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Entrevista:

"En Estados Unidos, ser latino es ser menos"

Desde que Óscar Hijuelos ganó el Premio Pulitzer el año pasado por su lujuriosa novela sobre los hermanos Castillo, unos músicos de mambo en la América de los años cuarenta y cincuenta, se ha estado balanceando bajo el sol del estrellato. Los reyes del mambo cantan canciones de amor ha sido traducida a 13 idiomas y llevada al cine, interpretada por Antonio Banderas y Marushka Detmers, apoyada por la Warner con 1.700 millones de pesetas. La novela que este neoyorquino de padres cubanos escribió en 1983, antesde Los reyes del mambo cantan canciones de amor, una obra autobiográfica titulada Nuestra casa en el fin del mundo, acaba de ser publicada en España por Siruela.

Óscar Hijuelos toma un aperitivo al lado de la piscina de un hotel pintado de rosa en Beverly Hills, no muy lejos de los estudios de la Warner donde se están dando los últimos retoques a Los reyes del mambo..., la versión cinematográfica de la segunda novela de Hijuelos, que interpretan Banderas, Detmers y Armand Assante, además de un amplio reparto de auténticos músicos de mambo, incluida Celia Cruz. "Yo aparezco brevemente con un traje blanco, con el que me veo como un carnicero", dice el escritor, de 39 años.

Hijuelos lleva una gorra de béisbol con las palabras Reyes del mambo bordadas, como si se tratara de una señal de la aceptación que ha logrado este expatriado cubano en la cultura norteamericana. Relajado y vestido con unos bermudas y una camiseta azul desteñida, Hijuelos es una pesona diminuta, pálida y pecosa, que en nada se asemeja al típico latino.

Residente en Nueva York durante toda su vida, Hijuelos continúa viviendo en un pequeño y desordenado apartamento en Duke Ellington Boulevard, sigue escribiendo con una máquina de escribir y piensa que Hollywood es un lugar agradable para visitar, aunque no le gustaría vivir allí.

Machismo latino

Pregunta. La novela Nuestra casa en el fin del mundo, como Los. reyes del mambo..., está llena de nostalgia hacia el pasado, y celebra la vitalidad de la cultura latina tal como ésta se vive en Estados Unidos. Cuando empezó a escribir, ¿era usted consciente de los temas que se volverían después obsesivos en su trabajo: los temas del exilio, del deterioro del machismo latino, de los cubanos sin profesión que luchan por adaptarse a la cultura norteamericana?

Respuesta. No. Cuando escribí Nuestra casa.... estuve trabajando sin pausa,, y no pensé que el libro llegaría a publicarse alguna vez. He pensado mucho en ello últimamente, porque vanas personas me han preguntado en qué forma ha cambiado mi vida desde que publiqué Los reyes del mambo. Ha surtido efecto en dos cosas. Una es que me ha hecho ver cómo un libro puede tener un efecto sobre la gente, incluso internacionalmente. Y segundo, me ha hecho pensar mucho en mi relación con el español, un tema que toco en Nuestra casa... y también, hasta cierto punto, en Los reyes del mambo...

P. ¿El español como lengua?

R. Sí, el castellano. Me di cuenta, por ejemplo, quiénes eran mis contrafiguras en ambas novelas: Héctor, en Nuestra casa..., y Eugenio, en Mambo... Y es porque ambos están fuera .de su cultura. Se dan cuenta de ello, lo saben, pero están rodeados por un muro a través del cual quieren penetrar en la vida y en el pasado de sus familias. Y vi que yo también, habiendo sido criado en América -aunque en casa habláramos en español- experimentaba esa sensación de tener un muro a mi alrededor, y por eso estos libros son como un intento de atravesar esa pared y volver a tomar contacto con mis raíces, de las que me sentí arrancado.

P. Me pregunto si el haber crecido en un mundo anglosajón ha hecho que sus antecedentes cubanos sean algo como una imagen en la pared.

