es ampliable por unanimidad de los miembros del Grupo. Desde dentro nos resistiremos a que se incluyan otros Estados latinoamericanos.
P. Asociaciones humanitarias tan respetables como Amnistía Internacional o instituciones nada subversivas como el Consejo de Estado holandés han criticado a Schengen por los peligros que supone para el respeto de los derechos humanos. ¿Qué responde a esas denuncias?
R. En el reciente debate parlamentarlo que hubo en Francia con motivo de la ratificación del acuerdo, los comunistas arremetieron contra él por esos motivos, mientras la derecha lo atacó por considerar que iba a facilitar la invasión de inmigrantes ilegales y el desarrollo de la criminalidad transfronteriza. Ambas críticas me incitan a pensar que hemos encontrado un término medio bastante acertado. Schengen no es un espacio policial, sino de libertad. El reproche más serio formulado contra Schengen concierne a las trabas puestas a los solicitantes de asilo político.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Ciudadanía europea
- Carlos Westendorp
- Declaraciones prensa
- Espacio Schengen
- Tratados UE
- Asilo político
- Tratados internacionales
- Legislación UE
- Relaciones internacionales
- Derechos humanos
- Fronteras
- Política exterior
- Partidos políticos
- Conflictos políticos
- Gente
- Unión Europea
- Latinoamérica
- Europa
- Legislación
- América
- Organizaciones internacionales
- Justicia
- Política
- Relaciones exteriores
- España