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Plácido Domingo celebrará en Londres los 20 años de su debú en el Convent Garden

Aumenta la polémica suscitada entre puristas y populistas de la ópera

Plácido Domingo va a celebrar el próximo mes los 20 años de su presentación en el Covent Garden londinense con un viaje en el tiempo, al volver a interpretar el papel de Cavaradossi, el amante de Tosca, sobre las mismas tablas en que irrumpió por primera vez en Londres, en 1971. Serán tres actuaciones a teatro lleno, con dos de ellas retransmitidas en directo por una pantalla gigante en la vecina Piazza, para deleite de miles de aficionados y curiosos. Domingo, al contrario que otros intérpretes, cree fervientemente que el fácil acceso del público a su arte redunda en beneficio de la ópera, y está dispuesto a insistir en esta veta y "cantar para tanta gente como sea posible".

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Aficionados peripatéticos

El conflicto entre puristas y populistas es cada vez más agudo, con aquéllos encabezados en España por Alfredo Kraus y éstos por Domingo. El espectáculo operístico ha trascendido el estirado y restrictivo marco de antaño para convertirse en un fenómeno de masas, con clubes de aficionados que siguen los avatares de sus ídolos.Kraus aprueba a estos aficionados, a quienes pone como ejemplo de que la ópera es un arte asequible. "Hay muchísima gente que no tiene dinero y que se sacrifica para ahorrar y poder viajar para ver y escuchar a su cantante favorito", dice para desbaratar la idea de que la ópera es un arte de precios prohibitivos y asegurar que querer es poder. El tenor canario aprecia a ese público abnegado, el típico de tan pocos recursos como profunda afición.

Retransmisión en directo

El acceso a la Tosca de Domingo ha quedado restringido por razones de patrocinio e intereses no estrictamente musicales, y las protestas del público han forzado a la Royal Opera House -con capacidad para 2.098 espectadores sentados y 58 de pie- a transmitirla en directo al exterior para aplacar los ánimos.A Domingo le satisface tanto esta solución como deja frío a Kraus, quien cree que el público de la calle, con una cerveza en una mano y un bocadillo en la otra, va a contemplarlo "como un espectáculo al paso", en línea con los otros callejeros que atraen la atención del turista en Covent Garden. "Lo ve con curiosidad, admiración, pero como algo difícil de comprender y de alcanzar; le va a faltar la decisión para entrar en la ópera", comenta.

Los puristas reniegan de estas estratagemas de llevar la ópera al público, pero salta a la vista que están perdiendo la guerra. Más debatible es si el incremento de la cantidad lleva aparejada pérdida de calidad, como Kraus sostiene. Las retransmisiones a la Piazza y otros conciertos, como el que Pavarotti tiene previsto dar gratis el 30 de julio en Hyde Park, son un reflejo de la creciente demanda por la ópera. El propio Covent Garden se ha rebajado a producir Turandot en diciembre en el Wembley Arena, el recinto deportivo cubierto con capacidad para 15.000 personas en que se montó el mes pasado un espectáculo de pop y rock a beneficio de los kurdos. Earls Court, el enorme y desangelado palacio de exposiciones de Londres, también repite espectáculo operístico -durante la última semana de este mes y ante un auditorio de unas 12.000 personas- con una producción de Tosca que pone los pelos de punta a los guardianes de las esencias del bel canto, quienes en años anteriores tuvieron ocasión de crisparse con Carmen y Aida.

Rodney Milnes, director de Opera Magazine, la más veterana de las revistas de ópera británicas, considera que este debate entre puristas y populistas no tiene sentido. "La ópera es para todo el mundo", dice. "Si el Covent Garden no tiene suficiente aforo, ¿por qué no se va a montar una ópera en otros recintos?". Para él, innovaciones como la del concierto en las Termas de Caracalla tiene valor de creación, y los espectáculos paraoperísticos y de óperas representadas fuera de sus ambientes teatrales sirven para atraer el interés de un público neófito del que luego van a salir aficionados rigurosos.

El canal de televisión Channel Four retransmitió el concierto de Carreras, Domingo y Pavarotti del pasado verano y dice que recibió 4.000 llamadas de apoyo de telespectadores entusiasmados con el espectáculo. El acontecimiento tenía el éxito garantizado en el Reino Unido, donde la BBC tuvo como sintonía del Mundial de fútbol el Nessum Dorma de Pavarotti, aria que llegó al número 2 en la lista de los superventas británicos.

Aquel concierto "tocó una fibra profunda en mucha gente y dio a los cantantes de ópera un rostro humano", según declaró en su día Michael Letchford, director de Decca Classic's en el Reino Unido.

Las compañías discográficas han descubierto un filón en este fenómeno, que se extiende a la música clásica en general. Los artistas son promocionados como las estrellas del pop, y las carátulas de los discos y compactos han sustituido las tradicionalmente sosas imágenes de los músicos por otras que -como en el caso de la violonchelista Ofra Harnoy, reclinada sensualmente en un sofá- buscan atraer al comprador con elementos extramusicales. La popularización es imparable.

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