R. No era una imagen en la pared; era una sensación de fuerza vital la que me embargaba y de la que me quería liberar. Porque teníamos problemas en la familia, no teníamos dinero..., me fui de casa a los 17 años. Mis padres pertenecían a una generación que prefería que yo hablara en inglés. Para ellos, hablar en español no era nada, y yo crecí en una casa en la que me hablaban en castellano y yo respondía en inglés. Ahora que me acerco a los 40 estoy tomando lecciones de español; la escritura ha sido, en cierta forma, una compensación para mí, me ha mentenido en contacto con un mundo que había abandonado. Pasé 10 o 15 años tratando de olvidar mi pasado, y de pronto él ha empezado a darme alcance.

P. Usted es el primer ganador latino del Premio Pulitzer para obras de ficción en inglés, por algo que quizá la mayoría considere literatura étnica. ¿Siente usted que tiene alguna responsabilidad hacia el castellano?

R. Bueno, he pasado la mayor, parte de mi vida tratando de subsistir. Y es como si cuando estás escribiendo una novela la cabeza se te llena de palabras en inglés. Parece que no pudiera librarme de los problemas descritos en Nuestra casa en el fin del mundo: "¿Qué es ese zumbido que me corre por la cabeza que es el español y qué es ese zumbido en la cabeza que es el inglés?". Soy cada vez más consciente de los problemas de asimilación. Puedo escribir bien en inglés. Estoy sólo empezando a escribir bien en español. Es un proceso por el que estoy aprendiendo, y es hermoso y me siento feliz haciéndolo.

P. Creo que su relación con la cultura latina empezó con la música.

R. En cierta forma. Quiero decir que realmente me gusta la música, y la música aumenta lo que el lenguaje es para mí. Suena a música, no puedo tocarlo bien siempre, pero es así... Asocio la identidad latina con emociones interiores como cierta generosidad, cierta dulzura, cierta seriedad y cierta cualidad trágica o melancolía".

P. En una novela como Los reyes del mambo... se ven los dos lados de la moneda: César Castillo, un rutilante devorador de mujeres, el extravertido por excelencia, y Néstor, el músico mmelancólico y romántico incurable.

R. Bueno, ya sabe, armar una novela es muy jodido, y uno siempr intenta hacerlo lo mejor que puede.

P. Ha habido mucha especulación sobre la intensa sexualidad de Los reyes del mambo. ¿Por qué hizo de la sexualidad de César algo tan grueso?

R. Porque me divertía. Porque mi primer libro era muy puritano. Creo que no había más de tres líneas de sexo en Nuestra casa... En cierta forma, me sentía algo reprimido cuando escribí Mambo, y entonces me divertí mucho construyendo uno de esos estereotipos. En parte era una reacción contra la pollabobez de la literatura norteamericana. Pienso que quería también algo deslavazado, una prosa con un sonido de blues que tal vez podría asombrar a mucha gente".

Brecha latina

P. Cuando recibió el Premio Pulitzer el año pasado, usted dijo que pensaba que representaba una brecha para otros autores latinos. ¿Lo cree aún?

R. Sí, lo creo definitivamente, pero todavía [los editores] necesitan los libros. Mi editor en Nueva York, Jonathan Gallasi, se queja de que recibe muy pocos manuscritos no sólo de autores latinos, sino de cualquiera. Quiero decir que la literatura está muerta en este país ahora mismo.

P. ¿Existen reticencias en el mundo editorial neoyorquino para tratar con cualquier literatura que se salga de la corriente?

R. Cuando un editor de Nueva York lee un libro acerca de los chicanos de Tejas tiene que reunirse con la gente del departamento de ventas, y reunirse con un comité, y preguntarles su opinión. Y la mayor parte de los libros son rechazados por el hecho de que la corriente mayoritaria de los editores en lo que está es en hacer dinero. De modo que publicar tiene mucho que ver con la suerte.

P. Usted se ha lamentado de que su obra sea leída como sociología. ¿Quiere eso decir que se siente bajo el microscopio norteamericano y se siente incómodo?

R. Bueno, es casi como si todos los críticos -que tienen buena intención- hubieran estudiado sociología nivel 101 cuando estaban en la Universidad. Es como si estuvieran acostumbrados a tratar con los hispan'ohablantes de Estados Unidos y con otras minorías, de una cierta forma, porque eso es todo lo que saben. Creo que ello proviene de que, para la mayoría de los estadounidenses, ser latino es ser menos, y también pertenecer a un grupo específico. Creo que están acostumbrados a asociar nuestro trabajo no con arte, sino con etnología.

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